Santísima Virgen María de Caacupé, Madre de Dios y Madre Nuestra, cubrenos con tu maternal protección.
Intercede por todos nuestros hermanos pobres, por los enfermos y los necesitados de perdón y misericordia.
Intercede también por nosotros, pecadores, por nuestros padres y bienhechores.
Protege a Nuestra Iglesia Católica para que sea testimonio de tu Divino Hijo, alcanza luz para nuestras autoridades para que defiendan la Justicia y construyan la paz de nuestra Patria.
Después de la gracia particular, te pedimos alcánzanos la gracia de perseverar en nuestra fe y en caridad fraterna para merecer la promesa de Nuestro Señor Jesucristo de salvar a quien persevere hasta el final de sus días.
A ti, Madre nuestra, te consagramos nuestra familia y nuestra vida cotidiana, y te invocamos con fe y amor para obtener la gracia que necesitamos.
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El comienzo de la devoción a la Virgen de Caacupé, se ubica hacia fines del siglo XVI y principios del XVII. Según cuenta la tradición, un indio guaraní, converso de la misión franciscana de Tobatí, era perseguido por un grupo de indios Mbayaes. Este hombre se encontraba acorralado, cuando en la espesura del monte un grueso tronco se le ofrece como refugio y allí se esconde. Devoto de la Santísima Virgen, comenzó a orar, pidiéndole que lo ayudase, que lo librase de ese mal momento y prometió a la Madre Santísima que si lograba escapar, le tallaría una imagen, con un trozo del árbol que lo protegió.
Los indios Mbayaes no lograron encoportada_blog_254ntrarlo y tuvieron que marcharse, libre de ellos, el indio guaraní, volvió al lugar y tomó del árbol la madera que necesitaba para labrar la imagen, como se lo había prometido a la Virgen. Con mucho amor, en vez de una, talló dos, una más grande para la iglesia de Tobatí y una más pequeña, que conservó para su devoción personal.
Unos años después, aproximadamente en 1603, el lago Ypacaray se desbordó y provocó una gran inundación en todo el valle. La tradición cuenta que Fray Luis de Bolaños bendijo las aguas y éstas retrocedieron hasta sus límites actuales, junto con la calma, apareció flotando milagrosamente, la pequeña imagen de la Virgen que el indio había tallado para él. Al verla los pobladores la llamaron la “Virgen de los Milagros”, que es la Inmaculada. De la imagen más grande no se tienen datos.
La imagen de Nuestra Señora de Caacupé es una bella talla de madera, tiene aproximadamente 50 centímetros. Su rostro es ovalado, sus ojos azules, sus manos se encuentran en su pecho en posición de oración, su cabello es dorado y cae sobre sus hombros, está vestida con una túnica blanca y un manto azul, por lo que se la denomina también “Virgen Azul del Paraguay”, ambas vestiduras están cuidadosamente bordadas con hilos de oro, la imagen está de pie sobre una esfera que se apoya en una gran media luna. María aparece pisando una serpiente.
En 1945 comenzó la construcción del templo actual, el cual guarda la imagen de la Virgen de los Milagros de Caacupé desde 1980. El 8 de diciembre es feriado nacional y miles de fieles acuden en peregrinación a la ciudad de Caacupé que se encuentra a 50 kilómetros al este de Asunción, capital de la República.