Para algunas teólogas no profesionales pero sí muy ilustradas no es políticamente correcto hablar hoy, en esta época de post-religiosidad popular, de la comunión los primeros viernes del mes, las Horas Santas y la reparación del Sagrado Corazón de Jesús.
Más allá de rezos y prolongados tiempos frente al Santísimo, se insiste en apostar solo por la promoción de la justicia, por la dimensión social de la fe, dejando atrás prácticas que pueden parecer mágicas, rayando en lo supersticioso. Además, las antropomorfizaciones, con las que le atribuímos rasgos y sentimientos humanos a Dios, parecieran ya fuera de toda actualidad pastoral.
De ahí que imaginar a un Jesús-Dios triste y afligido por nuestros pecados, con su corazón roto a causa de los mismos -y necesitado de reparación-, sería más propio de la Edad Media que de estos tiempos de Inteligencia Artificial. Sin embargo, el papa Francisco se mete en tan pantanosas arenas movedizas y sale bien librado.
En su reciente encíclica, ‘Dilexit nos’ (Nos amó) ofrece un extraordinario recorrido de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, e insiste en la consecuencia social que ella tiene.
Es cierto que para algunas mentalidades los extasis de Santa María Margarita de Alacoque, narrados en el texto, pueden provocar sonrisitas incrédulas, sobre todo cuando expresa un lenguaje matrimonial. Acostumbrados como estamos a que el erotismo solo se da en el cachondeo, nos resulta casi increíble un encuentro tan íntimo de la santa con su esposo celestial.
Sagrado Corazón de Jesús Sagrado Corazón de Jesús
Francisco de Roma nos recuerda que el corazón no es solo un órgano físico encargado de bombear la sangre, sino que tiene también una gran carga simbólica. Como se ha dicho hasta la saciedad: hay cosas que solo se pueden mirar con los ojos del corazón… y yo agrego que solo se pueden oír con los oídos del corazón.
Y, cuando enfrenta lo que quizá más ruido pueda hacer en ciertos ambientes eclesiales, las reparaciones del Corazón de Jesús roto por nuestros pecados, insiste en el necesario sentido social de ellas: solo repararemos el Corazón de Jesús sufriente si aliviamos el dolor de nuestros hermanos que sufren.
En la conclusión del documento nos invita a “darle corazón a esta tierra, y a reinventar el amor allí donde pensamos que la capacidad de amar ha muerto definitivamente” (#218).
Ya Ezequiel 11,19-21 nos presenta a Dios quitándonos el corazón de piedra que nos hace ser insensibles ante el sufrimiento de los demás, y otorgándonos uno de carne, que vibre ante esas aflicciones. No estaría de más, entonces, ir con nuestro cardiólogo, para ver cómo anda nuestro corazón.