¡Oh Virgen Santísima Inmaculada,
belleza y esplendor del Carmen!
Tú, que miras con ojos de particular bondad
al que viste vuestro bendito escapulario,
mírame benignamente y cúbreme con el manto
de tu maternal protección.
Fortalece mi flaqueza con tu poder,
ilumina mis tinieblas con tu sabiduría,
aumenta en mí la fe, la esperanza y la caridad.
Adorna mi alma con tales gracias y virtudes
que sea siempre amada de tu divino Hijo.
Asísteme en esta vida, consuélame cuando muera,
y preséntame a la augustísima Trinidad
como hijo y siervo devoto tuyo,
para alabarte eternamente y bendecirte en el Paraíso.
Amén.
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Nuestra Señora del Carmen de Maipú.
Patrona de Chile.
Fiesta: El último domingo de septiembre.
Fiesta universal de la Virgen del Carmen: 16 de julio
Carmen viene de Carmelo, un monte situado en la población marítima de Haifa en el norte de Israel, en la zona de Galilea. Precisamente, Karmel (Carmen) significa en hebreo "jardín" y en latín "poesía".
Allí vivió y actuó el profeta Elías, hombre de intensa oración. La nubecilla que apareció cuando él oró,que trajo la benéfica lluvia (1 Reyes 18, 44) , es símbolo de la Madre que traería al Salvador. En la época cristiana vivieron allí ermitaños contemplativos, que tenían especial devoción a la Madre del Señor.
En el siglo XVI, durante el tiempo de la conquista de América, Santa Teresa de Ávila, junto con San Juan de la Cruz, llevan a cabo en España la reforma de la orden carmelita. La devoción aumenta y llega al Nuevo Mundo.
En el año 1785 Don Martín de Lecuna encarga a un escultor de Quito, Ecuador, una imagen de Nuestra Señora del Carmen.
Durante las guerras independentistas chilenas los nacionalistas toman a la Virgen del Carmen como patrona de su ejercito.
El 5 de diciembre de 1811, los Generales José Miguel Carrera y Bernardo O'Higgins se dirigen al Vicario de Santiago de Chile para pedirle "una Misa Solemne de Acción de Gracias" por el triunfo de las luchas independentistas.
El 5 de enero de 1817 el General José de San Martín reunió a sus jefes y oficiales y los consultó sobre a quién designar Patrona del Ejército. La opinión fue unánime: Nuestra Señora del Carmen. El Ejército uniformado, rodeado por el gran despliegue festivo preparado en la ciudad por el pueblo, se presentó frente al Convento de San Francisco, de donde saldría su Patrona, la Virgen del Carmen.
San Martín se aproximó a la Virgen del Carmen y depositó en su mano derecha su Bastón de Mando. Unidos en una voz, pueblo y Ejército prorrumpieron en vivas a la Patria, mientras cruzaba el aire el estruendo de 25 salvas de artillería y el tañir de las campanas de bronce de las iglesias.
En 1818, ante el avance de las fuerzas españolas, el pueblo y sus líderes inundan la catedral para depositar su oración y su confianza a los pies de la Virgen Carmelitana, prometiéndole levantar un templo en su honor allí donde fuera firmada la libertad de Chile: "En el mismo sitio donde se dé la batalla y se obtenga la victoria, se levantará un Santuario a la Virgen del Carmen, Patrona y Generala de los Ejércitos de Chile, y los cimientos serán colocados por los mismos magistrados que formulen este voto, en el mismo lugar de su misericordia, que será el de su gloria".
Por eso, el 5 de abril, en medio del fragor de la batalla de Maipú el General San Martín anima a su ejército gritando: "Nuestra Patrona, la Santísima Virgen del Carmen nos dará la victoria y aquí mismo le levantaremos la iglesia prometida para conmemorar ese triunfo". Antes de finalizar el año se colocó la primera piedra del santuario, que se terminó en 1892.
El 27 de enero de 1987, su Santidad el Papa Juan Pablo II, en la Santa Sede, concede a este santuario el título de Basílica Menor, y el 3 de abril de ese año, en su visita al Santuario coronó a la Virgen Santísima del Carmen como Madre y Reina de Chile.
A pesar de que la Virgen fue acogida en tiempos de guerra, hoy entendemos que La Virgen actuó para apaciguar los odios y minimizar el horror de la guerra. La Virgen del Carmen es madre tanto de españoles como de chilenos y como toda madre quiere la reconciliación y la paz entre sus hijos.
Autor de la oración: Monseñor don Rafael Angel Jara, fines s XIX.