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Buscador simple (o avanzado)
El buscador «simple» permite buscar con rapidez una expresión entre los campos predefinidos de la base de datos. Por ejemplo, en la biblioteca será en título, autor e info, en el santoral en el nombre de santo, en el devocionario, en el título y el texto de la oración, etc. En cada caso, para saber en qué campos busca el buscador simple, basta con desplegar el buscador avanzado, y se mostrarán los campos predefinidos. Pero si quiere hacer una búsqueda simple debe cerrar ese panel que se despliega, porque al abrirlo pasa automáticamente al modo avanzado.

Además de elegir en qué campos buscar, hay una diferencia fundamental entre la búsqueda simple y la avanzada, que puede dar resultados completamente distintos: la búsqueda simple busca la expresión literal que se haya puesto en el cuadro, mientras que la búsqueda avanzada descompone la expresión y busca cada una de las palabras (de más de tres letras) que contenga. Por supuesto, esto retorna muchos más resultados que en la primera forma. Por ejemplo, si se busca en la misma base de datos la expresión "Iglesia católica" con el buscador simple, encontrará muchos menos resultados que si se lo busca en el avanzado, porque este último dirá todos los registros donde está la palabra Iglesia, más todos los registros donde está la palabra católica, juntos o separados.

Una forma de limitar los resultados es agregarle un signo + adelante de la palabra, por ejemplo "Iglesia +católica", eso significa que buscará los registros donde estén las dos palabras, aunque pueden estar en cualquier orden.
La búsqueda admite el uso de comillas normales para buscar palabras y expresiones literales.
La búsqueda no distingue mayúsculas y minúsculas, y no es sensible a los acentos (en el ejemplo: católica y Catolica dará los mismos resultados).

La incidencia pastoral del "Pacto de las Catacumbas"

16 de nov de 2020
El 16 de noviembre de 1965 se firmó, en la catacumba de Domitila, el célebre "Pacto de las catacumbas", con el que varios obispos se comprometían a una vuelta radical al Evangelio. Mons. Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo (Re. Argentina) recordó ese compromiso firmado hace 55 años e invitó a leer, rezar y meditar aquel texto.

Hace 55 años, a pocas semanas de concluir el Concilio Vaticano II, en Roma, un pequeño grupo de obispos (en relación a los 2.500 que estaban participando de las sesiones conciliares) se juntaron en la Catacumba de Domitila.

“No quisieron realizar un gesto público y notorio que los distinguiera de los demás, sino un sencillo compromiso entre ellos delante de Dios y sobre las tumbas de aquellos que habían defendido la fe hasta dar la vida”, destacó.

“Se habían conocido durante las sesiones de trabajo del Concilio. Otros habían transitado un camino por compartir encuentros en el Celam (Consejo Episcopal Latinoamericano), creado en 1955, o habían participado de estudios académicos en universidades de Roma”, detalló en su columna semanal.

El arzobispo sanjuanino puntualizó que aquel pacto (compromiso) fue firmado por 40 obispos del mundo, de los cuales 26 eran de América Latina, entre ellos cuatro argentinos. “Poco tiempo después lo firmaron cerca de 500 obispos más que, al enterarse, quisieron adherir a la iniciativa”, indicó.

“Tanto el gesto como el contenido incidieron en estilos de vida de los obispos y en opciones pastorales reflejadas en 1968 en la Asamblea de Obispos de América Latina en Medellín, Colombia”, aseguró.

Monseñor Lozano identificó a los cuatro argentinos que firmaron el pacto: monseñor Alberto Devoto, obispo de Goya; monseñor Vicente Faustino Zazpe, obispo de Rafaela; monseñor Juan José Iriarte, obispo de Reconquista; y monseñor Enrique Angelelli, obispo auxiliar de Córdoba.

“Los firmantes asumen el compromiso de ‘vivir según el modo ordinario de nuestra población en lo que toca a casa, comida, medios de locomoción’, y por eso explicitan: ‘Renunciamos para siempre a la apariencia y la realidad de la riqueza’, utilizando vestimenta sencilla y descartando el uso de símbolos con utilización de metales preciosos (oro, plata, etc.)”, precisó.

“Se propusieron delegar la gestión de los asuntos económicos a los laicos, para ‘ser menos administradores y más pastores y apóstoles’”, valoró, y memoró otro de los párrafos del pacto: “Rechazamos que (…) nos llamen con nombres y títulos que expresen grandeza y poder (eminencia, excelencia, monseñor...). Preferimos que nos llamen con el nombre evangélico de ‘padre’”.

“Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo, reflexión, corazón, medios, etc., al servicio apostólico y pastoral de las personas y de los grupos trabajadores y económicamente débiles y subdesarrollados”, citó en relación a la opción por los pobres.

Otro punto importante, siguió citando, era “transformar las obras de beneficencia en obras sociales basadas en la caridad y en la justicia”, que logren transformar las estructuras de injusticia de la sociedad.

Monseñor Lozano señaló que el texto completo tiene 13 puntos distribuidos en apenas dos páginas, e invitó a “leerlo, rezarlo y meditarlo”

Texto completo del Pacto

Nosotros, obispos, reunidos en el Concilio Vaticano II, conscientes de las deficiencias de nuestra vida de pobreza según el evangelio; motivados los unos por los otros, en una iniciativa en que cada uno de nosotros quisiera evitar la excepcionalidad y la presunción; unidos a todos nuestros hermanos de episcopado; contando sobre todo con la gracia y la fuerza de Nuestro Señor Jesucristo, con la oración de los fieles y de los sacerdotes de nuestras respectivas diócesis; poniéndonos con el pensamiento y la oración ante la Trinidad, ante la Iglesia de Cristo y ante los sacerdotes y los fieles de nuestras diócesis, con humildad y con conciencia de nuestra flaqueza, pero también con toda la determinación y toda la fuerza que Dios nos quiere dar como gracia suya, nos comprometemos a lo siguiente:

1) Procuraremos vivir según el modo ordinario de nuestra población, en lo que concierne a casa, alimentación, medios de locomoción y a todo lo que de ahí se sigue.

2) Renunciamos para siempre a la apariencia y a la realidad de la riqueza, especialmente en el vestir (tejidos ricos, colores llamativos, insignias de material precioso). Esos signos deben ser ciertamente evangélicos: ni oro ni plata.

3) No poseeremos inmuebles ni muebles, ni cuenta bancaria, etc. a nuestro nombre; y si fuera necesario tenerlos, pondremos todo a nombre de la diócesis, o de las obras sociales caritativas.

4) Siempre que sea posible confiaremos la gestión financiera y material de nuestra diócesis a una comisión de laicos competentes y conscientes de su papel apostólico, en la perspectiva de ser menos administradores que pastores y apóstoles.

5) Rechazamos ser llamados, oralmente o por escrito, con nombres y títulos que signifiquen grandeza y poder (Eminencia, Excelencia, Monseñor...). Preferimos ser llamados con el nombre evangélico de Padre.

6) En nuestro comportamiento y en nuestras relaciones sociales evitaremos todo aquello que pueda parecer concesión de privilegios, prioridades o cualquier preferencia a los ricos y a los poderosos (ej: banquetes ofrecidos o aceptados, clases en los servicios religiosos).

7) Del mismo modo, evitaremos incentivar o lisonjear la vanidad de quien sea, con vistas a recompensar o a solicitar dádivas, o por cualquier otra razón. Invitaremos a nuestros fieles a considerar sus dádivas como una participación normal en el culto, en el apostolado y en la acción social.

8) Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo, reflexión, corazón, medios, etc. al servicio apostólico y pastoral de las personas y grupos trabajadores y económicamente débiles y subdesarrollados, sin que eso perjudique a otras personas y grupos de la diócesis. Apoyaremos a los laicos, religiosos, diáconos o sacerdotes que el Señor llama a evangelizar a los pobres y los trabajadores compartiendo la vida y el trabajo.

9) Conscientes de las exigencias de la justicia y de la caridad, y de sus relaciones mutuas, procuraremos transformar las obras de “beneficencia” en obras sociales basadas en la caridad y en la justicia, que tengan en cuenta a todos y a todas, como un humilde servicio a los organismos públicos competentes.

10) Haremos todo lo posible para que los responsables de nuestro gobierno y de nuestros servicios públicos decidan y pongan en práctica las leyes, las estructuras y las instituciones sociales necesarias a la justicia, a la igualdad y al desarrollo armónico y total de todo el hombre en todos los hombres, y, así, al advenimiento de otro orden social, nuevo, digno de los hijos del hombre y de los hijos de Dios.

11) Porque la colegialidad de los obispos encuentra su más plena realización evangélica en el servicio en común a las mayorías en estado de miseria física cultural y moral ¿dos tercios de la humanidad? nos comprometemos a:

-participar, conforme a nuestros medios, en las inversiones urgentes de los episcopados de las naciones pobres;

-pedir juntos a nivel de los organismos internacionales, dando siempre testimonio del evangelio como lo hizo el papa Pablo VI en las Naciones Unidas, la adopción de estructuras económicas y culturales que no fabriquen más naciones pobres en un mundo cada vez más rico, sino que permitan a las mayorías pobres salir de su miseria.

12) Nos comprometemos a compartir nuestra vida, en caridad pastoral, con nuestros hermanos en Cristo, sacerdotes, religiosos y laicos, para que nuestro ministerio constituya un verdadero servicio; así:

-nos esforzaremos para “revisar nuestra vida” con ellos;

-buscaremos colaboradores que sean más animadores según el Espíritu que jefes según el mundo;

-procuraremos hacernos lo más humanamente presentes y ser acogedores;

-nos mostraremos abiertos a todos, sea cual sea su religión.

13) Cuando volvamos a nuestras diócesis, daremos a conocer a nuestros diocesanos nuestra resolución, rogándoles nos ayuden con su comprensión, su colaboración y sus oraciones.

Que Dios nos ayude a ser fieles.+

fuente: Aica
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