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«Mira que estoy a la puerta y llamo,
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formación, reflexión y amistad en la fe, con una mirada católica ~ en línea desde el 20 de junio de 2003 ~
Documentación: Taciano: Discurso contra los griegos
Cf. Padres Apostólicos y Apologistas Griegos (S. II). Introducción, notas y versión española por Daniel Ruiz Bueno, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2002, pp. 1287 ss. (BAC 629). Cfr. Tatian. Oratio ad Graecos and Fragments. Edited and translated by Molly [...]

Whittaker, Oxford, Clarendon Press, 1982 (reimpresión: 2003), pp. 2 ss. Ofrecemos una versión revisada, con el agregado de subtítulos para facilitar la lectura del texto.
La versión que publicamos proviene del sitio del Monasterio Benedictino de Santa María de los Toldos (ver link)


Fuentes: MPG 6, CPG 1104


Otras obras del autor: Diatessaron, Fragmentos

Los griegos reclaman, sin razón, la invención de las artes

1. No se muestren tan hostiles hacia los bárbaros, oh griegos, ni juzguen desfavorablemente sus opiniones. Porque ¿qué institución entre ustedes no tuvo su origen de los bárbaros? Los más famosos entre los telmisios inventaron la adivinación por los sueños; los carios, la precisión por los astros; los vuelos de los pájaros los observaron primero los frigios y los más antiguos de entre los isaurios; los chipriotas hallaron el arte de sacrificar; los babilonios, la astronomía; los persas, la magia; la geometría los egipcios; el conocimiento de las letras los fenicios. Cesen, pues, de llamar invenciones a lo que son puras imitaciones. Porque la poesía y el canto se los enseñó Orfeo, y éste mismo, la iniciación en los misterios; los etruscos, la plástica; los egipcios, con sus tablas de los tiempos, a componer historias. De Marsias y Olimpo tomaron el arte de la flauta, y no obstante ser ambos frigios, con toda su rusticidad, lograron sacar armonía de la flauta de los pastores. Los tirrenos les enseñaron la trompeta; los cíclopes, a labrar metales, y a componer cartas, una mujer que, como dice Helánico, imperó en otro tiempo sobre los persas. Su nombre era Atosa. Depongan, por lo tanto, ese orgullo de ustedes y no echen por delante la elegancia de sus palabras, ustedes que, al alabarse a ustedes mismos, tienen para aplaudirlos a los de su propia casa. El hombre que posee inteligencia debe esperar el testimonio de los demás y concordar con ellos en la emisión de su discurso. Pero es el caso que sólo a ustedes ha acontecido que no coinciden ni en su manera de hablar.
Porque los dorios no hablan como los atenienses ni los eolios pronuncian como los jonios. Habiendo, pues, tan grande discusión entre ustedes en lo que no debiera haberla, yo me hallo en dudas sobre a quién deba darle el nombre de griego. Y lo más extravagante de todo es que han dado honor a expresiones de origen extranjero y, abusando de voces bárbaras, han convertido su lenguaje en una verdadera mezcla. Por ello hemos renunciado a la sabiduría de ustedes, por más que alguno de nosotros fue en ella muy ilustre. Porque, según el cómico, todo eso son "sarmientos secos, afectación palabrera, escuelas de golondrinas, corrompedores del arte" (Aristófanes, Las ranas, 93,93); y quienes ávidamente lo siguen, no saben sino gritar y graznar como muchos cuervos. Porque la retórica la han compuesto para la injusticia y la calumnia, vendiendo a precio de oro la libertad de sus discursos, y muchas veces lo que de pronto les parece justo, lo presentan luego como no bueno; y la poesía, para cantar las luchas y los amores de los dioses, y la corrupción del alma.

Los vicios y los errores de los filósofos

2. ¿Qué han producido, que merezca respeto, con su filosofía? ¿Quién de entre los que pasan por los más notables estuvo exento de arrogancia? Diógenes, que con la fanfarronada de su tonel ostentaba su independencia, se comió un pulpo crudo y, atacado de un cólico, murió de intemperancia (cf. Luciano de Samosata, El comercio de vidas, 10; Plutarco, Sobre el comer carne, I,6); Aristipo, paseándose con su manto de púrpura, se entregaba a la disolución con apariencias de gravedad; Platón, con toda su filosofía, fue vendido por Dionisio a causa de su glotonería. Y Aristóteles, que puso neciamente límite a la providencia y definió la felicidad por las cosas que él le gustaban, en contra de su deber como preceptor adulaba a Alejandro, olvidando que era sólo un muchacho; y él, mostrando lo bien que había aprendido las lecciones de su maestro, metió en una jaula a un amigo suyo por no haberle querido adorar, llevándolo por todas partes como a un oso o un leopardo. Por lo menos, obedecía muy puntualmente a los preceptos de su maestro, mostrando su valor y su virtud en los banquetes, y atravesando con su lanza al más íntimo y más querido de sus amigos, llorando luego y negándose a tomar alimento por simulación de tristeza, a fin de no atraerse el odio de los suyos (cf. Plutarco, Vida de Alejandro, 51 ss.; Séneca, Sobre la ira, III,17).
Pudiera también reírme de los que hasta ahora siguen las doctrinas de Aristóteles, quienes, afirmando que las cosas más acá de la luna carecen de providencia, no obstante estar ellos más cercanos a la tierra que la luna y más bajos que el curso de ésta, ellos proveen a lo que la providencia no alcanza; porque los que no tienen belleza, ni riqueza, ni fuerza corporal, ni nobleza de origen, no tienen tampoco, según Aristóteles, felicidad. Pues filosofen en hora buena tales gentes.

Los filósofos hacen el ridículo

3. No puedo aprobar a Heráclito cuando dice: "Yo me enseñaba a mí mismo", por ser autodidacta y arrogante. Ni le alabaría tampoco de que escondiera su poema en el templo de Artemis, para que luego su edición resultase misteriosa. Por cierto que los que se interesan en estas cuestiones dicen que, bajando allá el poeta trágico Eurípides, leyó el libro y de memoria propagó luego con todo empeño las tinieblas de Heráclito. Ahora bien, lo que puso en evidencia su ignorancia fue la manera como murió; porque, atacado de hidropesía, y tratando la medicina como la filosofía, se envolvió en estiércol de buey y, endurecido éste, le produjo convulsiones en todo su cuerpo y murió de espasmo (cf. Diógenes Laercio, IX,1,4). También debe rechazarse a Zenón, cuando afirma que por medio de la conflagración universal han de resucitar los mismos hombres para las mismas acciones: Anito y Meleto para acusar a Sócrates; Busiris para matar a sus huéspedes, y Heracles (Hércules) para repetir sus trabajos. Por cierto que, en la hipótesis de la conflagración, admite Zenón más malvados que justos, pues sólo hubo un Sócrates y un Heracles y otros por el estilo, porque los malos fueron más numerosos que los buenos. Puesto que, según él, Dios mismo aparecerá como autor del mal al tener que vivir en las alcantarillas, entre gusanos y malhechores. En cuanto a la charlatanería de Empédocles, las erupciones de Sicilia demostraron que, no siendo Dios, mentía diciendo que lo era (cf. Diógenes Laercio, VIII,2,11). Me río también de los cuentos de vieja de un Ferécides y de Pitágoras, que hereda su doctrina, y de cómo Platón, aunque algunos no lo quieran, imita al uno y al otro. Pues, ¿quién aprobaría a la cynogamya (unión cínica) de un Crates y no más bien, rechazando la hinchada charlatanería de sus secuaces, se volverá a buscar lo que es verdaderamente bueno? No se dejen, pues, arrastrar por estas solemnes asambleas de filósofos que no son filósofos, que dogmatizan cosas contradictorias y cada uno dice lo que le viene a la boca. Los choques que entre ellos se dan son muchos, pues el uno aborrece al otro, sentando doctrinas opuestas y, en su arrogancia, aspiran a los puestos más eminentes. Mejor fuera que, no anticipándose a la realeza, no halagaran a los que mandan, sino esperar a que los potentados se acercaran a ellos.

Los cristianos veneran sólo a Dios

4. ¿Por qué tienen empeño, oh griegos, en que, como en una lucha de pugilato, choquen contra nosotros los poderes civiles? Si yo no quiero someterme a las costumbres de ciertas gentes, ¿por qué he de ser aborrecido como el ser más abominable? El emperador manda que se le paguen tributos, y yo estoy dispuesto a pagarlos; mi amo me ordena que le esté sujeto y le sirva, y yo reconozco mi servidumbre. Porque al hombre se le ha de honrar como prójimo (cf. 1 P 2,17); pero temer, sólo hay que temer a Dios, que no es visible por ojos humanos ni por arte alguna comprensible. Sólo si se me manda negar a Dios, no estoy dispuesto a obedecer, sino que moriré antes, para no ser condenado por embustero e ingrato.
Nuestro Dios no tiene principio en el tiempo, siendo Él solo sin principio y, a par, principio de todo el universo. Dios es Espíritu (cf. Jn 4,24), pero no el que penetra por la materia, sino el Creador de los espíritus materiales, y de las formas de la materia misma; invisible e intangible, Él es padre de las cosas sensibles e invisibles. Por su creación le conocemos, y lo invisible de su poder, por sus criaturas lo comprendemos (cf. Rm 1,20). La obra que por amor mío fue por Él hecha, no la quiero adorar. El sol y la luna fueron hechos por causa nuestra; luego ¿cómo voy a adorar a los que están a mi servicio? ¿Cómo voy a declarar que son dioses la leña y las piedras?
Porque al mismo espíritu que penetra la materia, siendo como es inferior al Espíritu divino, y asimilado como está a la materia, no se le debe honrar a par del Dios perfecto. Tampoco debemos pretender ganar con regalos al Dios que no tiene nombre; pues el que de nada necesita, no debe ser por nosotros rebajado, cual si fuera un indigente. Quiero exponer con más claridad nuestra doctrina.

La doctrina de los cristianos. La creación


5. Dios era en el principio (Jn 1,1; cf. Gn 1,1); y nosotros hemos recibido la tradición que el principio estaba el poder del Verbo. Porque el Dueño del universo, que es por sí mismo soporte de todo, en cuanto la creación no había sido aún hecha, estaba solo; pero en cuanto estaba con Él todo poder sobre lo visible e invisible, todo lo estableció Él mismo y el Verbo que estaba en Él, por medio del poder del Verbo. Por su sola voluntad, sale el Verbo; y el Verbo, no salta en el vacío, sino que resulta la obra primogénita del Padre (cf. Col 1,15).
Sabemos que Él es el principio del mundo; pero se produjo no por división, sino por participación. Porque lo que se divide queda separado del origen; pero lo que se da por participación, tomando carácter de una dispensación, no disminuye la fuente de donde se toma. Porque a la manera que de una sola antorcha se encienden muchos fuegos, pero no por encenderse muchas antorchas se disminuye la luz de la primera, así también el Verbo, procediendo del poder del Padre, no dejó sin razón al que había engendrado. Es así que yo mismo estoy hablando y ustedes me escuchan, y, ciertamente, no porque mi palabra pase a ustedes me quedo yo vacío de palabras al conversar con ustedes, sino que al emitir mi voz, me propongo ordenar la materia que está en ustedes desordenada. Y a la manera que el Verbo, engendrado en el principio, después de engendrar nuestra creación mediante la fabricación de la materia por sí mismo, así yo, he sido reengendrado, a imitación del Verbo, y habiendo comprendido la verdad, trato de organizar la confusión de la materia, de cuyo origen participo. Porque no es la materia sin principio, como Dios, ni por ser principio es igual en poder a Dios, sino que ha sido creada, y no por otro ha sido creada, sino por el que es Creador de todas las cosas.

La resurrección del cuerpo

6. Por eso también creemos que ha de darse la resurrección de los cuerpos después de la consumación del universo; pero no a la manera como dogmatizan los estoicos, según los cuales las mismas cosas nacen y perecen después de determinados períodos cíclicos, sin utilidad ninguna; sino de una sola vez, totalmente acabados los tiempos que vivimos, se dará la resurrección de solos los hombres por razón del juicio. Entonces nos juzgarán no Minos ni Radamante, antes de cuya muerte, como dicen las fábulas, ningún alma era juzgada, sino que el juez es el mismo Dios que nos ha creado. Y por más que nos tengan por necios y charlatanes (cf. Hch 17,18), nada se nos importa de ello, después que hemos creído en esta doctrina. Porque a la manera que, no existiendo antes de nacer, ignoraba yo quién era, y sólo estaba latente en la sustancia de la materia física; a través de mi nacimiento yo, que antes no era, creí que existía; de la misma manera, al haber nacido, por la muerte dejaré de ser y otra vez desapareceré de la vista de todos; nuevamente volveré al estado previo de no existencia que precedió a mi nacimiento; y aun cuando el fuego destruya mi carne, el universo recibe la materia evaporada; y si desaparezco en los ríos o en el mar o soy despedazado por las fieras, quedo con todo depositado en los tesoros de un dueño rico. El pobre ateo desconoce estos depósitos; pero Dios, que es rey, cuando quiera restablecerá en su ser primero mi sustancia, que sólo para Él está visible.

La creación de los ángeles y de los hombres. La caída

7. El Verbo celestial, espíritu que viene del Espíritu y Verbo del poder del Verbo, a imitación del Padre que a Él le engendrara, hizo al hombre imagen de la inmortalidad, a fin de que, como en Dios se da la incorrupción, del mismo modo el hombre, participando de la herencia de Dios, posea el ser inmortal.
Ahora bien, el Verbo, antes de crear a los hombres, fue artífice de los ángeles, y una y otra especie de criaturas fue hecha libre, sin tener en sí la naturaleza del bien, que sólo Dios posee, sino que se cumple por los hombres gracias a su libre elección. De este modo, el malo es con justicia castigado, pues por su culpa se hizo malo; y el bueno merecidamente es alabado por sus buenas obras, pues, ejerciendo su libre albedrío, no traspasó la voluntad de Dios. Tal es nuestra doctrina sobre los ángeles y los hombres.
Pero como el poder del Verbo tenía en sí la presciencia de lo por venir, no por la fatalidad del destino, sino por la libre determinación de los que eligen, predijo los acontecimientos futuros, y por sus prohibiciones puso freno a la maldad, y alabó a los que perseveran en el bien. Sucedió, sin embargo, que a uno que, por ser criatura primogénita, aventajaba a los demás en inteligencia, le siguieron los hombres y los ángeles y le proclamaron dios, a aquel justamente que se había revelado contra la ley de Dios; y entonces el poder del Verbo desterró al archirebelde y a sus seguidores de la convivencia con Él. Así, el hombre, que había sido creado a imagen de Dios, al apartarse de él el espíritu más poderoso, devino mortal; y el que fuera primogénito, por su transgresión y su rebelión fue declarado demonio, junto con todos los que habían seguido su ejemplo. Y los que imitaron sus fantasías formaron el ejército de los demonios, los cuales, por razón de su libre albedrío, fueron entregados a su propia insensata locura.

Contra la mitología y la astrología

8. Los hombres se convirtieron en el objeto de la apostasía de los demonios, porque habiéndoles mostrado, como los que juegan a los dados, el mapa de las constelaciones, introdujeron el factor del destino, muy injusto por cierto; porque conduce tanto al que juzga como al que es juzgado adonde están hoy; y los que asesinan y sus víctimas, los ricos y los pobres, todos son hijos del destino; y todo nacimiento, como en función de teatro, procura placer a los demonios, entre los cuales, como dice Homero: "Carcajada inextinta se levantó entre los dioses bienhadados" (Ilíada 1,599; Odisea 8,326).
Los que están contemplando las luchas cuerpo a cuerpo, favoreciendo uno a uno y otro a otro, el que se casa y corrompe a los jóvenes, adultera, ríe, se irrita, huye de la batalla, y es herido, ¿cómo no ha de tenérsele por mortal? Porque por las mismas acciones por las que los dioses mostraron a los hombres de qué naturaleza eran, los demonios incitaron a los que las oían a practicar cosas semejantes (por no decir nada de su misma sujeción al destino, con Zeus su capitán a la cabeza, cayeron también bajo la influencia de las mismas pasiones huamanas). Por otra parte, ¿cómo honrar a aquellos entre quienes reina tal contrariedad de pareceres? Porque Rea, a quien llaman Cibeles los habitantes de las montañas de Frigia, a causa de su querido Atis, puso por ley la mutilación de los órganos viriles; Afrodita, en cambio, se complace en los brazos del matrimonio; Artemisa se da a la hechicería; Apolo, a la medicina. Después de cortada la cabeza de Gorgo, la querida de Poseidón, de la que brotó el caballo Pegaso y Crisaor, Atenea y Asclepio se distribuyeron las gotas de la sangre; éste curaba con ellas, y Atenea, fabricante de la guerra, con la misma sucia sangre asesinaba hombres. Yo creo que los atenienses, no queriéndola deshonrar, atribuyen el fruto de su unión con Hefesto a la tierra, para que no se piense que, como Atalanta por Meleagro, así fue Atenea privada de su hombría por Hefesto. Porque es natural que el lisiado de ambos pies, que fabrica broches y flexibles brazaletes, engatusara con estos mujeriles adornos a la niña huérfana de madre. Poseidón es navegante; Ares se complace en las guerras; Apolo tañe la citara; Dionisio es tirano de los tebanos; Crono, tiranicida; Zeus se une con su propia hija y ésta concibe de su padre. Testimonio me dará ahora Eleusis y la mística serpiente, y Orfeo que grita: "Cierren las puertas a los profanos" (Orphicorum fragmenta, fr. 334; ed. O. Kern, Berlin 1922).
Aidoneo (= Hades) rapta a Koré y sus hechos se han convertido en misterios. Demetra llora a su hija, y muchos se dejan engañar por los atenienses. En el precinto del hijo de Leto, hay un punto que se llama el Ombligo, y el Ombligo es el sepulcro de Dioniso. Ahora te alabo a tí, oh Dafne, que, después de vencer la lujuria de Apolo, confundiste sus artes adivinatorias, pues al no saber de antemano lo que había de ser de ti, de nada le sirvió su arte. Dígame ahora el Flechador certero (Apolo) qué le hizo Zéfiro a Jacinto. Zéfiro lo venció. En palabras del trágico: "Un soplo de viento es el carro más preciado para los dioses" (Adespoton tragicum565; Tragicorum Graecorum Fragmenta; ed. A. Nauck, Hildesheim 1964, 2da. ed.). Vencido por un momentáneo soplo de viento, Apolo perdió a su amado.

Somos superiores al destino

9. Tales son los demonios que desafiaron al destino. Su primer principio fue el don de la vida. Porque los que se arrastran por la tierra, los que nadan en las aguas y los que en los montes andan a cuatro patas, con los que ellos pasaron su vida al ser expulsados de la vida del cielo; a todos ésos tuvieron por dignos del honor celestial, parte para hacer creer que viven ellos todavía en el cielo, para justificar como racional, por su colocación en las estrellas, su irracional conducta sobre la tierra. Así, el activo y el perezoso, el continente y el intemperante, el rico y el pobre, todos pertenecen a quienes ordenaron sus nacimientos. Porque la configuración del circulo del Zodíaco es una obra de los dioses; y cuando la luz de uno de ellos está en ascenso, mientras dura, triunfa sobre la mayoría, hasta que el ciclo lleve al que ahora es vencido a vencer de nuevo; pero los que se divierten con ellos son los siete planetas, como quienes juegan a los dados. Pero nosotros somos superiores al destino y, en vez de demonios errantes, hemos conocido a un solo Señor inerrante; no somos conducidos por el destino y hemos rechazado a sus legisladores. Dime, en el nombre de Dios: "¿Triptolemo sembró el trigo, y después de su duelo se convierte Demetra en bienhechora de los atenienses? Entonces, ¿por qué antes de perder a su hija no fue bienhechora de los hombres? En el cielo se puede ver el perro de Erigona, y el escorpión que ayudó a Artemisa, y el centauro Quírón, y la mitad de Argos, y el oso de Calisto. Entonces, ¿cómo estaba el cielo en desorden antes de ser colocados esos cuerpos en sus preordenados puestos? ¿A quién no ha de parecerle ridículo que el Triángulo (es decir, en forma de delta) se haya puesto entre los astros, según unos por la forma de Sicilia y, según otros, por ser la primera letra del nombre de Zeus? ¿Por qué entonces no son también honradas en el cielo Cerdeña y Chipre? ¿Por qué no se han puesto también entre los astros los monogramas de los hermanos de Zeus, que se repartieron con él los reinos? ¿Cómo, en fin, Cronos, que fue encadenado y expulsado de su reino es constituido administrador del destino? ¿Cómo puede dar reinos el que ya no es rey? Depongan, pues, tanta necedad y no cometan un crimen odiándonos injustamente.

Las metamorfosis de los dioses

10. Se atribuyen a los hombres fabulosas transformaciones; pero entre ustedes se transforman hasta los dioses. Rea se convierte en un árbol y Zeus en serpiente a causa de Perséfone; las hermanas de Faetonte, en álamos, y Leto en una vulgar codorniz, por la que la isla de Delos se llama actualmente Ortigia. Dime: ¿acaso Dios se convierte en un cisne, o toma la forma de águila, o por tener de copero a Ganímedes, se jacta de su pederastia? ¿Por qué dar yo culto a dioses sobornables por regalos y que, si no los reciben, se irritan? Que se queden ellos con su destino: yo no estoy dispuesto a rendir culto a los planetas. ¿Qué es eso de los rizos de Berenice? ¿Dónde estaban las estrellas de su constelación antes de morir ella? ¿Fue el fallecido Antínoo colocado en un santuario en la luna por ser un muchacho hermoso? ¿Quién le subió allá? Seguramente alguno que se reía de los dioses, dijo, con perjurio pagado, que le había visto subir al cielo, como los emperadores, y su historia fue creída; y, por haber hecho dios a un semejante a sí mismo, fue tenido por merecedor de honor y de premio. ¿Con qué derecho han despojado a mi Dios? ¿Por qué deshonran su creación? Sacrificas una oveja y a la misma la adoras. El toro está en el cielo y tú degüellas a su imagen. El Arrodillado (= Hércules) aplasta un monstruo horrible, y, en cambio, se tributa honor al águila que devora a Prometeo, plasmador del género humano. El cisne es exaltado por haber sido adúltero; también son exaltados los Dioscuros, que raptaron a las hijas de Leucipo, que comparten honores en días alternos; aún mejor es Helena, que abandonó a Menelao, el de blonda cabellera (cf. Homero, Odisea 15,133), y siguió a Paris, que usaba una diadema y era rico en oro; justo y sabio fue el que trasladó a esta ex ramera a los campos Elíseos. Incluso la hija de Tíndaro fue inmortalizada, y con razón Eurípides introdujo su muerte, llevada a cabo por Orestes (cf. Eurípides, Orestes 1423; 1633-1637).

El pecado de los hombres

11. ¿Cómo voy a aceptar la doctrina del destino del nacimiento, cuando veo cómo son sus administradores? Yo no deseo ser rey; no quiero ser rico; no busco el mando militar; la fornicación, la aborrezco; no me dedico a la navegación llevado por la codicia; no soy atleta para ser coronado; ni estoy atormentado por la ambición; desprecio la muerte, me pongo por encima de toda enfermedad, no dejo que la tristeza consuma mi alma. Si soy esclavo, soporto la esclavitud; si soy libre, no me enorgullezco de mi buen nacimiento. Veo que el sol es el mismo para todos, una sola también la muerte, sea a través del placer o de la indigencia. El rico siembra, y el pobre participa de la misma cosecha. Mueren los ricos, y el mismo término de la vida tienen los mendigos. El rico ambiciona más y a través de su crédito comercial goza de buena reputación; sin embargo, el humilde pobre, que no desea más que lo que está a su alcance, lleva una vida más tranquila. ¿Para qué rezas si controlas el destino, y pasas la noche en vela llevado de la avaricia? ¿Por qué, por cumplir tu destino, mil veces presa de tus instintos, mil veces te me mueres? Muere al mundo, desechando su locura; vive para Dios (cf. Col 2,20; Rm 6,10), rechazando por medio de su conocimiento tu viejo horóscopo. No fuimos creados para la muerte, sino que morimos por nuestra propia culpa. La libertad nos perdió; esclavos quedamos los que éramos libres; por el pecado fuimos vendidos (cf. Rm 7,14). Nada malo fue hecho por Dios; fuimos nosotros los que produjimos la maldad; pero los que la produjimos, somos también capaces de rechazarla.

Las dos especies de espíritus

12. Conocemos dos especies diferentes de espíritus: uno, que se llama alma, y otro que es superior al alma, por ser imagen y semejanza de Dios. Uno y otro se daban en los primeros hombres, para que fueran parte del mundo material, y al mismo tiempo superiores a él. Esto se explica así: toda la construcción del mundo y la creación entera, deriva de la materia, y ésta misma ha sido producida por Dios; en lo que hay que pensar que, antes de separar los elementos de ella, la materia estaba indefinida e informe; pero, después de la división, quedó ordenada y bella. Es, pues, por división que los cielos derivan de la materia, y lo mismo sus estrellas; y la tierra y todo viviente que sobre ella se produce, tiene la misma constitución, de suerte que es común el origen de todos. Pero, aun siendo ello así [es decir: porque todo ha sido dividido], hay ciertas diferencias en las cosas materiales, de modo que unas son particularmente bellas; otras, aunque son también bellas, quedan por bajo de superiores bellezas. Porque a la manera que el cuerpo es de constitución única y una misma la causa de su existencia y, aun siendo ello así, se dan en él diferencias de honor. Uno es, en efecto, el ojo; otro, la oreja; otro, el ornamento de los cabellos, o la disposición de las entrañas, o la conjunción de la médula, los huesos y los nervios; pero aún siendo una parte diferente de otra, hay armonía entre ellas por una dispensación de concordia; de semejante manera, también el mundo, según el poder del que lo hizo, tiene unos elementos más espléndidos y otros menos, y, por voluntad de su Creador, recibió parte del espíritu material. Esto, en sus pormenores, le será posible entenderlo a quien vanamente no desprecie las divinísimas enseñanzas inspiradas, que fueron según los tiempos consignadas por escrito y han hecho absolutamente gratos a Dios a quienes las estudiaron.
Igualmente, también los que ustedes mismos llaman demonios, por tener la constitución de la materia y poseer el espíritu que de ella procede, se convirtieron en lujuriosos y codiciosos; pues sólo algunos de ellos se dirigieron a lo más puro, mientras otros escogieron lo inferior de la materia y llevaron conducta conforme a ella. Éstos, hombres de Grecia, son los que ustedes adoran, a pesar de que fueron hechos de materia y fueron hallados muy lejos de toda disciplina. Porque los antedichos, entregados por su locura a la vanagloria y rebeldes, se decidieron a ser salteadores de la divinidad. Pero el Señor del universo permite su soberbia hasta que el mundo, llegado a su término, se disuelva y venga el juez. Entonces, todos los hombres que, a pesar de la rebelión de los demonios, han aspirado al conocimiento del Dios perfecto, recibirán en el día del juicio, a causa de sus mismas luchas, un elogio más perfecto.
Hay, pues, espíritu en las estrellas, espíritu en los ángeles, espíritu en las plantas y en las aguas, espíritu en los hombres, espíritu en los animales; con todo, siendo uno y el mismo, contiene en sí diferencias. Nosotros decimos esto, no por habladurías, ni por meras razones probables, ni por inteligentes especulaciones o construcciones, sino valiéndonos de discursos de más divino significado, los que quieran aprender, acérquense a toda prisa. Los que no desdeñan ni al escita Anacarsis, tampoco desprecien ahora el ser instruidos por quienes profesan una religión bárbara. Hagan de nuestras creencias siquiera el uso que hacen de la mántica Babilonia; escúchennos a nosotros por lo menos como escuchan a la encina fatídica, sí bien todo eso son invenciones de demonios extraviados; pero las doctrinas de nuestra instrucción están por encima de la comprensión mundana.

La teoría del alma inmortal

13. No es, oh hombres de Grecia, nuestra alma inmortal por sí misma, sino mortal; pero capaz es también de no morir. Muere, en efecto, y se disuelve con el cuerpo, si no conoce la verdad; pero resucita nuevamente con el cuerpo al fin del mundo, para recibir, por castigo, la muerte en la inmortalidad. A la vez, no muere, por más que con el cuerpo se disuelva por un tiempo, si obtuvo el conocimiento de Dios. Porque, de suyo, el alma es tinieblas y no hay luz en ella, y esto indudablemente significa la palabra: "Las tinieblas no comprenden la luz" (Jn 1,5). No es, en efecto, el alma la que salva al espíritu, sino que es preservada por él; y la luz comprendió a las tinieblas en el sentido que el Verbo es la luz de Dios, y el alma ignorante, tinieblas. Por eso, cuando vive sola, se inclina hacia abajo, hacia la materia, muriendo juntamente con la carne; pero formando pareja con el espíritu divino, ya no carece de ayuda y se levanta a las regiones adonde el Espíritu la guía. Porque la morada del Espíritu está en lo alto; pero el origen del alma es de abajo. Ahora bien, originariamente, el espíritu habitaba junto con el alma; mas al no querer seguirle, el espíritu la abandonó; y ella, que conservaba como un destello de su poder, pero que por la separación ya no era capaz de contemplar lo perfecto, y en su búsqueda de Dios, se extravió haciéndose una muchedumbre de dioses, siguiendo a los demonios y sus hostiles maquinaciones. El espíritu de Dios no es dado a todos, sino que sólo mora sólo con algunos que viven justamente y, estrechamente abrazado con el alma, por medio de predicciones, les revela a las demás almas lo que estaba escondido; y las almas que obedecen a la sabiduría, a sí mismas se atraen el espíritu que les es congénito; pero las que no le obedecen, sino que rechazan al que es el siervo del Dios que ha sufrido, claramente se muestran enemigas de Él, en vez de religiosas.

Los demonios deben ser castigados más severamente que los hombres

14. Tales son también ustedes, oh Griegos, pueblo de elegantes palabras, pero de ideas bizarras; pues han llegado a preferir la soberanía de muchos (dioses) en lugar de la de un solo (Dios), y se han acostumbrado a seguir a los demonios como si fueran poderosos. Porque a la manera como los salteadores, por su inhumanidad, suelen con audacia dominar a sus semejantes, así también los demonios, después de sumir sus almas abandonadas en los vicios, las han engañado por medio de ignorancias y fantasías. Cierto que los demonios no mueren fácilmente, exentos como están de carne; pero, viviendo, practican acciones de muerte y tantas veces mueren también ellos cuantas enseñan a pecar a los que les siguen; de modo que en lo que ahora aventajan a los hombres, por no morir de modo semejante a ellos, eso mismo les será más amargo al llegarles la hora del castigo; pues no tendrán parte en la vida eterna, y en lugar de la muerte recibirán como tormento la inmortalidad . Al igual que nosotros, para quienes el morir es ahora tan fácil, recibiremos luego la inmortalidad junto con el goce, o la pena junto con la inmortalidad, así los demonios que abusan de la presente vida para pecar en todo momento, y que durante toda la vida están muriendo, tendrán luego la misma inmortalidad que los hombres que deliberadamente llevaron a cabo cuanto ellos les pusieron por ley el tiempo que vivieron. Y nada digamos de que, entre los hombres que les siguen, se dan menos especies de pecados por razón de que no viven largo tiempo, mientras en los predichos demonios el pecar se prolonga mucho más por lo indefinido de su vida.

Necesidad de la unión con el Espíritu Santo

15. Es preciso, pues, que en adelante busquemos nuevamente aquello que ya tuvimos, pero lo perdimos: unir nuestra alma con el Espíritu Santo y ocuparnos en la unión mandada por Dios. Ahora bien, el alma de los hombres se compone de muchas partes, no de una sola, porque es compuesta, de modo que se manifiesta por medio del cuerpo. Porque ni el alma podría por sí misma aparecer jamás sin el cuerpo, ni resucita tampoco la carne sin el alma. Porque el hombre no es, como enseñan los de la voz de cuervos, animal racional, capaz de inteligencia y ciencia, pues según ellos se demostrará que también los irracionales son capaces de inteligencia y ciencia. Pero sólo el hombre es imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26. 27; Ef 2,21. 22), y llamo hombre no al que cumple acciones semejantes a los animales, sino al que, yendo más allá de su humanidad, llega hasta el mismo Dios. Sobre este punto hemos tratado nosotros mismos más detenidamente en nuestro tratado "Sobre los animales"; lo que ahora nos interesa es qué se entiende por imagen y semejanza de Dios. Ahora bien, lo incomparable no es otra cosa que el ser en sí mismo, y lo que se compara tampoco es otra cosa que el ser semejante. Pues bien, el Dios perfecto está exento de carne; el hombre, empero, es carne; el vínculo de la carne es el alma, pero es la carne la que contiene al alma. Y si semejante estructura es como un templo, Dios quiere habitar en él por medio del Espíritu (cf. 1 Co 3,16; 6,19; 2 Co 6,16), que es su legado; pero si no es tal santuario, el hombre no es superior a las bestias más que por su voz articulada; en lo demás, no siendo imagen de Dios, su vida no se diferencia de la de ellas. Los demonios, en cambio, ninguno tiene ni una partícula de carne, sino que poseen estructura espiritual, como de fuego o de aire. Desde luego, sólo a quienes custodia el espíritu de Dios son visibles los cuerpos de los demonios: a los otros, quiero decir, a los psíquicos (cf. 1 Co 2,14), en modo alguno, pues lo inferior no tiene fuerza para comprender lo superior. Ésta es, desde luego, la razón por qué la sustancia de los demonios no admite lugar a penitencia, pues son reflejos de la materia y de la maldad, y la materia quiso dominar al alma. Conforme a su libre albedrío, los demonios dieron a los hombres leyes de muerte; pero los hombres, después de la perdida de la inmortalidad, con su muerte por la fe, vencieron a la muerte; y, por medio de la penitencia, se les dio una vocación, según la palabra que dice: "Por un poco de tiempo fueron hechos inferiores a los ángeles" (Sal 8,5-6; Hb 2,7. 9). Porque posible es a todo el que ha sido vencido, vencer él a su vez, con tal de rechazar la constitución de la muerte, y cuál sea ésta, fácil es de ver en aquellos hombres que desean la inmortalidad.

Los demonios hacen un vano despliegue de poder

16. Los demonios, que dominan sobre los hombres, no son las almas de los hombres. Porque ¿cómo pueden ser capaces de acción después de muertos? A no ser que se crea que un hombre es, mientras vive, necio y débil, pero, una vez muerto, adquiere un poder más eficaz. Pero ni esto es así, como en otro lugar hemos demostrado, ni es fácil comprender cómo el alma inmortal, impedida por los miembros del cuerpo, se haga más sabia cuando de él se separa. Son los demonios los que por su maldad se ensañan con los hombres, y con variadas y engañosas maquinaciones pervierten los pensamientos de los hombres, ya de suyo inclinados hacía abajo, para hacerlos incapaces de emprender su marcha de ascensión hacia los cielos. Pero ni a nosotros se nos ocultan las cosas del mundo ni a ustedes les ha de ser difícil comprender las divinas, con tal de que a ustedes llegue el poder del que hace inmortales las almas.

Los demonios también son vistos por los hombres psíquicos (cf. 1 Co 2,14-15), cuando ellos se muestran a sí mismos a los hombres, bien para ser tenidos en algo, bien para hacerles algún daño como a enemigos -pues son amigos de muy malas intenciones-, bien para animar a los que son semejantes a ellos a que les den culto. Si estuviera en su poder, seguramente hubieran echado el cielo abajo, junto con el resto de la creación, mas en realidad ellos no hacen nada de esto porque no tienen el poder; pero con la materia inferior hacen la guerra a la materia semejante a ellos. Si alguien desea, pues, dominarlos, debe rechazar a la materia. Armado con la coraza del espíritu celestial (cf. Ef 6,11 ss.; 1 Ts 5,8), podrá proteger todo lo que esté recubierto por ella.

Ahora bien, hay enfermedades y desórdenes en nuestra propia materia, y los demonios se los atribuyen siempre que ocurren, y siguen a la enfermedad allí donde ataque. A veces también, sacuden el sistema corporal con un ataque de su propia locura, y luego, profundamente afectados por una palabra del poder de Dios, huyen temerosos y el enfermo queda curado.

Los demonios le prometen la salud a sus devotos

17. Ahora bien, en lo que concierne a las simpatías y antipatías de Demócrito, ¿qué tenemos para decir salvo que, conforme al dicho que es usual, el hombre de Abdera habla como un simplón de dicha ciudad (lit: abderológos)? Del mismo modo que el hombre del cual surge el nombre de la ciudad, el amigo de Heracles (= Hércules), según dicen, fue devorado por los caballos de Diomédes, así también a aquel que se jacta del mago Ostánes se lo entregará para que sea devorado por el fuego eterno el día de la consumación. Y ustedes, si no cesan de reír, sufrirán el mismo castigo que los hechiceros. Por lo tanto, oh Griegos, escúchenme cuando realice mi convocatoria desde la plataforma, y no transfieran su propia irracionalidad al heraldo de la verdad a modo de burla. Una enfermedad no se destruye con la antipatía, ni se cura a un loco usando amuletos. Hay ataques de los demonios, y al enfermo y al que afirma estar enamorado, al que odia y al que busca venganza, los utilizan como sus ayudantes. El modo de su artificio es el siguiente: de la misma manera que los caracteres de las letras y las líneas que se forman a partir de ellas no pueden por sí mismas explicar el significado que tienen por medio de su distribución, sino que los hombres han creado para ellos símbolos para expresar sus pensamientos y, a partir de la naturaleza de estas combinaciones, descubren cómo se ha determinado el significado de la palabra, así también ni las variedades de raíces ni las aplicaciones de nervios y huesos son eficaces por sí mismos; son la materia elemental de la maldad de los demonios, que produce efectos en las áreas en las que han decidido que cada uno de ellos sea individualmente poderoso. Y apenas ven que los hombres han aceptado sus servicios utilizando estos medios, los seducen y los convierten en sus esclavos. ¿Cómo podría considerarse bueno colaborar en actos de adulterio? ¿Cómo puede ser virtuoso acudir en auxilio de quienes odian? ¿O cómo puede ser que se considere correcto atribuir a la materia, en lugar de a Dios, la ayuda brindada a los locos? Su habilidad consiste en alejar a los hombres del servicio de Dios y maquinar para que confíen en las hierbas y raíces. Si Dios hubiera provisto a los hombres de estas cosas concediéndoles sus deseos, hubiera sido responsable de haber creado el mal, y en cambio él mismo creó todo lo que es bueno en algún grado, pero el desenfreno de los demonios utilizó las cosas del mundo para hacer el mal, y esta forma de maldad procede de ellos y no del Dios perfecto. Porque ¿cómo es posible que, no habiendo yo sido absolutamente malo mientras estaba vivo, sin embargo, cuando estoy muerto, sin ninguna colaboración de mi parte, mis restos mortales, que carecen tanto de movimiento como de percepción, puedan hacer algo efecto perceptible? ¿Cómo podrá el que ha sufrido la muerte más digna de compasión ayudar a castigar a alguien? Si él pudiera, preferiría mucho más vengarse de su propio enemigo; ya que, si puede ayudar a otros, mucho más se vengará a sí mismo.

Los demonios engañan, no curan

18. El arte de los medicamentos en todas sus formas se debe al mismo tipo de maquinación artificial. Si alguien se cura por la materia porque confía en ella, se curará mucho mejor si confía en el poder de Dios. Así como los venenos son mezclas materiales, los remedios también son de la misma naturaleza. Podemos rechazar la materia más vil y, sin embargo, en la práctica algunos a menudo se ponen a curar mezclando un mal con otro, usando medios malos para producir el bien. Del mismo modo que un hombre que ha comido con un bandido comparte con él su castigo, por haber compartido su comida, aunque él mismo no sea un bandido, así también el Divino Juez castigará por su asociación al hombre que no es malo en sí mismo pero se junta con malas compañías y las utiliza para fines que supuestamente son buenos. ¿Por qué el hombre que pone su fe en el sistema material es renuente a confiar en Dios? ¿Por qué motivo ustedes no recurren al Señor del poder superior sino que eligen, en cambio, curarse a sí mismos como un perro con pasto, o un ciervo con una serpiente, o un puerco con cangrejos de río, o un león con monos? ¿Por qué, díganme, convierten en dioses a las cosas de este mundo? ¿Por qué se los considera benefactores si curan a su vecino? Sigan el poder del Verbo. Los demonios no curan sino que toman a los hombres prisioneros por medio de artilugios. El muy admirable Justino tenía razón en afirmar que los demonios son como bandidos (pasaje que no se encuentra en las obras conocidas de san Justino); porque del mismo modo que los bandidos tienen el hábito de tomar prisioneros a los hombres y luego liberarlos a sus familias a cambio de un pago, así también aquellos supuestos dioses visitan los cuerpos de los hombres, y luego, en sueños, crean la impresión de su presencia y ordenan a sus víctimas que se presenten públicamente a la vista de todos. Y una vez que han disfrutados sus alabanzas, salen volando de los enfermos poniendo fin a la enfermedad que ellos mismos causaron y restituyendo a los hombres a su primer estado.

Crítica de la filosofía, los oráculos y la mitología

19. Pero ustedes, que no tienen comprensión de estas cosas, apréndanlas de nosotros que las sabemos, cuando dicen que desprecian la muerte y practican la frugalidad. Porque sus filósofos están tan lejos de semejante ascesis, que algunos reciben anualmente del emperador romano seiscientas monedas de oro, que no tienen otra finalidad útil sino que ni su misma larga barba la lleven gratis. Por lo menos, Crescente, el que puso su nido en la gran ciudad (cf. Platón, LeyesXII,949C), sobrepujaba a todos en pederastía y era muy adicto a la avaricia; el que aconsejaba despreciar la muerte, de tal manera la temía él mismo, que maquinó dársela a Justino, y lo mismo también a mí, como si fuera un mal, porque, predicando aquél la verdad, desenmascaraba a los filósofos como unos glotones y embaucadores (cf. Justino, Apología, II,8[9]). ¿Y quién debía acusar al filósofo, sino precisamente ustedes? De ahí que si dicen, coincidiendo con nuestras doctrinas, que no hay que temer la muerte, como Anaxarco, no busquen la muerte por una loca pasión de fama, sino háganse despreciadores de la muerte por motivo del conocimiento de Dios. Porque la estructura del mundo es buena, pero la conducta que en él se lleva es mala; y es fácil ver cómo en la asamblea pública buscan los aplausos los que no conocen a Dios. ¿Qué es la adivinación? ¿Cómo te dejas extraviar por ella? Es tu servidora para obtener ventajas mundanas. Quieres hacer la guerra y tomas a Apolo por consejero de tus matanzas. Quieres raptar a una doncella y te propones que venga en tu ayuda el poder demoníaco. Estás enfermo por culpa tuya, y como Agamenón pedía diez consejeros (cf. Homero, Ilíada, 2,372), así quieres que estén a tu lado otros tantos dioses. Una mujer que bebe agua se enloquece y por los perfumes del incienso sale de sí misma, y tú dices que adivina. Profeta fue Apolo y maestro de adivinos, y, sin embargo, Dafne lo engañó. Dime esto: ¿conque una encina adivina y unos pájaros predicen el futuro, y tú estás por debajo de plantas y de pájaros? Luego sería bueno que tú te convirtieras en un árbol profético y tomaras las alas de los pájaros del aire. El que te hace avaro, ése también te vaticina sobre enriquecerte; el que suscita sediciones y batallas, ése mismo te profetiza la victoria de la guerra. Si te hicieres superior a tus pasiones, despreciarás todo lo que hay en el mundo.

Tales somos nosotros y no deben aborrecernos, sino más bien, desechados los demonios, seguir al único Dios. Todo fue hecho por El, y sin Él nada fue hecho (Jn 1,3); y sí en lo creado hay algo perjudicial, ello ha sobrevenido por nuestros pecados. Puedo demostrarles toda la economía de ello; ustedes escúchenme, y el que me crea lo comprenderá.

La caída y el fin del mundo

20. Aun cuando te cures por medicamentos (sólo por cortesía te lo concedo), tienes también que dar testimonio a Dios. Porque todavía nos arrastra hacia abajo el mundo, y mi debilidad me empuja hacia la materia. Las alas del alma son el espíritu perfecto, pero el alma fue arrojada fuera por el pecado, quedó aleteando como un polluelo y cayó por la tierra, y, por haber perdido la convivencia celestial, deseó la convivencia de las cosas inferiores. Porque fueron arrojados de su morada los demonios y aquellos creados primero desterrados; aquellos fueron expulsados del cielo; éstos, pero no de tierra como ésta, sino de otra de mejor constitución. Y es menester que nosotros, anhelando en adelante nuestra antigua condición, rechacemos todo lo que nos resulte impedimento para recuperarlo. Porque no es infinito el cielo, oh hombre, sino finito y limitado; pero lo que está más allá de él son mundos (eones) mejores, que no sufren la variedad de estaciones, por las que se producen toda suerte de enfermedades. Allí se goza de un completo buen clima, de día que no tiene término y de luz inaccesible a los hombres de aquí bajo. Ahora bien, los que compusieron las geografías describieron las regiones, según lo que es posible al hombre; pero de los lugares del más allá, como no eran capaces de explicarlos, por no caer bajo la observación, afirmaron que había flujos y reflujos; de los mares, unos dijeron que eran algosos, otros barrosos; de los lugares, unos abrasados por el calor, otros helados por el frío. Pero nosotros hemos aprendido lo que ignorábamos de los profetas, los cuales estaban persuadidos que el espíritu juntamente con el alma obtendría la vestidura celestial de la mortalidad, es decir, la inmortalidad (cf. 2 Co 5,2-4); y así predijeron lo que las otras almas no sabían. Es posible, sin embargo, a todo el que de sí mismo se despoja, poseer ese sobre adorno del espíritu y volver al primitivo parentesco con él.

Crítica de la mitología. Defensa de la Encarnación

21. Porque no estamos locos, oh helenos, ni predicamos tonterías, cuando anunciamos que Dios apareció en forma humana. Ustedes, que nos insultan, comparen sus mitos con nuestras narraciones. Deífobo, como cuentan, era la misma Atenea, para burlar a Héctor (cf. Homero, Ilíada 22,226-227). Por Admeto, Febo, el de la larga cabellera, se dedicó a apacentar bueyes de retorcido paso; y la esposa de Zeus se presentó a Sémele como una mujer anciana. Los que en tales cuentos se entretienen, ¿cómo pueden burlarse de nosotros? Murió su (dios) Asclepio, y el que en una sola noche violó en Tespias a cincuenta doncellas, murió entregándose a sí mismo por pasto de las llamas (Hércules; cf. Pausanias, Descripción de Grecia, IX,27,7). Prometeo, encadenado en el Cáucaso, sufre el castigo por el beneficio hecho a los hombres. Envidioso es, según ustedes, Zeus, y manda un sueño engañoso cuando quiere perder a los hombres (cf. Esquilo, Prometeo encadenado, 231-233, 485-486). Por lo tanto, miren a sus propios recuerdos y acéptennos por lo menos por inventar fábulas semejantes a las de ustedes. Nosotros no somos insensatos; pero ustedes dicen necedades. Si sostienen que los dioses tienen origen, afirman también que son mortales. ¿Cómo es que ahora ya no concibe Hera? ¿Es que se ha hecho vieja, o ella no tiene quien se los venga a anunciar? Créanme ahora a mí, oh helenos, y dejen de explicar alegóricamente sus mitos y sus dioses. Porque si tratan de hacer eso, sus dioses son destruidos no sólo por nosotros, sino también por ustedes. Porque o los demonios son como ustedes los describen, y entonces son de condición perversa; o, trasladados a un plano más natural, ya no son seres sobrehumanos, como ustedes los presentan; y adorar la sustancia de elementos materiales, ni yo me persuadiría jamás a ello, ni trataría jamás de persuadir a mi prójimo. Metrodoro de Lámpsaco, en su libro sobre Homero, discute con harta necedad, reduciéndolo todo a alegoría. Porque allí dice que ni Hera ni Atenas ni Zeus son los que piensan los que les levantan templos y santuarios, sino fuerzas de la naturaleza y ordenaciones de los elementos. Y de la misma naturaleza dirán que son, lógicamente, Héctor, Aquiles y Agamenón, en una palabra, los griegos y bárbaros todos juntamente con Helena y Paris. Sólo fueron incluidos en el poema por la disposición de la composición, no porque ninguno de estos seres humanos haya jamás existido. Advierto que todo esto lo he adelantado por necesidad de la argumentación, pues de suyo no es ni reverente comparar nuestra idea de Dios con los que se revuelcan en el fango de la materia.

Contra el teatro, la danza y la mímica

22. ¿Cuál es la calidad de sus enseñanzas? Sus festivales oficiales son ridículos, y celebrados en honor de los perversos demonios, conducen a los hombres al deshonor. He visto muchas veces a cierto hombre, y viéndole me maravillé, pero tras maravillarme, lo desprecié, cómo era uno por dentro y mentía por fuera lo que no era: en extremo afeminado y realizando todo tipo de delicados gestos; unas veces le relampagueaban los ojos, otras gesticulaba ágilmente con las manos; ora hacía el loco con su máscara de barro, ora se convertía en Afrodita o en Apolo. Él solo era el acusador de todos los dioses, el compendio de la superstición, detractor del heroísmo, actor de asesinatos, intérprete de adulterios, depósito de locuras, maestro de pervertidos, instigador de condenaciones a muerte; ¡y a tal hombre lo vi aclamado por todos! Pero yo volví la espalda al que en todo era embustero: en su ateísmo, en sus representaciones y en su persona. Ustedes, empero, se dejan cautivar por tales gentes y ultrajan a los que no toman parte en sus entretenimientos. Yo no quiero estar parado con la boca abierta cuando canta un coro, ni deseo imitar las payasadas de alguien que gesticula y se retuerce de una forma antinatural. ¿Qué extravagancia no se inventa y representa entre ustedes? Resoplan, usan un lenguaje insensato y sus posturas son obscenas; sus hijas y sus hijos están contemplando a los que dan lecciones en la escena sobre cómo se ha de cometer un adulterio. Bonitas salas de audición las de ustedes, que pregonan cuanto de pecaminoso se practica a la sombra de la noche, y divierten a la audiencia con deshonrosos discursos. Buenos son también sus poetas, embusteros, que con sus sutiles juegos de palabras engañan a quienes los escuchan.

Contra los espectáculos de gladiadores

23. Vi también a hombres que por los ejercicios de entrenamiento se convirtieron en pesos pesados, que llevaban por todas partes la carga de sus carnes. A éstos se les ofrecen premios y coronas; y los jueces (agonotetas) de los combates los incitan a competir no en acción alguna buena, sino en luchas violentas, siendo coronado el que mejor golpea. Estos son los males menores; lo más grave, ¿quién no vacilará en declararlo? Hay quienes de tal manera se han entregado a la ociosidad, que llegan hasta venderse a sí mismos para ser matados; el pobre se vende a sí mismo y el rico compra a los que le han de matar. Los espectadores toman asiento, y los gladiadores luchan cuerpo a cuerpo, sin objeto ninguno, y nadie hay que baje a ayudarles. ¿Son esta clase de celebraciones de ustedes algo bueno? El hombre preeminente entre ustedes reúne su ejército de asesinos y anuncia públicamente que va a alimentar a una tropa de bandidos: luego los bandidos mismos salen de su casa, y todos corren al espectáculo, primero para ser jueces de la maldad del presidente de los juegos (agonoteta), y después, de los gladiadores mismos. Y el que no pudo asistir a la matanza, se enoja por no haber sido condenado a ser espectador de actos perversos y sangrientos. Sacrifican animales para comer su carne y compran hombres para procurar al alma una carnicería humana, saciándola con los más impíos derramamientos de sangre. Ahora bien, el salteador mata para robar; pero el rico compra a gladiadores sólo para matar.

Contra el teatro dramático y la música

24. ¿En qué contribuye para mi bien ese actor que en la tragedia de Eurípides representa, furioso, el matricidio de Alcmeón? No guarda ni su propia figura, abre desmesuradamente la boca, blande la espada vociferando y rugiendo, vestido con un muy extravagante atuendo. Afuera con las fábulas de Hegesias y de Menandro, versificador que usó la misma lengua. ¿Por qué quedarme yo con la boca abierta ante Pythias el flautista? ¿O como Aristoxeno, conmoverme por el tebano Antigenides? Todas esas inutilidades se las cedemos; ustedes también o creen en nuestras doctrinas o, imitándonos a nosotros, abandónenlas.

Contra la filosofía, la mitología y la ignorancia pagana

25. ¿Qué hacen de grande y admirable sus filósofos? Llevan desnudo uno de los hombros, usan larga cabellera, se dejan crecer la barba, llevan uñas de fieras; dicen que no tienen necesidad de nada, cuando, como Proteo, necesitan del curtidor para la bolsa, del tejedor para el manto, del leñador para el bastón, de los ricos y del cocinero para su glotonería. Tú, hombre que imitas al perro, no conoces a Dios y por eso te pasas a la imitación de las criaturas irracionales; haces un gran ruido en público argumentando tu caso con verosimilitud, y si no obtienes nada te desatas en insultos, la filosofía se convierte para ti en un arte para obtener dinero. Tú sigues las doctrinas de Platón, entonces el Epicúreo sofista se te opone con voz estridente. Quieres seguir a Aristóteles, y un discípulo de Demócrito te cubre de improperios. Pitágoras afirma haber sido Euforbo y ser el heredero de la doctrina de Ferécides, mientras Aristóteles niega la inmortalidad del alma. Ustedes, entre quienes se suceden contradictorias doctrinas, combaten, los discordes, contra los entre sí concordes. Hay quien dice que el Dios perfecto es cuerpo, yo, que incorpóreo; que el mundo es indestructible; yo, que destructible; que la conflagración universal sucede periódicamente; yo, que de una sola vez; que nuestros jueces son Minos y Radamante; yo, que Dios mismo; que sólo el alma recibirá la inmortalidad; yo, que la carne también con ella.

¿En qué los dañamos, oh helenos? ¿Por qué aborrecen, como a los más abominables, a los que seguimos al Verbo de Dios? No se da entre nosotros la antropofagia, los que de ello están informados, son falsos testigos. Entre ustedes Pélope es puesto para cena de los dioses, no obstante ser querido de Poseidón, Crono se come a sus propios hijos y Zeus se engulle a Metis.

Contradicciones de las enseñanzas de los griegos

26. Basta ya de jactarse de discursos ajenos y de adornarse, como el cuervo, con plumas de otros. Si cada ciudad les saca de sus manos su propia fraseología, se habrían acabado todos sus sofismas. Ustedes preguntan continuamente quién es Dios y pasan por alto lo que hay en ustedes mismos; mirando con la boca abierta hacia el cielo se caen adentro de los pozos. Sus pilas de libros son como laberintos y los lectores como el tonel de las hijas de Danaides. Díganme, ¿por qué dividen el tiempo diciendo que parte del mismo es pasado, parte presente y parte futuro? ¿Cómo puede ser que el futuro se convierta en pasado si existe el presente? Del mismo modo que la gente a bordo de un barco piensa, en su ignorancia, que las montañas se mueven cuando es el barco el que lo hace, así también ustedes no se dan cuenta de que son ustedes los que están pasando a toda velocidad, pero que el tiempo está quieto, mientras el que lo hizo quiera que exista. ¿Por qué me acusan cuando digo lo que pienso y se apresuran a demoler todo lo que digo? ¿Acaso ustedes no han nacido de la misma manera que nosotros? ¿No participamos de la misma administración del mundo? ¿Por qué afirman que la sabiduría sólo les pertenece a ustedes si no tienen otro sol, ni manifestaciones de estrellas, ni un nacimiento o una muerte superiores, que sean extraordinarios en comparación con los de otros hombres? El origen de sus charlatanerías son los gramáticos, y al dividir la sabiduría se apartaron de la verdadera sabiduría, repartiendo entre los hombres los nombres de las partes de ella. Como ustedes no conocen a Dios, luchan entre ustedes y se matan unos a otros. Por este motivo todos ustedes no son nada; se apropian de las palabras pero sus conversaciones son como las de un ciego con un sordo. ¿Para qué tienen herramientas de carpintero si no saben nada de carpintería? ¿Por qué están tan dispuestos a hablar y son tan reacios a actuar? Engreídos en la gloria, abatidos en las desgracias, utilizan irracionalmente sus figuras retóricas. Sus procesiones son bien notorias, pero andan escondiendo sus doctrinas Al reconocerlos a ustedes por lo que son, los hemos abandonado y hemos cortado todo contacto con ustedes; nosotros seguimos la palabra de Dios. ¿Por qué, oh hombre, desencadenas la guerra de las letras? ¿Por qué te comportas como un boxeador, juntas y aplastas sus sonidos hablando entre dientes como hacen los atenienses cuando deberías hablar con más naturalidad? Si hablas ático sin ser un ateniense, dime el motivo por el cual no hablas dórico. ¿Cómo es que consideras a uno más bárbaro y al otro más agradable para la conversación?

Los cristianos son odiados injustamente

27. Si te aferras a la educación de aquellos (maestros), ¿por qué te opones cuando yo elijo las opiniones doctrinales que me gustan? ¿No es absurdo abstenerse de castigar al bandido por el nombre que se le da, antes de averiguar exactamente la verdad y, en cambio, odiarnos a nosotros sin investigación alguna e injuriarnos por adelantado? Diágoras(1) era un ateniense, pero lo castigaron por traicionar los misterios; sin embargo ustedes leen sus cuentos frigios pero nos odian a nosotros. Ustedes poseen los comentarios de Leonte pero se enojan por nuestras refutaciones. Aunque tienen entre ustedes las opiniones sobre los dioses de Egipto de Apión, nos proclaman a nosotros como los más impíos de los hombres. Exhiben lo que dicen que es la tumba de Zeus de Olimpia, a pesar de que se dice que los cretenses son mentirosos (cf. Tt 1,12). Las fiestas públicas de sus muchos dioses son nada; aunque el negador de ellos, Epicuro, sea uno de los que lleva la antorcha, yo no respeto a los príncipes más que a Dios. No oculto mi concepción del universo; ¿por qué me aconsejan que mienta sobre mi estilo de vida? ¿Por qué, aunque dicen que desprecian la muerte, me dicen que huya de ella por medio del engaño? Yo no tengo "corazón de ciervo" (Homero, Ilíada, I,225), pero sus prácticas retóricas son del estilo de Tersites, el de la lengua sin freno (Homero, Ilíada, II,212). ¿Cómo voy a creerle a quien dice que el sol está incandescente y que la luna es tierra? Tales dichos son como ejemplares en una competencia de cuentos, no una exposición ordenada de la verdad. ¿No es una necedad creer lo que dicen los libros de Herodoto sobre la historia de Heracles, cuando afirman que hay una tierra superior de la cual descendió el león que mató Heracles? ¿De qué me sirve la dicción ática, los sorites de los filósofos, las probabilidades silogísticas, las mediciones de la tierra, las posiciones de las estrellas y los recorridos del sol? Preocuparse por esas investigaciones es obra de quienes crean leyes para sí mismos a partir de sus propias opiniones.

(1) Ruiz Bueno traduce: "Diágoras fue un ateo, y, no obstante divulgar los misterios que se practican entre los atenienses".

Condena de las leyes griegas

28. Por este motivo yo también condeno sus leyes. Todo debería haber tenido un estilo de vida común, pero, tal como es, hay tantos códigos legislativos como tipos de ciudades; de tal modo que las cosas que en algunas son vergonzosas en otras se las considera buenas. Los griegos, por ejemplo, sostienen que se deben evitar las relaciones sexuales con su madre, pero a esta práctica se la considera como muy honorable entre los magos persas. Los bárbaros sostienen que la pederastia es un crimen, mientras que los romanos la consideraban un privilegio y trataban de juntar rebaños de niños, como manadas de caballos que pastan.

La conversión de Taciano

29. En consecuencia, después de haber visto estas cosas, habiendo también participado en los misterios, y examinado las religiones de todos los hombres, instituidas por afeminados eunucos, hallando que entre los romanos su Zeus Laciar se deleitaba con la sangre humana y con el derramamiento de sangre por medio de homicidios; que Artemisa exigía los mismos sacrificios cerca de la ciudad; y que diferentes demonios en distintos lugares se entregaban a perpetrar iniquidades por el estilo; entrando en mí mismo, empecé a preguntarme de qué modo me sería posible encontrar la verdad. En medio de mis graves reflexiones, vinieron casualmente a mis manos unas escrituras bárbaras, más antiguas que las doctrinas de los griegos y, si a los errores de éstos se mira, realmente divinas. El resultado de esto fue que lograron convencerme debido a su falta de arrogancia en el lenguaje, la sencillez de los oradores, el hecho de que su explicación sobre el origen del mundo era muy fácil de entender, su conocimiento anticipado del futuro, la extraordinaria calidad de los preceptos y de la doctrina de un único soberano del universo. Así, enseñada mi alma por Dios mismo, y entendí que algunas partes tenían un efecto condenatorio mientras que otras nos liberaban de muchos gobernantes y tiranos, dándonos no algo que nunca antes habíamos recibido, sino algo que sí habíamos recibido pero que nuestro error nos había impedido poseer.

Cómo decidió Taciano resistir al mal

30. Ahora que he comprendido estas cosas, quiero hacerme como un niño pequeño y desnudarme del hombre terreno (cf. Col 3,9; Ef 4,22)(2). Porque sabemos que la naturaleza de la maldad es semejante a la más pequeña de las semillas, ya que crece fuerte a partir de una ocasión diminuta, pero que morirá nuevamente si obedecemos al Verbo de Dios y no nos disipamos a nosotros mismos. Porque por medio de un oculto tesoro (cf. Mt 13,44), Él se hizo dueño de lo nuestro. Al desenterrar ese tesoro, nosotros nos llenamos de polvo, pero le dimos la ocasión para estar con nosotros. Porque sólo el que recupera su propiedad obtiene la posesión de la riqueza más preciada. Esto, por lo demás, quede dicho para los de la propia casa; a ustedes, griegos, ¿qué otra cosa les diré, sino que no insulten a quienes son mejores que ustedes, ni por el hecho que se llamen bárbaros tomen pretexto para sus burlas? Porque, si quieren, podes hallar la causa por la cual no todos se entienden en una sola lengua (cf. Gn 11,1-9); a los que deseen examinar a fondo nuestra doctrina, yo estoy dispuesto a darles una explicación de ella completa y fácil de entender.

 (2) Whittaker, op. cit., pp. 54-55, lee: "Ahora que he comprendido estas cosas, quiero desnudarme del infantilismo de la niñez"; cf. el Apéndice (pp. 84-86), donde justifica su opción.

 Demostración cronológica de la antigüedad de Moisés

31. Ahora considero apropiado demostrarles que nuestra filosofía es más antigua que las costumbres griegas. Estableceré como límites a Moisés y a Homero. Acéptenlos como punto de comparación ya que cada uno de ellos es antiquísimo: uno de ellos es el más viejo de todos los poetas e historiadores, y el otro es el autor de toda la sabiduría bárbara. Porque descubriremos que nuestra religión es más antigua no sólo que la cultura griega sino también que la invención de la escritura. No voy a tomar testigos de mi propia casa, sino que me valdré más bien de la ayuda de los mismos griegos; porque lo primero no tendría sentido y no lo aceptamos ni nosotros mismos; pero, si la última de estas opciones resulta bien, será maravilloso: los estaré combatiendo con sus propias armas, y estaré obteniendo de ustedes mismos pruebas que están fuera de toda sospecha.

En cuanto a la poesía de Homero, su origen y la época en la que tuvo lugar su florecimiento, sus primeros y más antiguos investigadores fueron Teágenes de Regio, que fue contemporáneo de Cambises; y Estesímbroto de Tasos, Antímaco de Colofón, Heródoto de Halicarnaso y Dionisio de Olinto; después de ellos, Éforo de Cima (o Cime), Filócoro de Atenas, y los Peripatéticos Megaclides y Camaleonte; luego los gramáticos Zenódoto, Aristófanes, Calístrato, Crates, Eratóstenes, Aristarco y Apolodoro. De éstos, la escuela de Crates dice que el florecimiento de Homero tuvo lugar antes del retorno de los descendientes de Heracles (Hércules), dentro de los ochenta años posteriores a la guerra de Troya; la escuela de Eratóstenes, a partir de los cien años después de la toma de Troya (1183 antes de Cristo); la escuela de Aristarco, en la época de la emigración jónica, es decir, ciento cuarenta años después de la guerra de Troya; Filócoro, después de la emigración jónica, durante el arcontado de Arquipo en Atenas, ciento ochenta años después de la guerra de Troya; la escuela de Apolodoro, cien años después de la colonización jónica, que debería ser doscientos cuarenta años después de la guerra de Troya. Algunos dicen que vivió antes de las olimpíadas(3), es decir, cuatrocientos años después de la toma de Troya. Otros disminuyen el tiempo al decir que Homero fue contemporáneo de Arquíloco, que floreció alrededor de la vigésimo tercer olimpíada, en la época de Giges, el lidio, quinientos años después de la guerra de Troya. Considerando la época de este poeta, me refiero a Homero, y a la discusión y el desacuerdo que existe entre los que escribieron sobre él, dejemos que esta breve exposición sea suficiente para los que son capaces de realizar una investigación más precisa. Todos pueden demostrar que las opiniones asociadas a estos relatos también son falsas ya que, si los registros cronológicos que tienen son inconsistentes, tampoco pueden componer una historia que sea verídica. Pues ¿cuál es la causa de error al escribir, sino el que sea una compilación de falsedades?

 (3) De acuerdo con la tradición, las Olimpíadas fueron instituidas en el año 776 antes de Cristo, y se celebraron cada cuatro años a partir de esa fecha.

La doctrina de los cristianos se opone a las divisiones y es completa

32. En nosotros, por el contrario, no existe ningún deseo de falsa gloria y por eso no seguimos multiplicidad de doctrinas. Alejados de un discurso público y mundano, obedientes a los mandamientos de Dios y siguiendo la ley del Padre incorruptible, rechazamos todo lo que se basa en meras opiniones humanas; y no sólo filosofan los ricos sino también los pobres reciben gratuitamente las enseñanzas, ya que no es posible comparar a valor de cambio la verdad de Dios con la recompensa de este mundo. De este modo, admitimos a todos los que quieran oír, aunque sean mujeres ancianas o jóvenes, y, en general, se respeta a las personas de todas las edades. Lo único de que estamos muy apartados es del libertinaje. No mentimos al hablar; pero sería bueno si le pusieran término a su constante incredulidad. De no ser así, dejen que el juicio de Dios confirme nuestro caso. Puede que se rían ahora, pero luego han de llorar. ¿No es absurdo que se lo admire a Néstor, que, según ustedes, por la debilidad y pesadez de su edad, sólo lentamente puede cortar las correas del tercer caballo (cf. Homero, Ilíada, 8,87), y, sin embargo, trata de luchar como cualquier joven; mientras que se ríen de aquellos de entre nosotros que luchan con la vejez y se ocupan de los asuntos de Dios? Pero ¿quién no se reiría de ustedes, que afirman que existieron las Amazonas, las Semíramis y otros tipos de mujeres guerreras y, sin embargo, insultan a nuestras vírgenes? Aquiles fue un hombre joven y se cree que tuvo verdadera nobleza; Neoptólemo era más joven, pero fuerte; Filoctetes era débil, pero la divinidad lo necesitaba contra Troya. ¿Qué clase de hombre era Tersites? Sin embargo, era un general, y si por su ignorancia no hubiera sido tan charlatán, no se le hubiera denigrado por su cabeza puntiaguda y pelo ralo (cf. Homero, Ilíada, 2,212. 219). Todos los que desean filosofar se sienten cómodos con nosotros; no examinamos las apariencias o juzgamos a los que se acercan a nosotros por su aspecto, ya que creemos que todos pueden ser vigorosos mentalmente aunque sean débiles corporalmente. Pero sus costumbres están llenas de malevolencia y de una gran necedad.

Defensa de la mujer cristiana

33. Por este motivo quiero demostrarles, a partir de lo que ustedes consideran honorable, que nuestro comportamiento es casto mientras que el de ustedes raya con la locura. Los que afirman que nosotros no decimos más que tonterías entre mujeres y muchachos, entre vírgenes y ancianas; ustedes se burlan de nosotros porque no los acompañamos; ¡sólo presten atención a lo absurdas que son las cosas que hacen los griegos! Sus costumbres habituales son tanto más absurdas cuanto están muy bien pensadas, y porque son sus mujeres las que desacreditan esas costumbres(4). Lisipo, en efecto, fundió en bronce a Praxila, que nada útil dijo en sus poemas; Menéstrato a Learquis, Silanión a la prostituta Safo, Naucides a la lesbiana Erina, Boisco a Mirtis, Cefisodoto a la bizantina Miro, Gonfo a Praxágoris y Anfístrato a Clito. ¿Para qué mencionar a Anita, Telesila y Nosis? Eutícrates y Cefisódoto esculpieron la primera, Nicérato, la segunda y Aristódoto, la tercera; de la efesia Mnesarquis, Eutícrates; de Corina, Silanión; de la argiva Teliarquis, el mismo Eutícrates. Sólo he querido nombrar a estas mujeres, para que no piensen que nos entregamos a actividades extrañas, y para que, comparando costumbres que tienen ante su vista, no se burlen de las que entre nosotros filosofan. En verdad, Safo fue una mujerzuela, enloquecida de amor, que cantó sobre su propia lujuria. Pero entre nosotros, todas las mujeres son castas, y nuestras vírgenes en torno a su rueca entonan alabanzas a Dios con mejor fin que no esa ramera de ustedes. Por eso, ustedes, que terminan por ser discípulos de mujeres, avergüéncense de escarnecer a las que entre nosotros viven juntamente con el resto de la comunidad cristiana. ¿Qué lección de nobleza aprendieron de Glaucipa, la que dio a luz a un hijo monstruoso, como lo muestra la estatua que le hizo Nicérato, el hijo de Euctemon, un ateniense por nacimiento? Por haber gestado a un elefante, ¿ya mereció Leucipa gozar de los públicos honores? A la prostituta Frine la esculpieron para ustedes Praxíteles y Heródoto; y Panteuquis, que concibió de su corruptor, la fundió en bronce Eutícrates. A Besantis, reina de los peonios, por haber dado a luz un hijo negro, la inmortalizó Dinómenes con su arte. Por mi parte, yo también condeno a Pitágoras por haber asentado a Europa sobre un toro, así como también a ustedes que, por medio de su arte, han honrado al acusador de Zeus. Me río también de la habilidad de Micón, que hizo un novillo y sobre éste puso la Victoria, porque al raptar (Zeus) a la hija (Europa) de Agénor, se llevó la palma de adúltero e intemperante. ¿Por qué fabricó Heródoto de Olinto a la prostituta Glicera y a Argiva, la que tocaba la lira? Briaxis puso en pie a Pasifae, y al recordar su inmoralidad, no parece sino que preferirían que fueran como ella las mujeres de ahora. Hubo una Melanipa, mujer sabia, y por su sabiduría, Lisístrato le labró una estatua; y, sin embargo, no creen que haya también entre nosotros mujeres sabías.

 (4) Ruiz Bueno trae: "Porque más necios que todos los sistemas filosóficos son las prácticas que se dan en el culto de sus dioses, y en sus harenes cometen indecencias".

Contra las estatuas erigidas por los griegos

34. Muy digno, por cierto, de veneración fue el tirano Fálaris, que se hacía servir a la mesa niños de pecho y, por obra del ampraciota (o: ambraciota) Polístrato, permanece representado hasta la fecha como un hombre maravilloso. Los habitantes de Agrigento sentían terror de mirarlo a la cara por su canibalismo, y los que se enorgullecen de su cultura, se jactan de contemplarlo en imagen. ¿Cómo no tener por grave que se honre entre ustedes el fratricidio, pues mirando las figuras de Polinices y de Eteocles, no han arrojado a un pozo las estatuas juntamente con su artífice Pitágoras, destruyendo los monumentos de la maldad? ¿Por qué, díganme, debido a Periclímeno, tratan a esa mujerzuela que tuvo treinta hijos como si fuera una maravilla que se debe admirar a toda costa? Mejor hubiera sido abominar de la que recogió los frutos de su mucha incontinencia, semejante a la cerda de los romanos que, por igual motivo, como dicen, fue tenida por digna de culto misterioso. Ares cometió adulterio con Afrodita, y a Armonía, nacida de ellos, le hizo una talla Andrón. Sofrón, que tantas tonterías y vaciedades produjo en sus comedias, es aún más famoso gracias a la escultura que hasta ahora se conserva. Al embustero Esopo no sólo le han hecho inmortal sus fábulas, sino famoso en todo el mundo la escultura de Aristodemo. Después de todo esto, ¿no se sienten avergonzados por que, teniendo tantas poetisas que no son buenas para nada, innumerables prostitutas y hombres malvados, sin embargo, desacreditan la dignidad de nuestras mujeres? ¿Qué se me da a mí de saber que Evanta dio a luz durante el paseo (Peripáto), quedarme boquiabierto ante el arte de Calístrato o quedarme mirando a la Neera de Caliades? Una prostituta al cabo. Laís también fue una prostituta y su cómplice la hizo monumento de su prostitución. ¿Cómo no se avergüenzan de la lujuria de Hefestión, por muy artísticamente que lo representara Filón? ¿Por qué motivo honran al afeminado Ganimedes, gracias a Leocares, como si con él poseyeran un tesoro, y también a la mujerzuela de los brazaletes que esculpió Praxíteles? Deberían rechazar toda imagen de este tipo, buscar lo verdaderamente bueno y no abominar de nuestra conducta, haciendo suyas las obscenidades de Filenis y Elefantis.

Taciano habla como testigo

35. Ahora bien, todo esto se los expongo, no porque lo haya yo sabido de otros, sino que he recorrido muchas tierras, enseñé como sofista sus propias doctrinas y he podido examinar muchas artes e ideas; y, finalmente, viviendo en Roma, pude examinar detenidamente la variedad de estatuas llevadas por ustedes allí. Porque no trato yo, como acostumbra la mayoría de la gente, de confirmar mis doctrinas con opiniones ajenas, sino que sólo quiero escribir sobre aquello que personalmente he comprendido. Por ello justamente, dando un adiós a la altanería de los romanos y a la fría palabrería de los atenienses, y a los incoherentes sistemas de su filosofía, me adherí finalmente a nuestra filosofía bárbara. Había empezado a escribir cómo es ella más antigua que sus instituciones, pero lo pospuse debido a los requerimientos de mi exposición. Ahora que tengo tiempo, trataré de hablar de sus doctrinas. No se impacienten con nuestra cultura ni se involucren en controversias necias y difamatorias contra nosotros, diciendo: "¡Taciano va más allá que los griegos y las innumerables hordas de filósofos con sus doctrinas bárbaras recién inventadas!". Pues, ¿qué tendría de malo que hombres que han demostrado ser ignorantes fueran convencidos por otro que hace poco padeció su misma enfermedad? ¿Qué habría de absurdo, en las palabras de su propio sofista, en "hacerse viejo aprendiendo siempre algo" (Solón, fragmento 22; ed. E. Diehl, Leipzig 1937)?

Testimonio de los caldeos sobre la antigüedad de Moisés

36. Concedamos que Homero haya vivido, no después de la guerra de Troya, sino en el tiempo mismo de ella y hasta que haya combatido en el ejército de Agamenón y, en fin, si alguno tiene gusto en ello, que naciera antes de la invención del alfabeto; entonces aparecerá claro que el anteriormente mencionado Moisés es en muchos años más antiguo que la toma de Troya y muy anterior a la misma fundación de esa ciudad, de Tros y de Dárdano. Para demostrarlo, me valdré de testigos caldeos, fenicios y egipcios. ¿Es necesario que diga algo más? Si alguien afirma ser suficientemente convincente, tiene que hacer las explicaciones a sus oyentes más breves que Beroso, el babilonio, sacerdote que fue del dios de los babilonios, Belo. Beroso vivió en tiempos de Alejandro y escribió en tres libros, para Antíoco, tercer sucesor de Alejandro, la historia de los caldeos. Contando, pues, las hazañas de los reyes, empieza por uno, llamado Nabucodonosor, que fue quien hizo la campaña contra fenicios y judíos; sucesos que sabemos fueron anunciados por nuestros profetas, y tuvieron lugar mucho después de la edad de Moisés, setenta años antes del dominio de los persas. Ahora bien, Beroso es hombre muy autorizado, y la prueba es que Juba, que escribió Sobre los Asirios, dice que él tomó la historia que escribió de Beroso. (Hay dos libros titulados Sobre los Asirios escritos por Juba).

El testimonio fenicio

37. Después de los caldeos, he aquí el testimonio de los fenicios. Hubo entre ellos tres escritores: Teódoto, Hipsícrates y Moco, cuyos libros tradujo al griego Leto, quien también hizo un cuidadoso estudio de las vidas de los filósofos. En las historias de estos hombres se indica en qué reinado tuvo lugar el rapto de Europa y cuándo Menelao llegó a Fenicia, así como los hechos de Hiram, que dio a Salomón, rey de los judíos, en casamiento a su propia hija, y le regaló maderas de toda especie para la construcción del templo. También Menandro de Pérgamo escribió sobre esta misma materia. La época de Hiram ya se aproxima a los sucesos de Troya; pero Salomón, contemporáneo de Hiram, es muy posterior a la edad de Moisés.

El testimonio de los egipcios

38. Los archivos cronológicos de los egipcios son precisos, y sus registros fueron traducidos por Ptolomeo, no el rey sino un sacerdote de Mendes. En su relato de las hazañas de los reyes dice que en tiempo de Amosis, rey de Egipto, tuvo lugar la salida de los judíos, al mando de Moisés, a la tierra que ellos deseaban. Y dice literalmente: "Amosis fue contemporáneo del rey Ínaco". Después de Ptolomeo, el gramático Apión, autor probadísimo, en el libro cuarto de su Historia Egipcia (la obra comprende cinco) dice, entre muchas otras cosas, que Amosis destruyó Avaris y vivió en tiempos de Ínaco, el argiva, como lo indica Ptolomeo de Mendes en sus Crónicas. Ahora bien, el tiempo de Ínaco hasta la toma de Troya llena veinte generaciones, como se demuestra seguidamente.

Los reyes de Argos

39. Los reyes de los argivos fueron: Ínaco, Foroineo, Apis, Argivo, Críaso, Forbas, Triopas, Crotopo, Estenelao, Dánao, Linceo, Preto, Abas, Acrisio, Perseo, Estenelao, Euristeo, Arteo, Tiestes, Agamenón, en el décimo octavo año de cuyo reinado tuvo lugar la toma de Troya. Y tiene que notar con toda diligencia el lector inteligente que, según la misma tradición de los griegos, no existía entre ellos escritura alguna de historia; pues Cadmo, que fue quien introdujo entre ellos las letras, llegó a Beocia muchas generaciones más tarde; sólo después de Ínaco, bajo Foroneo, se puso término a la vida salvaje y nómada y los hombres se civilizaron. En conclusión, si Moisés aparece como contemporáneo de Ínaco, es cuatrocientos años más antiguo que la guerra de Troya; y que ello sea así se demuestra por la sucesión de los reyes áticos (así como por los de Macedonia, Ptolomeos y Antioquenos). Entonces, si las proezas más ilustres entre los griegos empezaron a consignarse por escrito registraron y se conocen a partir de Ínaco, es evidente que ocurrieron después de Moisés. Porque bajo Foroneo, sucesor de Ínaco, recuerdan los atenienses a Ogigo, en cuyo tiempo hubo el primer diluvio; bajo Forbante a Acteo, por quien el Ática se llamó Actea; bajo Triopante a Prometeo, Epimeteo, Atlas, Cécrope, el de doble naturaleza, e Io; bajo Crótopo, la conflagración de Faetonte y el diluvio de Deucalión; bajo Estenelao, el reinado de Anfictión, la llegada de Danao al Peloponeso, la fundación de Dardania por Dárdano, y el regreso de Europa de Fenicia a Creta; bajo Linceo, el rapto de Core, la erección del templo de Eleusis, la agricultura de Triptolemo, la llegada de Cadmo a Tebas y el reino de Minos; bajo Preto, la guerra de Eumolpo contra los atenienses; bajo Acrisio, Pélope cruzó desde Frigia y Ión llegó a Atenas, vivió el segundo Cécrope, Perseo y Dionisio realizaron sus hazañas y también vivió Museo, el discípulo de Orfeo. En fin, bajo el reinado de Agamenón fue tomada Troya.

Moisés es más antiguo y más digno de fe que los héroes paganos

40. Así pues, de todo lo dicho aparece claro que Moisés es más antiguo que los antiguos héroes, ciudades, demonios. Deberíamos creerle al que tiene prioridad en el tiempo y darle preeminencia antes que a los griegos, que aprendieron sus doctrinas de segunda mano. Porque sus sofistas, con mucha vana curiosidad, trataron de adulterar cuanto conocieron de Moisés y de quienes filosofan como él; primero, para dar la apariencia de decir algo original; y segundo, para ocultar su ignorancia bajo una capa de falsa verbosidad para falsificar la verdad como mitología.

Ahora bien, sobre nuestra forma de vida y nuestra historia siguiendo nuestras leyes, que han sido descriptas por los eruditos griegos, revelaremos en nuestro libro "Para aquellos que han propiciado ideas sobre Dios" todo lo que se ha dicho y quiénes fueron todos ellos.

Moisés, anterior a los prehoméricos

41. Lo que ahora nos apremia, lo que quiero que quede absolutamente claro, es que Moisés no sólo es anterior a Homero, sino también a los escritores que le precedieron: Lino, Filammón, Támiris, Anfión, Orfeo, Museo, Demódoco, Femio, la Sibila, Epiménides Cretense, que fue el que vino a Esparta; Aristeo de Proconneso, autor de las Arimaspias y Asbolo el Centauro, Bacis, Drimón, Euclo de Chipre, Horo de Samos y Propanides de Atenas. Porque Lino fue maestro de Heracles, y éste vivió evidentemente una generación antes de la guerra de Troya, como se prueba por el hecho de que su hijo Tlepólemo participó de la campaña contra Troya. Orfeo fue contemporáneo de Heracles, aparte que los poemas que se le atribuyen dicen haber sido compuestos por Onomácrito de Atenas, que vivió durante la tiranía de los Pisistrátidas, alrededor de la quincuagésima olimpíada. Discípulo de Orfeo fue Museo; y Anfión, anterior en dos generaciones a la guerra de Troya, me impide por ese solo hecho decir nada más sobre él a los estudiosos. Demódoco y Femio vivieron durante el mismo tiempo de la guerra de Troya, pues uno se hallaba con los pretendientes y otro con los feacios. Támiris y Filammón no son mucho más antiguos que éstos.

Entonces, con respecto al tratamiento, las fechas y la composición que realiza cada uno de los escritores de crónicas, creo que hemos brindado una exposición muy exacta; pero para completar lo que hasta ahora falta, extenderé mi demostración hasta los legisladores tenidos por sabios. Porque Minos, que es tenido por el más excelente en toda sabiduría, prudencia y legislación, vivió bajo Linceo, que reinó después de Dárdano, once generaciones después de Ínaco. Licurgo, que nació mucho después de la toma de Troya, dio sus leyes a los lacedemonios cien años antes de las Olimpíadas. Se ha descubierto que Dracon vivió aproximadamente en tiempos de la olimpíada número treinta y nueve, Solón cerca de la cuarenta y seis, Pitágoras cerca de la sesenta y dos. Ahora bien, ya demostramos que las Olimpíadas empezaron cuatrocientos siete años más tarde que la guerra de Troya. Y esto demostrado, sólo cabe consignar una indicación sobre la edad de los otros siete sabios. Como Tales, el más viejo de todos ellos, vivió aproximadamente en épocas de la quincuagésima olimpíada, nuestros argumentos, de un modo general, también se aplican a sus sucesores.

Conclusión

42. Tales son las cosas, oh hombres de Grecia, que para ustedes he compuesto yo, Taciano, que profeso la filosofía bárbara, nacido en tierra de asirios, formado primero en la cultura de ustedes y luego en las doctrinas que ahora anuncio como predicador. Ahora bien, conociendo ya quién es Dios y su creación, me presento a ustedes dispuesto al examen de mis enseñanzas, advirtiendo que jamás he de renegar de mi conducta según Dios.

 

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