La Jornada Mundial de Oración por la Creación tiene lugar cada año el 1 de septiembre. Siguiendo la rica tradición de la Iglesia oriental, para la cual este día conmemora la creación del mundo, este es un momento para celebrar la gran decisión de Dios de crear y un momento para reflexionar sobre cómo hemos custodiado el gran don de la creación.
Se trata de un pilar fundamental de nuestra fe. De hecho, la Escritura comienza con el gran misterio de la Creación. El Creador dio forma a la vida a partir del «vacío», una gran nada sin luz ni vida (Gn 1,2). La decisión del Creador de encender una chispa en medio de aquella oscuridad es generosa, más allá de nuestra comprensión. Todo lo que nos rodea, desde la mano de un ser querido hasta las flores de un campo, brota de este acto amoroso de creación. Como nos dice el Papa Francisco, «todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios» (Laudato Si' 84).
La creación no fue abandonada a sí misma. Nosotros, que fuimos creados a imagen de Dios, fuimos designados para cuidarla. Somos custodios, a quienes se nos ha ordenado «cuidar y cultivar» el jardín (Gn 2, 15). Como nos recordó Benedicto XVI, «La tierra es un don precioso del Creador, que ha diseñado su orden intrínseco, dándonos así las señales orientadoras a las que debemos atenernos como administradores de su creación».
Al celebrar la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, nos preguntamos: ¿hemos estado a la altura del papel que nos encomendó nuestro Creador? La respuesta es clara y trágica: no. Mi ciudad natal, Mumbai, es un buen ejemplo de las consecuencias de no cuidar el don de la creación de Dios.
Mumbai es una megaciudad de casi 21 millones de habitantes, encajonada entre las montañas y el mar, la cual sufre de forma natural monzones, ciclones y calor extremo. En el pasado, los habitantes de Mumbai hicieron frente a estos desafíos, aunque era difícil, aprendieron a prepararse para la lluvia y las tormentas y a buscar alivio del calor.
Pero el clima de la Tierra está cambiando y los responsables políticos no siguen el ritmo. Las duras lecciones del pasado ya no sirven a los habitantes de Mumbai.
En su lugar, el calor extremo sigue en aumento. A inicio de este año, el área metropolitana de Mumbai registró varios días de 39 hasta 43 grados de calor. Incluso las horas de la tarde y la noche dan ahora menos alivio, lo que es especialmente difícil para los pobres, que carecen de acceso a sistemas de aire acondicionado.
Los mega-monzones y el crecimiento descontrolado de los asentamientos informales en las faldas de las montañas están provocando deslizamientos de tierra letales. Al mismo tiempo, las tormentas se acercan desde el mar, y con la desaparición de los manglares que solían frenar y amortiguar la fuerza de las tormentas, los habitantes de la costa son vulnerables a perder sus hogares.
Trabajé en dos barrios marginales de Mumbai, en Jerimeri y Dharavi, durante 21 años, por lo cual puedo atestiguar que los pobres sienten estos problemas mucho más intensamente. Las familias de estos barrios ya se enfrentan a la falta de acceso a la educación, a las infraestructuras y a un buen empleo. Les resulta prácticamente imposible quedarse en casa y no ir a trabajar cuando el tiempo es peligrosamente caluroso, o mudarse de casa cuando amenazan tormentas y deslizamientos de tierra.
Forzar a estas familias a lidiar con desastres climáticos además de todo lo que tienen que soportar es un fracaso moral de primer orden. La comunidad científica no deja de recordarnos que las acciones de la humanidad han provocado los cambios en nuestro clima. No puedo imaginar que esto es lo que nuestro Creador quería que hiciéramos como custodios del jardín.
Esta celebración anual ofrece una gran oportunidad para reflexionar sobre la amorosa decisión de Dios de crear y de reconsiderar cómo cumplimos nuestro papel de custodios de la creación.
Esta jornada de oración da inicio al Tiempo de la Creación, el cual tiene un mes de duración. El 1 de septiembre y durante todo este tiempo, alabemos al Creador y actuemos juntos para cuidar el don sagrado de la creación.
Mons. Allwyn D'Silva, Presidente de la Oficina de Desarrollo Humano de la Federación de Conferencias Episcopales Asiáticas (FABC).