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Buscador simple (o avanzado)
El buscador «simple» permite buscar con rapidez una expresión entre los campos predefinidos de la base de datos. Por ejemplo, en la biblioteca será en título, autor e info, en el santoral en el nombre de santo, en el devocionario, en el título y el texto de la oración, etc. En cada caso, para saber en qué campos busca el buscador simple, basta con desplegar el buscador avanzado, y se mostrarán los campos predefinidos. Pero si quiere hacer una búsqueda simple debe cerrar ese panel que se despliega, porque al abrirlo pasa automáticamente al modo avanzado.

Además de elegir en qué campos buscar, hay una diferencia fundamental entre la búsqueda simple y la avanzada, que puede dar resultados completamente distintos: la búsqueda simple busca la expresión literal que se haya puesto en el cuadro, mientras que la búsqueda avanzada descompone la expresión y busca cada una de las palabras (de más de tres letras) que contenga. Por supuesto, esto retorna muchos más resultados que en la primera forma. Por ejemplo, si se busca en la misma base de datos la expresión "Iglesia católica" con el buscador simple, encontrará muchos menos resultados que si se lo busca en el avanzado, porque este último dirá todos los registros donde está la palabra Iglesia, más todos los registros donde está la palabra católica, juntos o separados.

Una forma de limitar los resultados es agregarle un signo + adelante de la palabra, por ejemplo "Iglesia +católica", eso significa que buscará los registros donde estén las dos palabras, aunque pueden estar en cualquier orden.
La búsqueda admite el uso de comillas normales para buscar palabras y expresiones literales.
La búsqueda no distingue mayúsculas y minúsculas, y no es sensible a los acentos (en el ejemplo: católica y Catolica dará los mismos resultados).

Un exorcismo silencioso y eficaz

19 de sep de 2016
Una reflexión sobre el demonio, del P. Cantalamessa, ofm, predicador de la Casa Pontificia

Entonces un hombre poseído por un espíritu inmundo se puso a gritar: ‘¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quien eres tu: el Santo de Dios’. Jesús, entonces, dijo: ‘Cállate y sal de él’. Y agitándose violentamente, el espíritu inmundo dio un fuerte grito y salió de él”.

¿Qué pensar de este episodio y de muchos otros acontecimientos análogos presentes en el Evangelio? ¿Existen aún los “espíritus inmundos”? ¿Existe el demonio?

Cuando se habla de la creencia en el demonio, debemos distinguir dos niveles: el nivel de las creencias populares y el nivel intelectual (literatura, filosofía y teología).

A nivel popular, o de las costumbres, nuestra situación el actual no es muy distinta de la Edad Media o de los siglos XIV-XVI, tristemente famosos por la importancia otorgada a los fenómenos diabólicos.

Ya no hay, es verdad, procesos de inquisición, hogueras para endemoniados, caza de brujas y cosas por el estilo; pero las prácticas que tienen en el centro al demonio están aun más difundidas que entonces, y no sólo entre las clases pobres y populares. Se ha transformado en un fenómeno social (¡y comercial!) de proporciones vastísimas.

Más aún, diría que cuanto más se intenta expulsar al demonio por la puerta, tanto más vuelve a entrar por la ventana; cuanto más se excluye la fe, tanto más prende la superstición.

Muy diferentes están las cosas en el nivel intelectual y cultural. Aquí reina ya el silencio más absoluto sobre el demonio. El enemigo ya no existe. El autor de la desmitificación, R. Bultmann, escribía: “No se puede recurrir en caso de enfermedad a medios médicos y clínicos, y al mismo tiempo creer en el mundo de los espíritus”.

Creo que uno de los motivos por los cuales muchos ven difícil creer en el demonio es porque se busca en los libros, mientras que al demonio no le interesan los libros, sino las almas, y no se le encuentra en los institutos universitarios, las bibliotecas y las academias, sino, precisamente, en las almas.

Pablo VI reafirmó con fuerza la doctrina bíblica y tradicional en torno de este “agente oscuro y enemigo que es el demonio”. Escribió, entre otras cosas: “El mal ya no es sólo una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad. Misteriosa y espantosa”.

También en este campo, con todo, la crisis no pasó en vano y sin traer incluso frutos positivos. En el pasado, con frecuencia se exageró al hablar del demonio, se le veía donde no estaba, se cometieron muchas ofensas e injusticias con el pretexto de combatirlo; se necesita mucha discreción y prudencia para no caer precisamente en el juego del enemigo.

Ver al demonio por todas partes no es menos erróneo que no verlo por ninguna. Decía Agustín: “Cuando es acusado, el diablo se pone contento. Es más, quiere que le acuses, acepta con gusto todas tus recriminaciones, ¡si esto sirve para disuadirte de hacer tu confesión!”.

Se entiende así la prudencia de la Iglesia al desalentar la práctica indiscriminada del exorcismo por parte de personas que no han recibido ningún mandato para ejercer este ministerio. Nuestras ciudades están llenas de personas que hacen del exorcismo una de las muchas formas de ganarse la vida, “deshaciendo” hechizos, males de ojo, mala suerte, negatividades malignas sobre personas, casas, empresas, actividades comerciales…

Sorprende que en una sociedad como la nuestra, tan atenta a los fraudes comerciales y dispuesta a denunciar casos de estafa y abusos en el ejercicio de una profesión, haya tantas personas dispuestas a creer en supersticiones como estas.

Un cristiano que vive su fe y se acerca a los sacramentos no necesita estas cosas. Muy al contrario:

Antes incluso que Jesús dijera algo ese día en la sinagoga de Cafarnaúm, el espíritu inmundo se sintió desalojado y obligado a salir descubierto. Era la “santidad” de Jesús que parecía “insoportable” al espíritu inmundo. El cristiano que vive en gracia y es templo del Espírito Santo lleva en sí un poco de esta santidad de Cristo, y es precisamente así como actúa, en los ambientes donde vive, como un silencioso y eficaz exorcismo.

Por Raniero Cantalamessa, ofm

fuente: Aleteia
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