El Papa ha tendido la mano a los 244 millones musulmanes de Indonesia. Durante su discurso en la mezquita Istiqlal de Yakarta —la tercera más grande del mundo, solo por detrás de La Meca y Medina—, ha subrayado que el diálogo interreligioso no significa renunciar a las propias creencias o convicciones, sino más bien «crear una conexión en medio de la diversidad, cultivando lazos de amistad, cuidado y reciprocidad».
«Estas relaciones nos vinculan a los demás, permitiéndonos comprometernos a buscar juntos la verdad, aprendiendo de la tradición religiosa de los demás y uniéndonos para satisfacer nuestras necesidades humanas y espirituales», ha afirmado en el epicentro religioso de Indonesia donde también las mujeres estudian para ser ulemas. «Son también vínculos que nos permiten trabajar juntos, avanzar juntos en pos de los mismos objetivos: la defensa de la dignidad humana, la lucha contra la pobreza y la promoción de la paz», ha aseverado también.
El Pontífice ha podido observar junto con el gran imán de Istiqlal, Nasaruddin Umar, el pasadizo, conocido como túnel de la amistad, que une la mezquita Istiqlal con la catedral de Nuestra Señora de la Asunción. Tras recorrer juntos sus 28 metros, en un primer saludo a los asistentes, Francisco ha alabado la construcción como un «lugar de ánimo y de encuentro».
«Los creyentes que pertenecemos a diferentes tradiciones religiosas tenemos un papel que desempeñar: ayudar a todos a atravesar el túnel con la mirada dirigida hacia la luz, al final del recorrido. A quien ha caminado con nosotros se puede reconocer a un hermano con quien compartir la vida y sostenerse mutuamente. A la amenaza de tiempos oscuros, contraponemos el signo de la fraternidad, que acogiendo al otro y respetando su identidad, lo exhorta a un camino común, hecho entre amistad y que nos conduce hacia la luz», ha explicado Francisco que estaba acompañado por el arzobispo de Yakarta, cardenal Ignatius Suharyo.
Así, el Pontífice ha recalcado que no se trata solo de «buscar puntos en común, que lleva a dividirnos», sino crear «una conexión entre nuestras diferencias». Y ha añadido: «Promover la armonía religiosa para el bien de la humanidad es la inspiración que estamos invitados a seguir y que le da título a la declaración conjunta preparada para esta ocasión. En ella asumimos con responsabilidad las grandes y algunas, a veces, dramáticas crisis que amenazan el futuro de la humanidad, particularmente las guerras y conflictos, desafortunadamente alimentadas también por a la instrumentalización religiosa. Pero también la crisis medioambiental, que se ha convertido en un obstáculo para el crecimiento y convivencia de los pueblos».
Por su parte, el gran imán se ha hecho eco de la petición del Papa, señalando que la mezquita Istiqlal se construyó específicamente para fomentar la tolerancia y la moderación, y que servía como escenario perfecto para ilustrar el deseo de amistad que comparten tanto él como el Papa.
Durante el encuentro interreligioso —que ha incluido una lectura del Evangelio y el canto de un pasaje del Corán— Francisco ha saludado también a otros representantes de las seis confesiones oficiales del país (islam, protestantismo, catolicismo, budismo, hinduismo y confucianismo).
El Papa tiene previsto celebrar después una misa para los católicos del país, a la que se espera que asistan más de 80.000 personas.
Declaración conjunta de Istiqlal
En un encuentro histórico en la mezquita Istiqlal, la más grande de Asia, el Papa y el gran imán de Indonesia, Nasaruddin Umar, han firmado una declaración conjunta en la que piden a los líderes religiosos se comprometan a defender la dignidad humana y luchar contra el cambio climático.
El documento identifica el cambio climático y la deshumanización como dos graves crisis a las que se enfrenta el mundo actual y afirma que el diálogo interreligioso es una herramienta eficaz para resolver conflictos tanto locales como globales.
«Los valores compartidos por nuestras tradiciones religiosas deben promoverse eficazmente para derrotar la cultura de violencia e indiferencia que aflige a nuestro mundo», se lee en la declaración.
Con menos de 400 palabras, el texto identifica claramente la «explotación humana de la creación» como un factor que contribuye al «cambio climático» y lamenta que la «actual crisis medioambiental se haya convertido en un obstáculo para la coexistencia armoniosa de los pueblos».
«Resulta especialmente preocupante que la religión se instrumentalice a menudo en este sentido, causando sufrimiento a muchas personas, especialmente mujeres, niños y ancianos», afirma la declaración. «El papel de la religión, sin embargo, debe incluir la promoción y salvaguarda de la dignidad de toda vida humana», añade.