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Documentación: San Agustín: Confesiones
Libro XIII
«Valor espiritual de la creación»

Partes de esta serie: Introducción · Libro I · Libro II · Libro III · Libro IV · Libro V · Libro VI · Libro VII · Libro VIII · Libro IX · Libro X · Libro XI · Libro XII · Libro XIII

Libro Décimotercero: Valor espiritual de la creación

CONTENIDO
I. Invocación a la bondad de Dios
II. Creación y formación son efectos gratuitos de la bondad divina
III. "Hágase la luz": Iluminación de la criatura espiritual
IV. La bondad creadora
V. La Trinidad en la creación
VI. Por qué el Espíritu Santo no es nombrado hasta el versículo tercero
VII. El espíritu eleva a las almas por la caridad
VIII. Caen las criaturas espirituales si Dios no las eleva
IX. El Espíritu Santo dispensa el amor que eleva las almas hacia Dios
X. La criatura espiritual celeste siempre ha sido elevada hacia Dios
XI. Imagen de la Trinidad en el hombre: ser, conocer, querer
XII. Nueva interpretación de los primeros versículos del Génesis: la Iglesia
XIII. La Iglesia terrestre espera en esperanza a la Iglesia celestial
XIV. Esperar y perseverar
XV. El firmamento, figura la Escritura y las aguas superiores a los ángeles
XVI. Sólo Dios se conoce tal cual es
XVII. Las aguas congregadas figuran a las almas infieles y la tierra firme a las fieles
XVIII. Los luminares figuran la luz de las buenas obras hechas según carismas espirituales
XIX. Exhortación moral a los carnales y a los espirituales
XX. Lo que figuran los reptiles, los monstruos marinos y los volátiles
XXI. El alma viviente figura al alma cristiana
XXII. Sentido místico de la creación del hombre
XXIII. Qué es lo que puede juzgar el hombre espiritual
XXIV. Creced y multiplicaos
XXV. Qué figura la hierba portadora de simiente
XXVI. El don y el fruto
XXVII. De esta buena intención son incapaces los infieles
XXVIII. Y he aquí que todo era muy bueno
XXIX. Dios no ve temporalmente la bondad de sus obras temporales
XXX. Error de los maniqueos, para quienes no todo es creatura de Dios
XXXI. Ven los piadosos que todas las criaturas son buenas
XXXII. Acción de gracias por toda la creación
XXXIII. Todo ha sido creado partiendo de la nada; la materia al mismo tiempo que la forma
XXXIV. Resumen de la interpretación alegórica de la creación
XXXV. Plegaria final
XXXVI. El descanso del séptimo día
XXXVII. Dios y el alma humana
XXXVIII. El descanso en Dios

Notas al Libro XIII

CAPÍTULO I

INVOCACIÓN A LA BONDAD DE DIOS

1. Te invoco, Dios mío, misericordia mía, que me has hecho, y no te has olvidado de que yo te había olvidado. Te invoco para que vengas a mi alma, a la que preparas para que te reciba con el deseo que le inspiras.

No me abandones ahora que te invoco, pues que antes que te invocara te adelantaste e insististe con frecuentes llamamientos de todo género para que oyese de lejos y volviese y llamase al que me estaba llamando.

Pues has borrado, Señor, todo el mal, mis deméritos, para no tener que retribuir con un castigo a estas mis manos con que deshice tu obra, y has prevenido todo el bien, mis méritos, para tener que retribuir a esas tus manos con que me hiciste.

Porque, aún antes de que yo fuese, eras tú, y yo no era uno a quien debieras conceder el ser. Y, sin embargo, he aquí que soy, por tu bondad, que se adelantó a todo lo que me has hecho y a todo eso de que me has hecho.

Porque no tuviste necesidad de mí, ni soy un bien tal que pueda serte útil, Señor mío y Dios mío. Ni puedo ponerme a tu servicio de modo que te evite fatigas en la acción, o no sufra mengua tu poder faltándote mi homenaje. Ni te debo un culto, como a la tierra un cultivo, de suerte que quedes inculto, si no te doy culto; mas débote un servicio y un culto a fin de que de ti me venga el bien de mi ser, de ti, de quien me viene el ser para recibir el bien de mi ser.1

CAPÍTULO II

CREACIÓN Y FORMACIÓN SON EFECTOS GRATUITOS DE LA BONDAD DIVINA

2. Porque de la plenitud de tu bondad ha recibido el ser toda criatura, a fin de que un bien, que en nada podía aprovecharte, y que, no siendo sacado de ti, no podría ser igual a ti, no fuese sin embargo, privado de la existencia ya que pudo ser hecho por ti.

Porque ¿qué mérito tuvieron ante ti el cielo y la tierra que hiciste en el principio? Digan qué mérito tuvieron ante ti la criatura espiritual y la criatura corporal. Hicístelas en tu sabiduría, de tal suerte que de ella estuviesen suspendidos hasta los seres incoados e informes que,

cada uno según su género, el uno espiritual, corporal el otro, marchaban hacia el desorden y la desemejanza lejos de ti;2 más valioso el espiritual informe que si fuera un cuerpo provisto de forma, más valioso el corporal informe que si fuera pura nada. Y así estarían suspendidos informes en tu Verbo, de no haber sido llamados por este mismo Verbo tuyo a tu unidad, y provistos de forma y hechos por el Uno, por ti, soberano Bien, todos ellos extraordinariamente buenos. ¿Qué habían merecido delante de ti, para ser siquiera informes, esos seres que ni siquiera habrían sido de no ser por ti?

3. ¿Qué mereció ante ti la materia corporal, para ser, al menos, invisible e inorganizada? Porque ni siquiera esa especie de existencia tendría de no habérsela dado tú. Y precisamente porque no existía no poseía ningún título para merecer el ser.

O ¿qué títulos poseía delante de ti el esbozo de la criatura espiritual, ni siquiera para flotar tenebrosa semejante al abismo, desemejante a ti, si no se hubiese convertido por el mismo Verbo al Verbo mismo que la había hecho e, iluminada por él, se hubiese convertido en luz, aunque no igual, conforme, sin embargo, a la forma igual a ti?

Pues así como para un cuerpo no es lo mismo ser que ser hermoso —de otro modo no podría ser deforme—, así también, para un espíritu creado, no es lo mismo vivir que vivir sabiamente —de otro modo sería inmutablemente sabio—. Mas es bueno para él estar adherido siempre a ti, para que la luz que ha adquirido volviéndose a ti, no la pierda apartándose de ti, ni vuelva a caer en una vida semejante al tenebroso abismo.

Porque también nosotros, que somos, por el alma, una criatura espiritual, apartándonos de ti, luz nuestra, hemos sido en esta vida tinieblas algún tiempo, y trabajamos penosamente en lo que queda de nuestra oscuridad3 hasta que seamos tu justicia en tu Hijo único como las montañas de Dios, ya que hemos sido tus juicios de condenación como abismo profundo.

CAPÍTULO III

"HÁGASE LA LUZ": ILUMINACIÓN DE LA CRIATURA ESPIRITUAL

4. En cuanto a lo que dijiste en las primeras creaciones: Hágase la luz y la luz fue hecha, entiéndolo sin ningún inconveniente de la criatura espiritual, porque era ya de algún modo una vida que debías iluminar.

Mas, así como no había merecido ante ti ser una vida tal que pudiese ser iluminada, así tampoco, cuando ya era, mereció ante ti ser iluminada. Porque no te habría agradado la informidad de esa vida de no haberse convertido en luz, no existiendo sino contemplando la luz que ilumina y adhiriéndose a ella. De suerte que no deba más que a tu gracia el vivir simplemente y el vivir en la bienaventuranza, convertida por una mejor mudanza hacia lo que no se puede mudar ni a mejor ni a peor. Y eso sólo lo eres tú, porque sólo tú eres simplemente, para quien no es una cosa vivir y otra vivir en la bienaventuranza, puesto que tú eres tu bienaventuranza.

CAPÍTULO IV

LA BONDAD CREADORA

5. Porque ¿qué es lo que te faltaría, para el bien que para ti mismo eres, aunque, o no existieran en absoluto esas criaturas o permaneciesen informes? No Tas has hecho

por indigencia, sino por plenitud de tu bondad, reteniéndolas y convirtiéndolas a una forma, y no como si por ellas se hubiera de completar tu gozo. Y es que porque eres perfecto te desagrada su imperfección, para que reciban de ti su perfección y te agraden, y no porque seas imperfecto, como si también tú hubieses de perfeccionarte con su perfección.

Tu Espíritu, en efecto, que es bueno, era llevado por encima de las aguas. No era llevado por ellas, como si en ellas reposara. Cuando se dice, pues, que tu Espíritu reposa en los seres, es que los hace reposar en él. Pero tu voluntad incorruptible e inmutable, que se basta a sí misma en sí, era llevada por encima de la vida que habías hecho, y para esa vida no es lo mismo vivir que vivir en la bienaventuranza, porque ella vive también cuando flota en su oscuridad, y le falta volverse hacia aquél por quien fue hecha y vivir más y más cabe la fuente de la vida y ver en su luz la luz, y ser perfeccionada, iluminada, beatificada.

CAPÍTULO V

LA TRINIDAD EN LA CREACIÓN

6. He aquí que me aparece en enigma la Trinidad que eres, Dios mío. Porque tú, Padre, en el Principio de nuestra sabiduría, principio qué es tu Sabiduría nacida de ti, igual a ti y coeterna, esto es, en tu Hijo, hiciste el cielo y la tierra.

Y hemos dicho muchas cosas sobre el cielo del cielo y sobre la tierra invisible e inorganizada y sobre el abismo tenebroso, concernientes a la criatura espiritual, que estaría en la informidad de una vagabunda fluidez, si no se volviera hacia aquél por quien ella era una vida cualquiera y por su iluminación llegara a ser una vida de hermosa apariencia, y fuese el cielo de ese cielo que fue hecho después entre el agua y el agua.

Y ya tenía yo, en el nombre mismo de Dios, al Padre que ha hecho estas cosas, y, en el nombre de principio, al Hijo, en el cual ha hecho estas cosas, y, creyendo que mi Dios es Trinidad, como lo creía, buscaba en sus santos oráculos y he aquí que tu Espíritu era llevado sobre las aguas. He aquí a la Trinidad, mi Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, creador de toda criatura.

CAPÍTULO VI

POR QUÉ EL ESPÍRITU SANTO NO ES NOMBRADO HASTA EL~ VERSÍCULO TERCERO

7. Mas ¿qué razón había —oh luz verídica, a ti acerco mi corazón; para que no me enseñe la vanidad, disipa sus tinieblas y dime, te ruego, por la caridad, que es mi madre, te ruego, dime—, que razón había para que, después de haber nombrado el cielo y la tierra invisible e inorganizada y las tinieblas sobre el abismo, entonces, por fin, nombrase a tu Espíritu tu Escritura? ¿Acaso porque convenía introducirle así, diciendo que era llevado por encima?

No podría decirse eso, si no se mencionase antes la cosa por encima de la cual se podría entender que era llevado tu Espíritu. Porque no era llevado por encima del Padre, ni por encima del Hijo, y no era correcto decir que era llevado por encima, si no era llevado por encima de algo. Era menester, por consiguiente, nombrar antes aquello por encima de lo cual sería llevado y después Aquél que no convenía mencionar de otro modo que diciendo de él que era llevado por encima.

¿Por qué razón, empero, no convenía introducirle de otro modo, sino diciendo que era llevado por encima?

CAPÍTULO VII

EL ESPÍRITU ELEVA A LAS ALMAS POR LA CARIDAD

8. Ahora, a partir de aquí, que siga el que pueda con el entendimiento a tu Apóstol. Dice él que ha sido derramada tu caridad en nuestros corazones, por el Espíritu Santo que se nos ha dado. Nos instruye sobre cosas espirituales, nos descubre el sobreeminente camino de la caridad y dobla por nosotros las rodillas ante ti, para que conozcamos la sobreeminente ciencia de la caridad de Cristo. He aquí por qué, sobreeminente desde el comienzo, era llevado por encima de las aguas el Espíritu.

¿A quién hablar, cómo hablar del peso de la concupiscencia que nos empuja hacia el abismo abrupto y de la caridad4 que nos eleva con la ayuda de tu Espíritu, el cual era llevado por encima de las aguas? ¿A quién hablar de ello? ¿Cómo hablar de ello?

Porque no es cuestión de espacios donde estamos sumergidos y de donde emerjamos. La metáfora es, a la vez, muy exacta y muy inexacta. Son sentimientos, son amores: la impureza de nuestro espíritu nos hace correr hacia abajo por amor de los cuidados, y la santidad del tuyo nos eleva hacia lo alto por amor de la seguridad, para que tengamos el corazón levantado hacia ti, allí donde tu Espíritu es llevado por encima de las aguas y lleguemos al sobreeminente reposo, cuando nuestra alma haya atravesado las aguas que son sin sustancia.

CAPÍTULO VIII

CAEN LAS CRIATURAS ESPIRITUALES SI DIOS NO LAS ELEVA

9. Sumergióse el ángel, sumergióse el alma del hombre. Han revelado así, el abismo en que sería sumergida toda tu creación espiritual en profundidades tenebrosas de no haber dicho tú desde el comienzo: "Hágase la luz", y de no haberse hecho la luz, de suerte que pudiera adherirse a ti toda inteligencia obediente de tu ciudad celestial y reposar en tu Espíritu, que es inmutablemente llevado por encima de todo ser mudable. De otro modo, el mismo cielo del cielo sería en sí tenebroso abismo. Mas ahora es luz en el Señor.

Y es que, hasta en la misma miserable inquietud de los espíritus que caen y muestran sus tinieblas desnudas del vestido de tu luz, indicas suficientemente cuán grande has hecho a la criatura racional, ya que, para su reposo bienaventurado, de ningún modo le basta lo que es menos que tú y, por lo tanto, ni ella se basta a sí misma. Porque eres tú, Dios nuestro, quien iluminarás nuestras tinieblas. De ti proviene nuestro vestido y nuestras tinieblas serán como un mediodía.

Date a mí, Dios mío, devuélvete a mí. Ved que amo y, si fuera poco, quiero amar con más fuerza. No puedo medirlo, para saberlo, cuánto amor me falta para que sea bastante, a fin de que corra mi vida a tus abrazos y no se separe hasta que se esconda en lo escondido de tu rostro. Esto es lo único que sé: que me va mal sin ti, no sólo fuera de mí sino también en mí mismo, y que para mí toda abundancia que no sea mi Dios es indigencia.

CAPÍTULO IX

EL ESPÍRITU SANTO DISPENSA EL AMOR QUE ELEVA LAS ALMAS HACIA DIOS

10. ¿Por ventura no eran llevados el Padre o el Hijo por encima de las aguas? Si se entiende como de un cuerpo en un espacio, tampoco el Espíritu Santo lo era. Pero si se trata de la eminencia de la inmutable divinidad sobre todo ser mudable, tanto el Padre como el Hijo y el Espíritu Santo eran llevados por encima de las aguas.

¿Por qué, entonces, se dijo esto solamente de tu Espíritu? ¿Por qué se dijo solamente de él, como si se tratara de un lugar donde estuviera y que no es lugar, de él, de quien solamente se ha dicho que es tu don?

En ese don tuyo descansamos. Allí gozamos de ti. Nuestro descanso es nuestro lugar. Allá nos lleva el amor, y tu Espíritu, que es bueno, exalta nuestra bajeza, retirándola de las puertas de la muerte. En la buena voluntad se encuentra la paz para nosotros.

Un cuerpo tiende, en virtud de su peso, a su lugar propio. El peso no va solo hacia abajo, sino a su . lugar propio. El fuego tiende hacia arriba, la piedra hacia abajo: son llevados por su peso, van a su lugar. El aceite derramado debajo del agua se levanta sobre el agua; el agua derramada sobre el aceite se sumerge debajo del aceite: son llevados por su peso, van a su lugar. Si no están en su lugar, están los seres sin descanso; colócanselos en su lugar y descansan.

Mi peso es mi amor; por él soy llevado dondequiera que soy llevado. Tu don nos enciende y nos lleva hacia lo alto; nos abrasamos y vamos. Subimos las subidas que hay en nuestro corazón y cantamos el cántico de las gradas. Con tu fuego, con tu fuego bueno nos abrasamos y vamos; porque vamos arriba, a la paz de Jerusalén; porque encontré mi gozo cuando se me dijo: iremos a la casa del Señor. AÍlí nos colocará la buena voluntad, de guisa que no deseemos otra cosa que permanecer eternamente allí.

CAPÍTULO X

LA CRIATURA ESPIRITUAL CELESTE SIEMPRE HA SIDO ELEVADA HACIA DIOS

11. ¡Dichosa la criatura que no conoció otra cosa! Que otra cosa sería esa misma criatura, si tu don, que es llevado por encima de todo ser mudable, no la hubiese elevado, apenas creada, sin intervalo alguno de tiempo, con ese llamamiento en que dijiste: "Hágase la luz’’, y si la luz no hubiese sido hecha.

Por lo que a nosotros toca, distínguense en el tiempo dos momentos: que fuimos tinieblas y somos hechos luz. Mas por lo que toca a aquella criatura hase dicho lo que sería de no haber sido iluminada. Así se ha dicho que fue primeramente como fluyente y tenebrosa, a fin de que apareciese la causa que hizo que fuera de otro modo, esto es, que fuera luz por una conversión a la luz indefectible.

El que pueda, comprenda; pídatelo a ti.5 ¿Por qué me ha de importunar, como si yo iluminase a algún íombre que viene a este mundo?

CAPÍTULO XI

IMAGEN DE LA TRINIDAD EN EL HOMBRE: SER, CONOCER, QUERER

12. ¿Quién comprenderá a la todopoderosa Trinidad? Y ¿quién no habla de ella, suponiendo que se hable de ella? Rara es el alma que, cuando habla de ella, sabe lo que dice. Se discute, se pugna y nadie, sin paz, contempla esta visión.

Quisiera que reflexionaran los hombres sobre estas tres cosas que hay en ellos mismos. Tres cosas que están muy lejos de ser lo que es aquella Trinidad; pero las menciono para que se ejerciten en ellas y comprueben y comprendan cuán lejos están de este misterio. Me refiero a estas tres cosas: el ser, el conocer, el querer.6 Porque yo soy y conozco y quiero. Soy conociendo y queriendo; conozco que soy y que quiero; quiero ser y conocer.

En estas tres cosas, pues, hasta qué punto haya una vida indivisible y una única vida y una única inteligencia y una única esencia, hasta qué punto, en fin, haya una distinción sin separación y, con todo, distinción, véalo quien pueda. Cada uno está, por cierto, en presencia de sí mismo; examínese, vea y me responda.

Pero cuando haya encontrado en ellas alguna analogía y la haya reconocido, que no crea que ha comprendido ya el ser inmutable que está por encima de esos atributos, que es inconmutable e inconmutablemente conoce e inconmutablemente quiere.

¿Es a causa de estos tres atributos por lo que también allí hay trinidad? O ¿es que estos tres atributos están en cada una, de suerte que los tres sean de cada una? O bien ¿es lo uno y lo otro, porque, de manera maravillosa, en la simplicidad y la multiplicidad, el fin para sí mismo en sí mismo es infinito, según el cual el Ser mismo es y se conoce y se basta a sí mismo inconmutablemente en virtud de una opulenta grandeza de unidad? ¿Quién podría concebirlo fácilmente? ¿Quién podría expresarlo de algún modo? ¿Quién se atrevería a pronunciarse a la ligera en el sentido que fuere? 7

CAPÍTULO XII

NUEVA INTERPRETACIÓN DE LOS PRIMEROS VERSÍCULOS DEL GÉNESIS: LA IGLESIA

13. Prosigue en tu confesión, oh fe mía. Di al Señor, tu Dios: Santo, Santo, Santo, Señor, Dios mío; en tu nombre hemos sido bautizados, Padre e Hijo y Espíritu Santo: en tu nombre bautizamos, Padre e Hijo y Espíritu Santo, porque también entre nosotros hizo Dios en su Cristo el cielo y la tierra, los espirituales y íos carnales de su Iglesia. Y también nuestra tierra, antes de recibir la forma de la doctrina, era invisible e inorganizada y estábamos cubiertos por las tinieblas de la ignorancia, porque, castigando la iniquidad, has instruido al hombre y son como un vasto abismo tus condenaciones.

Mas porque tu Espíritu era llevado por encima del agua, no abandona a nuestra miseria tu misericordia. Y dijiste: Hágase la luz; haced penitencia, porque está cercano el reino de los cielos. Haced penitencia; hágase la luz; y como estaba conturbada dentro de nosotros nuestra alma, nos hemos acordado de ti, Señor, en el país del Jordán, sobre el monte que es igual a ti, pero que se hace pequeño por nosotros.8 Y nos desagradaron nuestras tinieblas y nos convertimos a ti y se hizo la luz. Y ved cómo fuimos en un tiempo tinieblas, pero ahora somos luz en el Señor.

CAPÍTULO XIII

LA IGLESIA TERRESTRE ESPERA EN ESPERANZA A LA IGLESIA CELESTIAL

14. Empero, lo somos todavía por la fe, aún no por la visión. Porque hemos sido salvados en esperanza. Mas la esperanza que es visión no es esperanza. Todavía llama el abismo al abismo, pero es ya con la voz de tus cataratas. Incluso aquél que dice: No he podido hablaros como a espirituales, sino como a carnales, incluso ése mismo no cree haberlo alcanzado aún; y, olvidando lo que está detrás, se lanza hacia lo que está delante, y se pone a gemir lleno de agobio. Y su alma, en su sed, aspira al Dios vivo, como los ciervos a las fuentes de las aguas; y dice: ¿Cuándo llegaré?, en su deseo de ser revestido de su morada que es celestial. Y llama al abismo que está abajo, diciendo: No os conforméis al presente siglo, antes reformaos por la renovación de vuestra alma, y, no os hagáis ñiños en inteligencia, sino sed párvulos en malicia, para que seáis perfectos en inteligencia, y: Oh insensatos Gálatas, ¿quién os ha fascinado?

Mas no es ya con su voz sino con la tuya: Enviaste tu Espíritu desde lo alto, por aquél que subió a lo alto y abrió las cataratas de sus dones, para que el río, en su ímpetu, alegrase tu ciudad.

Por él es por quien suspira el amigo del Esposo. Tiene ya en él las primicias de su espíritu, pero gime aún en sí mismo, esperando la adopción, la redención de su cuerpo. Por él suspira, porque es un miembro de la esposa; por él tiene un celoso cuidado, porque es el amigo del esposo; por él tiene un celoso cuidado no por sí mismo, porque, por la voz de tus cataratas, no por la suya, llama al otro abismo, y en su celoso cuidado por ese abismo teme que, así como la serpiente engañó a Eva con su astucia, así también se corrompan sus pensamientos y se alejen de la pureza que hay en nuestro Esposo, tu Hijo único.

¡Qué luz aquella de la visión! Cuando le veamos tal como es, y hayan pasado las lágrimas, que han venido a ser mi pan de día y de noche, mientras se me dice cada día: ¿Dónde está tu Dios?

CAPÍTULO XIV

ESPERAR Y PERSEVERAR

15. También yo digo: Dios mío, ¿dónde estás? He aquí donde estás. Respiro un poco en ti, cuando derramo sobre mí mi alma en un grito de alegría y de confesión en el que resuenan aires de fiesta celebrada. Y mi alma está triste todavía, porque vuelve a caer y se convierte en un abismo o, más bien, siente que es aún abismo.

Dícele mi fe, la que encendiste en la noche delante de mis pasos: ¿Por qué estás triste, alma mía, y por qué me conturbas? Espera en el Señor; antorcha ante tus pasos es su palabra. Espera y persevera hasta que pase la noche, madre de los malhechores, hasta que pase la ira del Señor,' ira de la que también nosotros fuimos hijos en un tiempo, cuando éramos tinieblas, cuyos residuos arrastramos en un cuerpo muerto por el pecado, hasta que sople el día y se retiren las sombras.

Espera en el Señor: a la mañana estaré presente y contemplaré; por siempre le confesaré. A la mañana estaré presente y veré la salud de mi rostro, a mi Dios, él que dará vida a nuestros cuerpos mortales por el Espíritu que habita en nosotros, porque misericordiosamente era llevado sobre nuestro interior tenebroso y fluido.

De él hemos recibido prendas en esta peregrinación para que seamos ya luz, ahora que, salvados, bien que todavía en esperanza, hemos sido hechos hijos de la luz e hijos del día, no hijos de la noche ni de las tinieblas, como, sin embargo, fuimos.

Entre éstos y nosotros, en esta incertidumbre en que aún se encuentra el humano conocimiento, tú solo pones división,9 tú que pruebas nuestros corazones y llamas a la luz, día, y a las tinieblas, noche.

Porque ¿quién es el que nos discierne sino tú? ¿Qué tenemos que no hayamos recibido de ti nosotros,, sacados de la misma masa, y hechos vasos de honor, de la que han sido sacados otros para vasos de ignominia?

CAPÍTULO XV

EL FIRMAMENTO, FIGURA LA ESCRITURA Y LAS AGUAS SUPERIORES A LOS ÁNGELES

16. O ¿quién sino tú, Dios nuestro, nos ha hecho un firmamento de autoridad sobre nosotros, en tu divina Escritura? Porque el cielo se plegará como un libro y ahora, como una piel, se extiende sobre nosotros. Y es que tu divina Escritura posee una más sublime autoridad, ahora que han sufrido la muerte de acá abajo aquellos mortales por quienes nos la dispensaste. Y tú sabes, Señor, tú sabes cómo revestiste de pieles a los hombres,10cuando se hicieron mortales por el pecado.

Por eso extendiste, como una piel, el firmamento de tu Libro, tus concordantes palabras, quiero decir, que por el ministerio de mortales pusiste por encima de nosotros. Pues a causa de su misma muerte,11 la consolidadora autoridad de los oráculos, que has publicado por ellos, se extiende con sublimidad sobre todo lo que está debajo. No se extendía con tal sublimidad mientras vivían acá abajo. No habías extendido aún el cielo como una piel, no habías difundido aún por todas partes la fama de su muerte.

17. Haz que contemplemos, Señor, los cielos, obra de tus dedos. Disipa de nuestros ojos la nube con que los tienes encubiertos. Allí está tu testimonio que da sabiduría a los pequeñuelos. Lleva a término, Dios mío, tu alabanza por la boca de los niños y de los lactantes. Ya que no conocemos otros libros que tan bien abatan la soberbia, que tan bien abatan al enemigo, al defensor que se resiste a tu reconciliación defendiendo sus pecados. No conozco, Señor, no conozco otras palabras tan puras que me persuadan así a la confesión y dobleguen a tu yugo mi cerviz y me inviten a rendirte un culto gratuito. ¡Has que las comprenda, oh Padre de bondad! Concédemelo, que estoy sumiso, ya que para los que están sumisos la has sólidamente establecido.

18. Otras aguas hay sobre este firmamento, según creo, aguas inmortales y sustraídas a la corrupción terrena. Alaben ellas tu nombre. Alábente las sobrecelestiales poblaciones de tus ángeles, que no han menester alzar sus ojos hacia ese firmamento y leer allí para conocer tu Verbo. Porque contemplan sin cesar tu rostro y allí leen, sin sílabas temporales, lo que quiere tu voluntad eterna. Leen, eligen y aman. Leen constantemente y jamás pasa lo que leen. Pues eligiendo y amando leen la inmutabilidad misma de tu designio. No se cierra su manuscrito ni se pliega su libro, porque tú mismo eres eso para ellos y lo eres eternamente, porque lo has colocado por encima de ese firmamento, firmemente establecido por ti sobre la debilidad de los pueblos de acá abajo, para que esos pueblos levanten su vista y se den cuenta de tu misericordia, que te anuncia en el tiempo a ti, que hiciste el tiempo. Ya que en el cielo, Señor, está tu misericordia y tu verdad asciende hasta las nubes.

Pasan las nubes,12 pero el cielo permanece. Pasan de esta vida a la otra los predicadores de tu Verbo, pero tu Escritura permanece extendida sobre los pueblos hasta el fin de los siglos. Y pasarán también el cielo y la tierra, pero tus palabras no pasarán. Porque también esa piel se plegará, y pasará con su esplendor la hierba sobre la que se extendía, mas tu Verbo permanece eternamente.

El cual se nos aparece ahora en el enigma de las nubes y a través del espejo del cielo y no como es, porque tampoco a nosotros, aunque seamos queridos de tu Hijo, se nos ha aparecido aún lo que seremos. Ha mirado él a través de las mallas de la carne y ha acariciado e inflamado y corremos en pos de sus perfumes. Mas cuando haya aparecido, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como es. Verle tal como es, Señor, es nuestro premio, que todavía no poseemos.

CAPÍTULO XVI

SÓLO DIOS SE CONOCE TAL CUAL ES

19. Porque absolutamente tal como eres, sólo tú te conoces, que eres inconmutablemente y conoces inconmutablemente y quieres inconmutablemente. Tu ser conoce y quiere inconmutablemente; tu conocimiento es y quiere inconmutablemente; tu voluntad es y conoce inconmutablemente. Y no parece ser justo a tus ojos que sea conocida la luz inconmutable por el ser mudable por ella iluminado, de la misma manera que se conoce ella a sí misma.

Por eso está mi alma como una tierra sin agua delante de ti, porque, así como no puede sacar de sí misma su propia iluminación, así tampoco puede sacar de sí su propia hartura. Pues así está en ti la fuente de la vida, como en tu luz veremos la luz.

CAPÍTULO XVII

LAS AGUAS CONGREGADAS FIGURAN A LAS ALMAS INFIELES Y LA TIERRA FIRME A LAS FIELES

20. ¿Quién congregó las aguas amargas en una sola masa? Pues-per-siguen un mismo fin: una felicidad temporal y terrena, por la cual hacen todo, cualesquiera que fueren las diversas fluctuaciones de sus innumerables cuidados. ¿Quién sino tú, Señor, que dijiste que se congregaran las aguas en un único conjunto, y que apareciese la tierra seca, sedienta de ti, puesto que tuyo es el mar y tú lo hiciste y tus manos formaron la tierra seca? Porque no es la amargura de las voluntades, sino la reunión de las aguas lo que se llama mar. Ya que tú refrenas también las malas concupiscencias de las almas y les fijas los límites hasta donde puedan avanzar las aguas, para que se rompan sus olas sobre sí mismas. Y así haces el mar según el orden fijado por tu mandamiento sobre todas las cosas.

21. En cuanto a las almas sedientas de ti y que te aparecen, por el distinto fin que ellas persiguen, separadas de la masa del mar, las riegas con una escondida y dulce fuente, para que también la tierra dé su fruto. Y da su fruto. Y a una orden tuya, Señor, Dios de ella, germina nuestra alma obras de misericordia según su especie: ama al prójimo remediando sus necesidades mate-riáles. Lleva en sí misma la semilla de ese amor en razón de una semejanza de naturaleza porque nuestra debilidad nos inclina a compadecer, para remediar a los necesitados, socorriéndoles de la misma manera que querríamos ser socorridos nosotros si estuviéramos en la. misma necesidad. Y no se limita esta ayuda a las cosas fáciles, como la hierba en su semilla, sino que va hasta el socorro de protección, sólido y vigoroso —así es el árbol fructífero, esto es, benéfico— para arrancar de mano del poderoso al que sufre la injusticia, ofreciéndole la sombra de una protección con el apoyo firme y vigoroso de un justo juicio.

CAPÍTULO XVIII

LOS LUMINARES FIGURAN LA LUZ DE LAS BUENAS OBRAS HECHAS SEGÚN CARISMAS ESPIRITUALES

22. Que de este modo, Señor, que de este modo, te ruego, nazca —cómo tú haces nacer, cómo tú das alegría y poder— nazca de la tierra la verdad y mire desde el cielo la justicia, y háganse en el firmamento luminares. Partamos nuestro pan con el hambriento e introduzcamos en nuestra casa al que carece de techo. Vistamos al desnudo y no despreciemos a los familiares de nuestro linaje. Ante estos frutos nacidos en la tierra, ve que es bueno; y rompa oportuna nuestra luz; y que, por los frutos de la acción acá abajo, por las delicias de la contemplación, puestos en posesión del Verbo de vida, allá arriba, aparezcamos como luminares en el mundo fijos en el firmamento de tu Escritura.

Es allí, en efecto, donde te esfuerzas por convencernos a establecer una separación entre lo inteligible y lo sensible, como entre el día y la noche, o, más bien, entre las almas, entregadas unas a lo inteligible y otras a lo sensible.

De suerte que ya no eres tú solo, en lo recóndito de tu juicio, como antes de que existiera el firmamento, el que estableces división entre la luz y las tinieblas, sino que también tus espirituales, colocados en ese mismo firmamento en planos diferentes, ahora que tu gracia se ha manifestado por el orbe, brillen sobre la tierra y establezcan una separación entre el día y la noche y señalen los tiempos. Porque pasaron las cosas antiguas y se ha efectuado la renovación; está más cerca nuestra salud que cuando abrazamos la fe; la noche está avanzada y el día próximo; bendices la corona de tu año y envías operarios a tu mies, en cuya siembra trabajaron otros; los envías asimismo a otra siembra cuya siega es para el final. Así colmas sus deseos al deseoso y bendices los años del justo; pero tú eres el mismo tú mismo y, ’ en tus años que no. declinan, preparas un granero para los años que pasan. Conforme a un designio eterno, derramas, a su debido tiempo, los bienes celestiales sobre la tierra.

23. Porque a uno le es dado por el Espíritu el lenguaje de sabiduría, que es como el luminar mayor en favor de los que se deleitan en la luz de la verdad transparente, como al principio del día; a otro le es dado el lenguaje de la ciencia por el mismo Espíritu,13 que es como el luminar menor; a otro, la fe; a otro, el don de curaciones; a otro, el discernimiento de espíritu; a otro diversidad de lenguas. Y todos estos dones son como las estrellas.

Porque todos estos dones son obra de un solo y mismo Espíritu, que los distribuye apropiadamente a cada uno como él quiere y hace aparecer los astros manifestándolos para el bien de todos. Mas el lenguaje de la ciencia, en la que están contenidos todos los signos sagrados,14 que varían con los tiempos como la luna, y los demás conocimientos obtenidos por los dones mencionados enseguida como estrellas, en la medida en que difieren de aquella claridad de la sabiduría de que goza el día anunciado,15 en esa medida pertenecen al principio de la noche.

Son, efectivamente, necesarios para aquellos a quienes aquel prudentísimo siervo tuyo no pudo hablar como a espirituales sino como a carnales; aquél que habla de la sabiduría entre los perfectos. Pero el hombre animal, que es como un párvulo en Cristo y no bebe más que leche todavía mientras no esté lo suficientemente fuerte para un alimento más sólido, y fortalezca su vista para mirar al sol, que no tome su noche por una desolada soledad sino que se contente con la luz de la luna y de las estrellas.

Te esfuerzas por convencernos de estas cosas, con una suprema sabiduría, oh Dios nuestro, en tu libro, tu firmamento, a fin de que podamos distinguirlas todas en una contemplación maravillosa, si bien repartida todavía en signos y en tiempos, en días y en años.

CAPÍTULO XIX

EXHORTACIÓN MORAL A LOS CARNALES Y A LOS ESPIRITUALES

24. Pero lavaos antes, sed puros, apartad la maldad lejos de vuestras almas y lejos de la vista de mis ojos, para que aparezca la tierra seca. Aprended a obrar el bien, juzgad en favor del huérfano y haced justicia a la viuda, para que germine la tierra hierba de pasto y árboles frutales. Y venid, discutamos, dice el Señor, para que se hagan luminares en el firmamento del cielo y brillen sobre la tierra.

Preguntaba aquel rico al Maestro bueno qué debería-hacer para alcanzar la vida eterna. Que el Maestro bueno le diga a aquél que le tomaba por un hombre y nada más —y es bueno porque es Dios—, que le diga que, si quiere llegar a la vida, guarde los mandamientos, aparte de sí la amargura de la malicia y de la iniquidad, no mate, no cometa adulterio, no robe, no diga falso testimonio, para que aparezca la tierra seca y germine el respeto a la madre y al padre, y el amor al prójimo. Todo esto, dice, lo he hecho.

¿De dónde vienen, pues, tantas espinas, si es tierra fructífera? Vete, extirpa los zarzales salvajes de la avaricia, vende lo que posees y llénate de cosecha dando a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos. Y sigue al Señor, si quieres ser perfecto, asociándote a aquellos entre quienes habla de la sabiduría aquél que sabe qué ha de distribuir al día y qué a la noche, para que lo sepas también tú, para que también para ti se hagan luminares en el firmamento del cielo. No sucederá esto si no estuviere allá tu corazón, y eso tampoco tendrá lugar si no estuviere allí tu tesoro, como lo oíste del Maestro bueno.

Mas la tristeza invadió la tierra estéril y las espinas sofocaron la palabra.

25. Vosotros, en cambio, linaje escogido, débiles del mundo, que habéis dejado todo por seguir al Señor, id en pos de él y confundid a los fuertes. Id en pos de él, pies hermosos, y brillad en el firmamen-, to para que los cielos narren su gloria,16 estableciendo separación entre la luz de los perfectos —pero que no es aún como la de los ángeles—, y las tinieblas de los pequeñuelos —pero que no son las de los desesperados—. Brillad sobre toda la tierra, y que el día, candente de sol, exprese al día la palabra de‘sabiduría, y que la noche, luciendo la luna, anuncie a la noche la palabra de la ciencia. La luna y las estrellas brillan por la noche, pero la noche no las oscurece, porque ellas la iluminan según su medida.

Ved, pues; como si dijese Dios: "Háganse luminares en el firmamento del cielo", prodújose de repente un ruido venido del cielo, como si pasara un viento impetuoso. Y vié-ronse aparecer lenguas separadas, como un fuego que se posó sobre cada uno de ellos; e hiciéronse en el firmamento del cielo luminares que tenían la palabra de vida. ¡Corred por doquier, llamas santas, llamas hermosas! Porque vosotras sois la luz del mundo y no estáis debajo del celemín. Ha sido exaltado aquél a quien os adheristeis, y os exaltará a vosotros. Corred acá y acullá y dáos a conocer a todas las naciones.

CAPÍTULO XX

LO QUE FIGURAN LOS REPTILES, LOS MONSTRUOS MARINOS Y LOS VOLÁTILES

26. Conciba también el mar y para vuestras obras. Produzcan las aguas reptiles de alma viviente. Porque separando lo precioso de lo vil, os habéis convertido en boca de Dios para decir: Produzcan las aguas, no alma viviente, que la producirá la tierra, sino reptiles de alma viviente y volátiles que vuelen sobre la tierra. Pues como reptiles se deslizaron, oh Dios, tus sacramentos, gracias a las obras de tus santos, a través de las olas de las tentaciones del siglo para impregnar de tu nombre con tu bautismo a las naciones.

Y, mientras tanto, se realizaban grandiosas maravillas, comparables ;a los grandes cetáceos, y las voces de tus mensajeros han volado por encima de la tierra siguiendo de cerca el firmamento de tu Libro, cubiertas con la autoridad de ese Libro, bajo el cual pudiesen volar adonde quiera que fuesen. Porque no hay lenguas ni discursos en que no se oigan .sus voces, ya que por toda la tierra salió su sonido y hasta los confines del globo sus palabras. Y es que tú, Señor, bendiciéndolas, las has multiplicado.

27. ¿Miento, acaso? O ¿mezclo y confundo, incapaz de distinguirlas, las claras nociones de lo que hay en el firmamento del cielo y las obras corporales realizadas en el mar proceloso bajo el firmamento del cielo? Porque las nociones de estas cosas son fijas, determinadas, sin incremento por generación; tales son las luces de la sabiduría y de la ciencia. Pero estas mismas cosas tienen múltiples y variadas operaciones corporales, que se acrecientan la una de la otra y se multiplican bajo tu bendición, oh Dios, que has compensado el fastidio de los sentidos mortales, haciendo que una cosa única en el conocimiento del espíritu fuese de muchas maneras figurada y expresada por los movimientos del cuerpo.

Las aguas produjeron estas cosas, pero en tu Verbo. Las necesidades de los pueblos, alejados de tu eterna verdad, produjeron estas obras, pero en tu Evangelio. Ya que las aguas mismas hicieron brotar estas obras de su seno, esas aguas cuya amarga languidez fue la causa por la que debían manifestarse esas obras en tu Verbo.

28. Hermosas son todas las cosas, como hechas por ti. Mas he aquí que tú, que las hiciste, eres indeciblemente más hermoso. Y si no se hubiese apartado de ti Adán con su caída, no hubiera salido de su seno para difundirse por doquier el salitre del mar, este género humano con sus abismos de curiosidad, sus tempestades de orgullo, sus oleadas de instabilidad;. y así no fuese menester a tus dispensadores realizar, en el seno de las aguas múltiples, corpórea y sensiblemente, tus misterios en hechos y en palabras.

Así es como se me presentan ahora esos reptiles y esos volátiles; mas los hombres que, imbuidos e iniciados en ellos, se sometieron a los sacramentos corporales, no avanzarían más allá si el alma no se pusiera a vivir espiritualmente en otro grado y, después de la palabra de iniciación, no mirase hacia la consumación.

CAPÍTULO XXI

EL ALMA VIVIENTE FIGURA AL ALMA CRISTIANA

29. Y, por eso, en tu Verbo, no es la profundidad del mar, sino la tierra, separada de la amargura de las aguas, la que hace brotar de su seno, no ya reptiles de alma viviente y volátiles, sino el alma viviente.

Porque ya no tiene ella necesidad del bautismo, del que tienen necesidad los gentiles, como la había tenido cuando estaba cubierta por las aguas: ya que no se entra de otro modo en el Reino de los cielos, desde que instituiste que se entrara de esta suerte. Ni reclama grandiosas maravillas para que nazca la fe: porque no es cierto que, a menos que vea signos y prodigios, no cree, puesto que, tierra fiel, está ya separada de las aguas del mar amargas por la infidelidad; y las lenguas son una señal, no para los fieles, sino para los infieles.

De manera que, de ese género volátil, que por tu Verbo produjeron las aguas, tampoco tiene necesidad la tierra, que fundaste sobre las aguas. Envía sobre ella tu Verbo, por medio de tus mensajeros. Es cierto que nosotros narramos sus obras, pero eres tú el que obras en ellos para que lleven a cabo su obra; el alma viviente. La tierra es quien la produce, porque la tierra es la causa de que tus mensajeros realicen esta obra en ella, como fue el mar la causa de que ellos produjeran reptiles de alma viviente y volátiles bajo el firmamento del cielo. De esos seres ya no tiene necesidad la tierra, ahora que come ella el pez,17 sacado de las profundidades, en aquella mesa que dispusiste delante de los creyentes. Pues para eso fue sacado de las profundidades, para alimentar la tierra seca.

También las aves son nacidas del mar, aunque sea sobre la tierra donde se multiplican. Porque las primeras voces predicadoras del Evangelio tuvieron por causa la infidelidad de los hombres; pero también los fieles reciben de ellas exhortaciones y múltiples bendiciones de día en día. El alma viviente, por el contrario, tiene su origen en la tierra, porque no aprovecha más que a los que ya son fieles el abstenerse del amor de este siglo, a fin de que viva para ti su alma que estaba muerta viviendo en las delicias, delicias mortíferas, Señor, puesto que eres tú quien constituye las vitales delicias del corazón puro.

30. Obren, pues, ya en la tierra tus ministros, no como en las aguas de la infidelidad, utilizando una predicación y una palabra repleta de milagros y de signos sagrados y de palabras misteriosas, en los que repare la atención de la ignorancia, madre de la admiración, por el temor que inspiran los secretos de los signos. Tal es, en efecto, la vía de acceso a la fe para los hijos de Adán, que se olvidan de ti mientras se esconden de tu rostro y se convierten en abismo. Mas que obren ellos también, como sobre la tierra seca, separada de las profundidades del abismo, y sean para los fieles la forma ejemplar por la vida que ante ellos llevan que les excite a imitación.

Porque, de esta manera, no sólo para oír sino, también para obrar, oyen los fieles: Buscad a Dios y vivirá vuestra alma, para que produzca la tierra un alma viviente. No os conforméis con este siglo; absteneos de él. El alma vive evitando aquello cuya apetencia la hace morir. Absteneos de la salvaje dureza de la soberbia, de la indolente voluptuosidad de la lujuria y del engañador renombre de la ciencia, para que se amansen las fieras, se domestiquen los brutos y se tornen inofensivas las serpientes. Que tales son, en alegoría, los movimientos del alma. En cambio, la ampulosidad del orgullo, el placer libidinoso y el veneno de la curiosidad movimientos son de un alma muerta, porque el alma no muere de suerte que se vea privada de todo movimiento. Es alejándose de la fuente de la vida como muere y como es recogida por el siglo que pasa y como se conforma con él.

31. Mas el Verbo, oh Dios, es la fuente de la vida y no pasa. Por eso en tu Verbo se prohibe ese alejamiento, cuando se nos dice: No os conforméis con este siglo, para que produzca la tierra en la fuente de la vida un alma viviente, un alma que, en tu Verbo, por tus evangelistas, se abstenga imitando a los imitadores de tu Cristo. Eso es lo que quiere decir: "según su especie", puesto que es un estímulo para un hombre que le diga un amigo: Sed como yo, porque yo también soy como vosotros.

Así, pues, habrá en el alma viviente fieras buenas obrando con mansedumbre, porque les ordenaste diciendo: Cumple con mansedumbre tus obras y serás amado de todo hombre. Y brutos buenos que no sufrirán ni de abundancia si comen, ni de escasez si no comen. Y serpientes buenas no perniciosas para dañar sino astutas para guardarse y que no explorarán la naturaleza temporal más que en la medida en que sea suficiente para contemplar la eternidad, hecha inteligible a través de las cosas creadas. Y es que estos animales sirven a la razón cuando, refrenados en su marcha mortífera, viven y son buenos.

CAPÍTULO XXII

SENTIDO MÍSTICO DE LA CREACIÓN DEL HOMBRE

32. Porque he aquí, Señor Dios nuestro, Creador nuestro, que cuando hayamos refrenado del amor del siglo las afecciones con que morimos viviendo mal, y comenzado a ser un alma viviente viviendo bien, y se cumpliere tu palabra que dijiste por tu Apóstol: No os conforméis con este siglo, entonces se seguirá lo que añadiste a continuación diciendo: Mas reformaos con la renovación de vuestro espíritu. Y eso no ya según el género como si imitásemos al prójimo que nos precede o viviésemos según el ejemplo autorizado de un hombre más perfecto. Porque no dijiste: Hágase el hombre según su género, sino: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, para que /podamos probar por nosotros mismos cuál sea tu voluntad.

Que por eso aquel dispensador tuyo, que te engendraba hijos por medio del Evangelio, para no tenerlos siempre pequeños y haber de alimentarlos con leche y halagarlos como hace una nodriza, decía: Reformaos con la renovación de vuestro espíritu para probar por vosotros mismos cuál sea la voluntad de Dios, que es cosa buena, agradable y perfecta. Y, por eso, no dices: Hágase el hombre, sino: Hagamos. Ni dices: según el género, sino: a nuestra imagen, y semejanza.

En realidad, el que se ha renovado en su espíritu y contempla tu verdad hecha inteligible, no necesita de la demostración de un hombre, invitándole a imitar su género, sino que, con tu demostración prueba por si mismo cuál sea tu voluntad, que es cosa buena y agradable y perfecta. Y, una vez capaz, le enseñas a ver la Trinidad de la Unidad y la Unidad de la Trinidad. Por eso, después de haber dicho en plural: Hagamos al hombre, se añade, no obstante, en singular: E hizo Dios al hombre. Y, después de haber dicho en plural: A nuestra imagen, se añade en singular: A la imagen de Dios.

Así es renovado el hombre en el conocimiento de Dios, según la imagen de aquel que lo ha creado, y, convertido en espiritual, juzga todas las cosas, las que deben ser juzagadas, por supuesto, mas él por nadie es juzgado.

CAPÍTULO XXIII

QUÉ ES LO QUE PUEDE JUZGAR EL HOMBRE ESPIRITUAL

33. Que él juzga todas las cosas quiere decir que tiene poder sobre los peces del mar y las aves del cielo, sobre todos los brutos y sobre todas las fieras, sobre toda ía tierra y sobre todos los reptiles que reptan sobre la tierra. Pues ejerce ese juicio por un acto de su inteligencia, que le hace percibir las cosas que son del Espíritu de Dios. Por lo demás, el hombre, constituido en un lugar de honor, no comprendió; se colocó al nivel de los jumentos carentes de entendimiento e hízose semejante a ellos.

En tu Iglesia, pues, Dios nuestro, según la gracia tuya que le has dado, puesto que somos modelados por ti como criaturas entre las obras buenas, no sólo aquellos que presiden espiritualmente, sino también los que están sometidos espiritualmente a los que presiden —porque de esta manera has hecho al hombre varón y hembra en tu gracia espiritual,, donde según el sexo corporal no hay varón ni hembra, ya que tampoco hay judío ni griego, ni esclavo ni libre—, los espirituales, pues, tanto los que presiden como los- que obedecen, juzgan espiritualmente. No juzgan de los conocimientos espirituales que brillan en el firmamento, puesto que no se debe juzgar de tan sublime autoridad, ni de tu Libro mismo, aunque haya en él alguna cosa que no brille, ya que le sometemos nuestra inteligencia y tenemos por cierto que, hasta lo qué está cerrado a nuestras miradas, ha sido dicho según la rectitud de la verdad. Así es, en efecto, como el hombre, bien que ya espiritual y renovado en el conocimiento de Dios conforme a la imagen de aquél que lo ha creado, debe ser, no obstante, el cumplidor de la ley, no su juez.

El espiritual no juzga, evidentemente, de la división de los hombres en espirituales y carnales; ellos son conocidos a tus ojos, Dios nuestro, y ninguna obra los hace todavía' aparecer ante nosotros para que podamos conocerlos por sus frutos. Mas tú, Señor, ya los conoces y los has separado y llamado en secreto, antes de que fuera hecho el firmamento.

Ni juzga tampoco el hombre, por muy espiritual que sea, de las multitudes turbulentas de este siglo. Pues ¡qué le va a él en juzgar a los que están fuera, si ignora quién habrá de venir de allá para entrar en la dulzura de tu gracia y quién habrá de permanecer en la amargura sin fin de la impiedad!

34. En consecuencia, el hombre que hiciste a tu imagen no ha recibido poder sobre los luminares del cielo ni sobre el mismo cielo oculto, ni sobre el día y la noche que llamaste al ser antes de la formación del cielo, ni sobre la congregación de las aguas que es el mar; mas recibió poder sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo y sobre sobre todos los brutos y sobre toda la tierra y sobre todos los reptiles que reptan sobre la tierra.

Juzga él y aprueba lo que halla recto y reprueba lo que halla al revés, sea en esa recepción solemne de los sacramentos, con que son iniciados los que van persiguiendo la misericordia en las vastas aguas, sea en esa en la que se ofrece aquel pez, sacado de las profundidades, que la tierra piadosa come, sea en los signos de la palabra, en los vocablos sujetos a la autoridad de tu Libro, como si volaran bajo el firmamento, signos que se emplean en las interpretaciones, las exposiciones, las discusiones, las controversias, las bendiciones y las invocaciones que se te dirigen, signos que brotan de los labios y suenan para que responda el pueblo: Amén.

Y si todas estas palabras deben ser pronunciadas corporalmente, la causa de ello es el abismo del siglo y la ceguera de la carne, que no permiten ver las cosas pensadas y es preciso gritar recio en los oídos. Así, aunque las aves se multipliquen sobre la tierra, su origen, no obstante, arranca de las aguas.

Juzga también el espiritual, aprobando lo que es recto y reprobando lo torcido en las obras y costumbres de los fieles, las limosnas, que son como una tierra fructífera y las afecciones amansadas del alma viviente, en la castidad, en los ayunos, en los pensamientos piadosos acerca de cosas que son percibidas por los sentidos del cuerpo. Pues se dice que juzga ahora de todas las cosas sobre las que tiene también poder para corregir.

CAPÍTULO XXIV

CRECED Y MULTIPLICAOS

35. Mas ¿qué es esto? ¿Cuál es este misterio? He aquí que bendices a los hombres, oh Señor, para que crezcan y se multipliquen y llenen la tierra. ¿No nos indicaste con esto nada que nos haga comprender alguna cosa, comprender por qué no bendijiste del mismo modo la luz, que llamaste día, ni el firmamento del cielo, ni los luminares, ni los astros, ni la tierra, ni el mar?

Yo diría que tú, oh Dios nuestro, que nos creaste a tu imagen, diría que quisiste otorgar precisamente al hombre este don de la bendición, si no hubieses bendecido de la misma manera a los peces y cetáceos, para que creciesen y se multiplicasen y llenasen las aguas del mar, y a las aves para que se multiplicasen sobre la tierra. Diría igualmente que esa bendición concierne a seres cuyas especies se propagan de sí mismas por generación, si encontrara que se ha dado a los árboles y a las plantas y a los animales de la tierra. Pero ni a las hierbas ni a los árboles se ha dicho, ni a las fieras, ni a las serpientes: Creced y multiplicaos, siendo así que todos esos seres, lo mismo que los peces y las aves y los hombres, se aumentan también por generación y así conservan su especie.

36. Entonces ¿qué diré, oh Luz mía, oh Verdad? ¿Qué huelga esa expresión?, ¿qué de este modo ha hablado sin objeto? En manera alguna, oh Padre de piedad. Lejos de mí que así hable el servidor de tu Verbo. Y si no entiendo lo que con esa expresión significas, usen mejor de ella otros mejores, esto 'es, más inteligentes que yo, en la medida de la sabiduría que diste a cada uno. Mas sea agradable a tus ojos también mi confesión, cuando te confieso mi creencia, Señor, en que no has hablado así sin motivo. Y no callaré lo que la ocasión de esta lectura me sugiere.

Porque es una cosa verdadera y no veo qué puede impedirme entender así las expresiones figuradas de tus libros. Sé, en efecto, que se expresa de mil modos por el cuerpo lo que el espíritu concibe de una sola manera, y que el espíritu concibe de mil modos lo que se significa de una sola manera por el cuerpo. Ved la simple idea del amor de Dios y del prójimo: ¡qué de múltiples alegorías y de lenguas sin número y, en cada lengua, qué de innumerables modos de expresión para enunciarla por el cuerpo! Así crecen y se multiplican los retoños de las aguas. Pon otra vez atención, quienquiera que seas, tú que lees. He aquí lo que de un solo modo presenta la Escritura y pronuncia la voz: En el principio hizo Dios el cielo y la tierra. ¿No se puede entender en muchos sentidos, sin incurrir en la falacia de los errores, sino según los géneros de las interpretaciones verdaderas? De esta forma crecen y se multiplican los retoños de los hombres.

37. Por consiguiente, si consideramos, no en alegoría sino en sentido propio, la naturaleza de las cosas, a todos los seres que nacen de una simiente, conviene la palabra: Creced y multiplicaos. Pero si consideramos esto tomándolo en sentido figurado —y ésta es más bien, a juicio mío,18 la intención de la Escritura, que, evidentemente, no atribuyó en vano esta bendición a los solos retoños de las aguas y de los hombres—, hallamos, con toda seguridad, multitudes en las criaturas espirituales y corporales, como en el cielo y en la tierra; y en las almas justas y en las impías, como en la luz y en las tinieblas; y en los autores sagrados por quien la ley nos fue suministrada, como en el firmamento sólidamente establecido entre agua y agua; y en la masa de los pueblos henchidos de amargura, como en el mar; y en el celo de las almas piadosas, como en la tierra seca; y en las obras de misericordia practicadas en el curso de la vida presente, como en las hierbas de sementera y en los árboles que llevan fruto; y en los dones espirituales que se manifiestan para fines útiles, como en los luminares del cielo; y en las afecciones reguladas según la templanza, como en el alma viviente.

En todo esto encontramos multitud y fecundidad e incremento. Pero este incremento y esta proliferación, que hace que un solo pensamiento pueda ser formulado de muchas maneras y que una sola fórmula pueda ser comprendida de otras muchas, no los encontramos más que en los signos sensibles y en las verdades inteligibles. Los signos sensibles son las generaciones producidas por las aguas, porque necesariamente son causados por el abismo de nuestra ceguera carnal; las verdades inteligibles son las generaciones humanas, engendradas a causa de la fecundidad de la razón. Así lo hemos entendido.

Y por eso hemos creído que a uno y a otro de estos géneros les dijiste tú, Señor: Creced y multiplicaos. Pues en esta bendición nos concediste, a mi juicio, la facultad y el poder de enunciar de múltiples maneras lo que de una sola tendríamos entendido, y a la par de concebir de múltiples maneras lo que habríamos leído como enunciado oscuramente de una sola. Así es como se hinchen las aguas del mar, que no se agitan más que por la variedad de las interpretaciones. Así también se hinche de retoños humanos la tierra cuya aridez se manifiesta en el afán por saber y está sometida al dominio de la razón.

CAPÍTULO XXV

QUÉ FIGURA LA HIERBA PORTADORA DE SIMIENTE

38. Quiero decir también, Señor, Dios mío, lo que en el pasaje siguiente me sugiere tu Escritura y lo diré sin temor. Porque diré la verdad, puesto que eres tú quien me inspira lo que has querido que diga de ese texto. Pues inspirándome otro que no seas tú no creo que diga la verdad, ya que tú eres la Verdad, mientras que todo hombre es mentiroso. Y, por eso, el que dice una mentira, habla de su cosecha. Por consiguiente, para decir la verdad, voy a hablar por cuenta tuya.

He aquí que nos diste para alimento toda hierba de siembra sembrando su simiente que está en la superficie de la tierra toda y todo árbol que en sí lleva un fruto de semilla que sembrar. Y no a nosotros solos, mas también a todas las aves del cielo y a las bestias de la tierra y a las serpientes; en cambio, a los peces y a los grandes cetáceos no les diste ese alimento.

Decíamos, pues, que esos frutos de la tierra significan y figuran en alegoría las obras de misericordia, que son dispensadas a las necesidades de esta vida por la tierra portadora de fruto. Una tierra así era el piadoso Onesíforo, en cuya casa concediste misericordia, porque reconfortó con frecuencia a Pablo y no se avergonzó de las cadenas de tu siervo. Esto hicieron también y fructificaron llevando el mismo fruto, los hermanos que de Macedonia suplieron lo que le faltaba. ¡Cómo se duele, en cambio, de ciertos árboles que no le dieron el fruto que le debían, cuando dice: En mi primera defensa nadie me asistió, antes me abandonaron todos; que no se les impute esto.

Y es que esos frutos son debidos a quienes distribuyen una doctrina espiritual por la inteligencia de los divinos misterios; y de ese modo les es debido eso como a hombres. Además les es debido como a una alma viviente, ya que se nos ofrecen como modelos en todo dominio de sí. Eso les es debido asimismo como a aves voladoras, a causa de sus bendiciones que se multiplican sobre la tierra, pues a toda tierra llegó el sonido de su palabra.

CAPÍTULO XXVI

EL DON Y EL FRUTO

39. Nútrense de estos manjares los que se gozan en ellos; y no se gozan en ellos aquéllos cuyo dios es el vientre. Pero tampoco en los que ofrecen estos dones es el fruto eso que dan, sino el espíritu con que los dan. Así veo claramente de qué se goza aquel Apóstol, que servía a Dios y no a su vientre. Lo veo y me congratulo con él en extremo. Pues había recibido los dones que los filipenses le habían enviado por Epafrodito; mas, con todo, veo de qué se goza. Se goza de lo mismo de que se alimenta, ya que habla en toda verdad cuando dice: Sobremanera me gocé en el Señor de que ya, por fin, ha vuelto a retoñar el interés que sentís por mí, como ya lo sentíais, pero os habíais cansado.

Esos filipenses, pues, por el prolongado cansancio se habían marchitado y casi secado, privándose del fruto de esta buena obra; y él se goza por ellos, porque han retoñado, no por sí mismos, porque socorrieron su indigencia. Por eso prosigue diciendo; No lo digo porque me falte algo, puesto que aprendí a bastarme con lo que tengo. Sé tener menos y sé también estar en la abundancia. En todo caso y en todas las cosas he aprendido a estar harto y a estar hambriento, a la abundancia y a soportar la penuria. Todo lo puedo en aquél que me conforta.

40. ¿De qué, pues, te alegras, oh gran Pablo? ¿De qué te alegras y de qué te alimentas, hombre renovado en el conocimiento de Dios conforme a la imagen de aquél que te creó, alma viviente con tan gran dominio de sí, lengua volátil que habla misterios? En verdad, a tales almas se debe ese manjar.

¿Que es lo que te alimenta? La alegría. Oiré lo que sigue: Habéis hecho bien, sin embargo, dice, en tomar parte en mi tribulación. De esto se goza, de esto se alimenta; de que ellos han hecho bien, no de que ha sido aliviada la angustia del que te dice: Me ensanchaste en la tribulación, porque tanto estar, en la abundancia como padecer penuria sabe en ti que le confortas. Porque sabéis también, dice, vosotros filipenses, que en el comienzo del Evangelio, cuando salúde Macedonia ninguna iglesia comunicó conmigo en una relación de dado y recibido, fuera de vosotros solos. Pues más de una vez me enviasteis a Tesalónica con qué atender a mis necesidades. Gózase ahora de que hayan vuelto a estas buenas obras y se alegra de que hayan retoñado, como de la fertilidad renaciente de un campo.

41. ¿No será a causa de sus necesidades?, ya que dice: ¿Me enviasteis para mis necesidades? ¿No será por eso por lo que se alegra? No, no es por eso. Y ¿cómo lo sabemos? Porque él mismo a continuación lo dice: No es que yo busque el don sino que busco el fruto.

He aprendido de ti, Dios mío, a distinguir entre el don y el fruto. El don es la cosa misma que da el que comunica estas cosas necesarias, como son el dinero, la comida, la bebida, el vestido, el techo, la ayuda. Mas el fruto es la voluntad recta y buena del donante. Porque no dice solamente el maestro bueno: El que recibe a un profeta, sino que añadió: En calidad de profeta. Ni dice solamente: El que reciba a un justo, sino que añadió: En calidad de justo. De esta manera es como recibirá aquél recompensa de profeta y éste recompensa de justo. Ni dice solamente: El que diere a beber un vaso de agua fría a uno de mis más pequeños, sino que añadió: Únicamente en calidad de discípulo, y así agrega: En verdad os digo que no perderá su recompensa.

El don es recibir al profeta, recibir al justo, ofrecer un vaso de agua fresca al discípulo. El fruto, empero, es hacerlo en su calidad de profeta, en su calidad de justo, en su calidad de discípulo. Con el fruto es alimentado Elias por la viuda, que sabía que alimentaba a un hombre de Dios j que precisamente por eso le alimentaba. Mas con el don era alimentado por el cuervo. Y no era el Elias interior sino el exterior el que se alimentaba, el que hubiera podido incluso perecer por falta de tal manjar.

CAPÍTULO XXVII

DE ESTA BUENA INTENCIÓN SON INCAPACES LOS INFIELES

42. Y por eso diré una cosa que es verdadera a tus ojos, Señor. Cuando hombres profanos e infieles, que, para ser iniciados y ganados tienen necesidad de los sacramentos de iniciación y de la grandeza de los milagros, que nosotros creemos significados con el nombre de peces y cetáceos; cuando esos hombres reciben a tus siervos para reconfortarlos corporalmente o para ayudarles en alguna necesidad de la presente vida, como desconocen por qué motivo se ha de hacer o a qué fin tienda, ni aquéllos alimentan a tus servidores, ni tus servido-' res son alimentados por aquéllos; porque ni los unos lo hacen con santa y recta voluntad,19 ni los otros se gozan en sus dones, en los que no ven el fruto todavía. El alma se alimenta verdaderamente de aquello en que se goza.

Y por eso los peces v cetáceos no comen los alimentos que produce la tierra cuando ya está separada y apartada de la amargura de las olas marinas.

CAPÍTULO XXVIII

Y HE AQUÍ QUE TODO ERA MUY BUENO

43. Y viste, oh Dios, todo lo que hiciste y he aquí que era muy bueno, porque también nosotros lo vemos, y he aquí que es muy bueno todo. En cada uno de los géneros de tus obras, después de haber dicho que se hiciesen y después de que fueron hechas, viste que ésta y aquélla eran buenas. Siete veces, lo he contado, está escrito que viste que era bueno lo que habías hecho. Y es esta la octava vez que viste todo lo que habías hecho, y he aquí que no sólo era bueno, sino muy bueno incluso, si se lo toma en conjunto. Porque una por una, las cosas eran meramente buenas, pero todas juntas eran buenas y muy buenas.

Esto dicen también los cuerpos hermosos. Porque incomparablemente más hermoso es el cuerpo que se compone de miembros todos hermosos, que los miembros mismos tomados uno por uno, cuya armoníci perfectamente ordenada da su plenitud al conjunto, aunque también ellos, uno por uno considerados, sean hermosos.

CAPÍTULO XXIX

DIOS NO VE TEMPORALMENTE LA BONDAD DE SUS OBRAS TEMPORALES

44. Y puse atención para averiguar si habías visto siete u ocho veces que tus obras eran buenas cuando te agradaron. Y en esa tu manera de ver no encontré tiempos por los que pudiese comprender que habías visto tantas veces lo que hiciste. Y dije: "¡Oh Señor! ¿Acaso no es verídica tu Escritura en este punto, siendo así. que la has publicado tú; veraz y verdad? ¿Por qué pues, me dices que no hay tiempos en tu manera de ver, y esa Escritura tuya me dice que día a día viste que era bueno lo que hiciste, y yo, al contarlo, he hallado cuántas veces?"

A eso me replicas, puesto -que eres mi Dios y dices las cosas con una voz fuerte al oído interior de tu siervo, reventando mi sordera y gritando: "¡Oh hombre! Es claro que lo que dice mi Escritura yo lo digo. Sino que ella habla según el tiempo, pero a mi Verbo no tiene acceso el tiempo, porque subsiste en la misma eternidad que yo. De esta suerte, lo que vosotros veis por mi Espíritu, yo lo veo; lo mismo que decís vosotros por mi Espíritu, yo lo digo. Y así, cuando vosotros lo veis según el tiempo, yo no lo veo según el tiempo. Lo mismo que cuando lo decís según el tiempo, yo no lo digo según el tiempo."

CAPÍTULO XXX

ERROR DE LOS MANIQUEOS, PARA QUIENES NO TODO ES CREATURA DE DIOS

45. Y oí, Señor, Dios mío, y saboree una gota de dulzura de tu Verdad y comprendí que hay algunos hombres20 a quienes desagradan tus obras. Muchas de ellas, dicen, las has hecho compelido por la necesidad, como la arquitectura de los cielos y la disposición de los astros. Eso no lo has sacado de lo que es tuyo, sino que esas cosas existían ya creadas en otra parte y sacadas de otra parte, y tú las habrías ensamblado y ajustado y organizado, cuando tras la derrota de tus enemigos, construiste las murallas de este mundo, para que, encadenados a esa construcción, no pudieran rebelarse de nuevo contra ti. Y que todo lo demás, como son todos los seres de carne y todo lo que hay de más menudo entre los animales y todo lo que echa raíces en la tierra, ni lo hiciste tú ni lo ajustaste en lo más mínimo, sino que una inteligencia enemiga, otra naturaleza no creada por ti y hostil a ti, hace nacer esas cosas y las forma en las partes inferiores del mundo.

Insensatos los que dicen esto, porque no ven tus obras por tu Espíritu y no te reconocen en ellas.

CAPÍTULO XXXI

VEN LOS PIADOSOS QUE TODAS LAS CRIATURAS SON BUENAS

46. Pero aquéllos que las ven por tu Espíritu, eres tú quien ve en ellos.21 Por lo tanto, cuando ven que son buenas eres tú el que ve que son buenas; y todas las que por ti agradan, eres tú el que agrada en ellas; y todas las que nos agradan por tu Espíritu, a ti es a quien agradan en nosotros. Pues ¿qué hombre conoce lo que en el hombre hay, más que el espíritu del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoce las cosas de Dios más que el Espíritu de Dios. Y nosotros, dice el Apóstol, no hemos recibido el espíritu de este mundo, sino el Espíritu que viene de Dios para que conozcamos los dones que Dios nos ha concedido.

También soy inducido a decir: Ciertamente nadie sabe las cosas de Dios más que el Espíritu de Dios. ¿Cómo, pues, sabemos también nosotros los dones que Dios nos ha concedido? Respóndeseme que las cosas que sabemos por su Espíritu, aun así nadie las sabe, más que el Espíritu de Dios. Pues así como se dijo justamente: "No sois vosotros los que habíais", a los que hablarían en el Espíritu de Dios, así se puede decir en toda justicia: "No sois vosotros los que sabéis", a los que conocen en el Espíritu de Dios. Puédese, pues, decir no menos justamente: "No sois vosotros los que veis" a los que ven en el Espíritu de Dios.

Así, todo lo que en el Espíritu de Dios ven que es bueno, no son ellos, sino Dios quien ve que es bueno.

Una cosa es que uno tenga por malo lo que es bueno, como son esos de quienes he hablado más arriba. Otra que lo que es bueno vea el hombre que es bueno, como a mucha gente agrada tu creación porque es buena, y, sin embargo, no le agradas tú en ella, por lo que quieren gozar más de ella que de ti. Y otra, que cuando ve el hombre que una cosa es buena, es Dios quien ve en él que es ella buena.22 Entonces es Dios, evidentemente, amado en lo que hizo y no sería amado sino por el Espíritu que él ha dado; porque el amor de Dios ha sido difundido en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado, y por este Espíritu vemos que es bueno todo lo que de alguna manera es, puesto que proviene de aquél, que no es de alguna manera, sino que es el que es.

CAPÍTULO XXXII

ACCIÓN DE GRACIAS POR TODA LA CREACIÓN

47. ¡Gracias a ti, Señor! Vemos el cielo y la tierra, sea la parte corporal, superior e inferior, sea la creación espiritual y la creación corporal. Y para el ornamento de estas partes de que se compone, sea el conjunto de la mole del mundo, sea el conjunto de toda la creación, vemos la luz creada y separada de las tinieblas.

Vemos el firmamento del cielo, sea el que, entre las aguas espirituales superiores y las aguas corporales inferiores, es el cuerpo primario del mundo; sea ese espacio del aire, que también éste se llama cielo, a través del cual vagan las aves del cielo entre las aguas que en forma de vapor flotan sobre ellas y en las noches serenas caen en rocío, y estas que pesadamente discurren sobre las tierras.

Vemos la hermosura de las aguas acumuladas en las llanuras del mar; y la tierra seca, sea desnuda, sea ya formada de suerte que resulte visible y organizada, madre de hierbas y de árboles.

Vemos resplandecer las lumbreras en lo alto; al sol proveer sólo al día, a la luna y a las estrellas colmar la soledad de la noche y a todos estos astros indicar y señalar los tiempos.

Vemos el elemento húmedo por doquier, poblado de peces, de monstruos y de seres alados; porque la consistencia del aire, que sostiene el vuelo de las aves, obtiene su densidad de la evaporación de las aguas.

Vemos que la faz de la tierra se adorna con animales terrestres y que el hombre, hecho a tu imagen y semejanza, se impone a todos los animales irracionales, merced precisamente a tu imagen y semejanza, esto es, en virtud de la razón y de la inteligencia. Y así como hay en su alma un elemento que domina tomando las decisiones y otro que está sometido para obedecer, así también vemos que la mujer ha sido hecha, aun corporalmente, para el hombre,23 de tal suerte que posee, ciertamente, en- el espíritu una inteligencia racional de igual naturaleza, pero que, sin embargo, en cuanto al cuerpo, por su sexo, está sometida „1 sexo masculino de la misma manera que el deseo de la acción está sometida al espíritu razonable para concebir de él una ágil disposición a bien obrar.

Vemos estas cosas que son, a la vez, buenas una por una y, todas juntas, muy buenas.

CAPÍTULO XXXIII

TODO HA SIDO CREADO PARTIENDO DE LA NADA; LA MATERIA AL MISMO TIEMPO QUE LA FORMA

48. Alábante tus obras para que te amemos y te amamos para que te alaben tus obras. Tienen comienzo y fin en el tiempo, nacimiento y ocaso, crecimiento y mengua, belleza e imperfección. Tienen, pues, sucesivamente, una mañana y una tarde, en parte oculta en parte manifiesta. Porque de la nada fueron hechas por ti, no de ti, ni de alguna materia que no fuese tuya o que hubiese existido antes, sino de una materia concreada, esto es, de una materia creada por ti al mismo tiempo, porque diste a esa informidad, sin ningún intervalo de tiempo, su forma.

Y aun siendo una cosa la materia del cielo y de la tierra y otra la apariencia del cielo y de la tierra, y aunque, efectivamente, la materia haya sido sacada de la pura nada y la apariencia del mundo, en cambio, de la materia informe, hiciste, sin embargo, la una y la otra al mismo tiempo, de suerte que la forma siguíese a la materia sin intervalo de la menor demora.

CAPÍTULO XXXIV

RESUMEN DE LA INTERPRETACIÓN ALEGÓRICA DE LA CREACIÓN

49. Hemos considerado también las realidades figuradas, a causa de las cuales quisiste que fuesen hechas tus obras en tal orden, o en tal orden fuesen descritas. Y hemos visto que son buenas una por una y todas en conjunto, muy buenas. Hemos visto en tu Verbo, en tu Hijo único, el cielo y la tierra, cabeza y cuerpo de la Iglesia, en la predestinación antes de todos los tiempos sin mañana ni tarde.24

Mas cuando comenzaste a realizar en el tiempo lo que tenías predestinado, para manifestar lo que esta-’ ba oculto y organizar lo que en nosotros había sin organizar —porque sobre nosotros estaban nuestros pecados y, alejándonos de ti, habíamos llegado a las profundidades te-, nebrosas y tu Espíritu bueno se cernía por encima de nosotros, para venir en nuestra ayuda en tiempo oportuno—, justificaste a los impíos, los separaste de los pecadores, consolidaste la autoridad de tu Libro entre los superiores que te serían dóciles y los inferiores que les estarían sujetos, y reuniste la sociedad de los infieles en una misma aspiración común, para que apareciera el cielo de los fieles en realizar, para ti, obras de misericordia distri-huyendo aun entre los pobres los bienes de la tierra para alcanzar los del cielo.

Luego encendiste algunas lumbreras en el firmamento, tus santos, que poseen el Verbo de vida y resplandecen, con una sublime autoridad, por sus dones del Espíritu. Y después, para hacer penetrar la fe en los pueblos infieles, produjiste de la materia corpórea los sacramentos, los milagros visibles y la voz de las enseñanzas conforme al firmamento de tu Libro, de donde debían recibir también los fieles la bendición.

Formaste, a continuación, el alma viviente de los fieles con sentimientos bien regulados por un vigoroso dominio. Y, más tarde, a esa inteligencia que estaba sometida exclusivamente a ti y no tenía necesidad de autoridad alguna humana propuesta a su imitación, la renovaste a tu imagen y semejanza; y subordinaste a la superioridad de la inteligencia la actividad razonable, como al hombre la mujer.

Y quisiste que, a todos tus ministros, necesarios para el perfeccionamiento de los fieles en esta vida, les ofrecieran esos mismos fieles su socorro en las necesidades temporales, con obras que llevan su fruto a la vida futura.

Todas estas cosas vemos, y son muy buenas, porque eres tú quien las ve en nosotros, tú que nos has dado el Espíritu para que, por Él, las viéramos y te amáramos en ellas.

CAPÍTULO XXXV

PLEGARIA FINAL

50. Señor Dios, daños la paz —puesto que nos has dado todo—, la paz del reposo, la paz del sábado, la paz que no tiene tarde. Porque todo este orden hermosísimo de cosas que son muy buenas agotará sus modalidades y pasará. Sí, ha sido hecha con ellas una mañana y también una tarde.

CAPÍTULO XXXVI

EL DESCANSO DEL SÉPTIMO DÍA

51. Pero el día séptimo carece de tarde y no tiene ocaso, porque le santificaste para que dure eternamente; y si tú, al término de tus obras muy buenas, con todo y haberlas hecho en el reposo, descansaste el día séptimo, ha sido para advertirnos de antemano por la voz de tu Libro, que al término de nuestras obras, que son muy buenas precisamente porque nos ías concediste tú, también nosotros el sábado de la vida eterna descansáramos en ti.

CAPÍTULO XXXVII

DIOS Y EL ALMA HUMANA

52. Porque entonces, también tú reposarás en nosotros, al igual que ahora operas en nosotros; y a través de nosotros será tuyo aquel reposo, de la misma manera que es tuya esta acción a través de nosotros.25

Mas tú, Señor, estás siempre en actividad y siempre en reposo. No tienes visión por un tiempo, ni movimiento por un tiempo, ni reposo por un tiempo. Y, sin embargo, haces las visiones del tiempo y los tiempos mismos y el reposo según el tiempo.

CAPÍTULO XXXVIII

EL DESCANSO EN DIOS

53. De manera que estas cosas que hiciste las vemos porque existen; en cambio, porque tú las ves, existen ellas.

Y vemos por fuera que existen y por dentro que son buenas; pero tú las has visto ya donde viste que habían de ser hechas.

Y somos empujados posteriormente a hacer el bien, una vez que nuestro corazón concibió de tu Espíritu; mientras que anteriormente éramos empujados a hacer el mal, abandonándote a ti. Tú, empero, Dios único, Dios bueno, jamás cesaste de hacer el bien.

Y algunas de nuestras obras son buenas, precisamente por tu gracia, pero no son eternas; después de ellas esperamos reposar en tu sublime santidad. Tú, en cambio, que no tienes necesidad de bien alguno, estás en reposo siempre, porque tu reposo eres tú mismo.

Y ¿qué hombre podrá conceder al hombre entender todo esto? ¿Qué ángel al ángel? ¿Qué ángel al hombre? Que se te pida a ti, que se busque en ti, que se llame a tu puerta. Así, así se recibirá, así se hallará, así se abrirá.

Notas al Libro XIII:

1 Bene esse significa, no la existencia sin más, sino una determinada existencia del hombre que ratifica su consagración a Dios por el servicio y el culto: el bene esse es idéntico al sapienter uiuere, beate uiuere de los párrafos siguientes.

2 La dissimilitudo es la característica propia de la materia. De la materia corpórea, en primer lugar, expresada por la "terra inuisibilis et incomposita" de Gen., I, 2; es la informitas sine ulla specie (Confesiones, XII, 3, 3); la omnimoda informitas (XII, 4, 4), tan difícil de captar por la humana inteligencia que es menester "uel nosse ignorando uel ignorare noscendo" (XIL 5, 5). Tanto más alejada está de Dios, cuanto es más desemejante de él (XII, 7, 7). Puede ser, pues, llamada esta materia la "desemejanza misma"; en este sentido, al menos, se encuentra en el extremo opuesto al Verbo, forma de las formas y semejanza perfecta del Padre (De uera religione, XXXI, 58); este aspecto recuerda la oposición plotiniana de la Inteligencia como Ser y de la Materia como No-Ser (Enneadas, I, 8, 3, 30-40). Pero Agustín, como Plotino, (Enn., II, 4) admite además la existencia de una materia espiritual y la identifica con la vida de las criaturas espirituales tal como existen antes de su información por la conversión al Creador (De Génesi ad litteram, I, 1, 2). Es, pues, desemejante a Dios, en cuanto que no se ha convertido a él por mediación del Verbo, como se expone en este párrafo y en el siguiente.

3 Las criaturas espirituales, así como las corporales, permanecerían en la desemejanza si no fuesen llamadas por el Verbo a la unidad del Creador para ser formadas (XIII, 2, 2). Pero las criaturas espirituales deben además ratificar por un impulso propio, por una conversión hacia el Verbo, el llamamiento que de él reciben; sólo entonces escapan al abismo de la desemejanza, se hacen capaces no solamente de vivir sino aún de vivir conforme a la sabiduría (2, 3) y se constituyen en luminares espirituales que reflejan la luz iluminadora del Verbo (3, 4). El tercer versículo del Génesis: fiat lux expresa ese tránsito en la criatura espiritual de la informidad a la forma, de la imperfección a la perfección, del uiuere utcumque al uiuere sapienter et beate. Pero tanto la formatio como la creatio, siguen siendo un don gratuito de Dios; la criatura, como tal, sería incapaz de merecer ni la una ni la otra (2, 3-4, 5). La idea de la conversio, así como su elaboración metafísica, son de origen plotiniano.

4 La antítesis cupiditas - caritas es fundamental en la doctrina agustiniana. La cupiditas es el amor falso, orientado hacia sí mismo o hacia los bienes inferiores; la caritas es el amor auténtico, dirigido hacia los bienes superiores o, lo que es lo mismo, hacia Dios y hacia las cosas que son amadas en Dios.

5 Se trata aquí de una inteligencia espiritual de la Escritura, que aclarará el sentido de Génesis, I, 3, que llevará a ver en la creación de la luz la iluminación y la información de la criatura espiritual. Esta inteligencia sólo la puede dar Dios, que es la Verdad trascendente en que el espíritu humano descubre toda verdad particular. Vano es, pues, pedírsela a un hombre, aunque sea Agustín; es a Dios a quien hay que demandarla.

6 He aquí el primer ensayo de explicación analógica del misterio de la Trinidad por el alma humana. Esta analogía volverá en el De Trinitate, pero bajo una forma diferente: en el libro IX, bajo la forma mens - notitia - amor; en el X, bajo la forma memoria - intelligentia - uoluntas; en el XIV, bajo la forma memoria Dei - intelligentia Dei - dilectio Dei.

7 Para dar a entender mejor la profundidad del misterio acumula las fórmulas paradójicas: simpliciter - multipliciter; infinito... fine; copiosa-unitatis magnitudine. La menos clara es, sin duda, la segunda: infinite in se sibi fine. Parece que quiere decir el Santo que la Trinidad es, en cierto sentido, finita en sí misma, puesto que las Personas conócense íntima y totalmente, una a otra, permaneciendo igualmente infinitas.

8 El Verbo encarnado.

9 El espíritu humano vive en este mundo en un claroscuro, en una luz indefinida; en este mundo están mezclados los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas, sin que sea posible a los humanos distinguirlos. Sólo Dios es el que divide, es decir, distingue la verdad del error, los hombres buenos de los malos.

10 Las túnicas de piel son figuras de la mortalidad en diferentes obras de Agustín. Aquí aparece un sentido nuevo: la Escritura nos ha sido comunicada por mediación de hombres mortales, pero es ella el firmamento que se extiende por encima de nosotros como la piel de una tienda. Así es concebida la Escritura como un antídoto de la mortalidad inserto en la mortalidad misma.

11 "Por lo que respecta a la divina Escritura, se ha ido extendiendo el mensaje de los muertos; y se ha extendido mucho más precisamente porque han muerto ya ellos. Mucho más conocidos han sido después de su muerte los Profetas y los Apóstoles; no lo eran tanto mientras vivían. Profetas vivos sólo Judea los tuvo; muertos, todos los pueblos." In Ps. 103, sI, 8.

12 Simbolizan aquí a los predicadores de la palabra de Dios. "¿Quién hubiera podido conocer la celestial misericordia de Dios, si Dios no la hubiera anunciado a los hombres? ¿Cómo la anunció? Enviando su verdad hasta las nubes. ¿Qué nubes son éstas? Los predicadores de la palabra de Dios". In Ps. 35, 8.

13 "Sabiduría es el conocimiento intelectual de las realidades eternas; ciencia, el conocimiento racional de las realidades temporales." De Trinit. XII, 15, 25.

14 Estos signos sagrados —sacramenta, como traduce Agustín el musthria de I Cor., XIII, 2—, que varían según los tiempos, no pueden significar más que los sacramentos - ritos de la Ley Antigua y de la Ley Nueva. Cfr. In Ps. 73, 2.

15 El día es la verdad serena de las realidades eternas; la noche, el conocimiento todavía oscuro de las realidades temporales.

16 Por caeli son designados aquí los predicadores del Evangelio. Cfr. En. in Ps. 18, sII, 2.

17 Refiérese a la Eucaristía. Cfr. La Ciudad de Dios, XVIII, 23, donde explica cómo las letras griegas de la palabra IcquV designan los atributos esenciales de Cristo: "Si unimos las primeras letras de estas cinco palabras griegas: IhsouV CristoV Qeou UioV Soter, que suenan: ‘Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador’, nos dan IcquV, que significa pez. Este nombre místico significa a Cristo, porque sólo Él fue capaz de vivir vivo, es decir, sin pecado, en el abismo de nuestra mortalidad, semejante a las profundidades del mar".

18 Sigue la preferencia del Santo por la exégesis espiritual y alegórica.

19 Para nuestro autor todas las virtudes de los paganos son o mentirosas, porque se inspiran en una. intención mala, o engañosas, porque persiguen un fin que no es el de la pura caridad.

20 Los maniqueos, desde luego, pero también los neoplatónicos como Porfirio, que minimizan el cuerpo y la materia.

21 La inteligencia humana, iluminada por el Verbo e inspirada por el Espíritu Santo, juzga todas las cosas conforme al juicio mismo de Dios; es Dios, en definitiva, quien valora en ella todas las cosas, puesto que Dios es la regla de sus juicios de valor.

22 Valorar las cosas según la norma divina, apreciarlas en su verdad trascendental es muy otra cosa que valorarlas según las normas humanas, puramente fenoménicas, de la utilidad y del goce.

23 En diferentes pasajes de sus obras: De Genesi contra manichaeos, II, 11, 15; In Iohannem, XV, 19; De Trinitate, XII, 12, 17 y XIII, 20; De op. monach., XXXII, 40, compara Agustín al hombre con la razón y a la mujer con los apetitos inferiores. En el último se lee este significativo texto: "illam quippe (mulieres) significant partem quae concupiscentialis dici potest, cui mens dominatur".

24 Este texto ayuda a comprender la perspectiva en que se coloca el autor para considerar el misterio de la predestinación. Sitúase en el punto de vista de Dios, que contempla eternamente de un solo golpe de vista el desarrollo de la historia y lo ordena infaliblemente; no en el punto de vista del hombre en la historia, donde todo se halla aún inconcluso e impreciso. De ahí el bien conocido rigor de su doctrina.

25 "Como con toda razón se dice que Dios hace cuanto obramos nosotros con su gracia, así también se puede decir con justicia que descansa cuando por don suyo descansamos." De Genesi ad litt., IV, 9, 16.

Pie de edición:

La edición en papel pertenece a Porrúa, México, en la que se basa la presente edición digital. Se trabajó sobre la 9ª, que se acabó de imprimir el 23 de agosto de 1986. La edición digital se acabó de realizar en Valencia, el 26 de mayo de 2020.

 

Partes de esta serie: Introducción · Libro I · Libro II · Libro III · Libro IV · Libro V · Libro VI · Libro VII · Libro VIII · Libro IX · Libro X · Libro XI · Libro XII · Libro XIII
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