El presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua y obispo de Jinotega, Carlos Herrera, ha sido desterrado a Guatemala por parte del Gobierno sandinista de Daniel Ortega y Rosario Murillo. La noticia, adelantada por parte de la prensa local, ha sido confirmada por Alfa y Omega. «Lamentablemente es verdad», indica una fuente eclesiástica de relevancia para el país en conversación con este semanario.
La expulsión se produjo supuestamente después de que Herrera llamara sacrílego al alcalde local después de un tumulto con música organizado por las autoridades durante la celebración de una Misa. «Pidamos al Señor perdón por nuestras faltas y también por aquellos que no respetan el culto, ¿verdad?, pidiéndole porque este es un sacrilegio que está cometiendo el alcalde y todas las autoridades municipales. Y vayan a decírselo porque saben la hora de la Misa», dijo el prelado al comienzo de la Eucaristía.
Tal y como ha podido saber Alfa y Omega, la noticia ha causado indignación en el episcopado del país, donde se entiende que el régimen de Ortega ha cruzado todos los límites tanto éticos como civiles. El destierro de Herrera se suma al de Rolando Álvarez, obispo de la diócesis de Matagalpa y administrador apostólico de la diócesis de Estelí; al de Isidoro Mora, de la diócesis de Siuna, y al de Silvio Báez, obispo auxiliar de Managua, que salió del país por petición del Papa después de que fuera amenazado de muerte.
Noticia muy dolorosa, sobre todo por la incertidumbre generada nuevamente en Nicaragua, esta vez muy a dar.
La esperanza es el camino católico, que tiene, lo sabemos con certidumbre, muy dentro nacida y arraigada; así que 'solo el Padre', al que todo anda, puede arrancar de raíz; pero, ¿a sus hijos?, ¡claro que no!: a los que, como en Nicaragua, les buscan muerte. Pero esa es la referencia del impío, cuyo camino ?acaba mal?(Sal 1), tarde o temprano: y el tiempo, la hora por tanto, es 'solo del Padre'.
Ciertamente "la esperanza no defrauda".