Hablando con propiedad, las "herejías prácticas" no existen; la herejía es siempre una teoría, una afirmación, una palabra que recorta y empequeñece la plenitud de la fe definida.
Pero en el ser humano, la palabra y el comportamiento se alimentan mutuamente todo el tiempo, así que no es raro que de una teoría surja un modelo de comportamiento, y que incluso perdure mucho después de que la Iglesia haya logrado clarificar la fe.
La herejía a la que me refiero es muy antigua, atravesó todas las épocas de la Iglesia, y tuvo sus últimos exponentes en ciertos teólogos contemporáneos del nazismo y adictos a él: la negación del Antiguo Testamento.
La Iglesia combatió siempre esa negación, y puede decirse que hoy nadie rechaza en teoría que el Antiguo Testamento forme parte de la Revelación, pero la práctica es otra cosa: la idea que ya fue combatida suficientemente, y clarificada, en el terreno de la teología, sigue sin embargo presente en el comportamiento de una inmensa mayoría de creyentes, incluyendo pastores. Sin negar explícitamente al Antiguo Testamento, no se lo lee, no se lo medita, no se lo enseña, ni se lo valora. En la práctica, viene a ser el cero a la izquierda de la Biblia, un cero enorme: el doble de tamaño que el Nuevo Testamento.
Es cierto que el Nuevo Testamento contiene la plenitud de la Revelación de Dios, Jesús el Cristo; pero así como Jesús es la plenitud de Dios, pero no la descubrimos si no vemos en él al verdadero hombre, así también la plenitud de la Revelación de Dios en el Nuevo Testamento sólo se puede captar en la densidad de esa revelación iluminada desde el Antiguo Testamento.
En la práctica esto significa que si no leemos al Nuevo Testamento desde el Antiguo, es seguro, que lo terminaremos comprendiendo mal.
Vemos un ejemplo, una sola frase del Nuevo Testamento, pero con tal densidad, tan hundida su raíz en el Antiguo, que corremos el riesgo de perderla, o lo que es peor: malentenderla, si no estamos empapados de esa raíz:
"El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra"(Lc 1,35)
Hagamos de cuenta -no nos cuesta tanto- que el Antiguo Testamento no existe, y tratemos de entenderla sin él:
Expresiones como "venir sobre (una mujer)" y "cubrirla", tienen un significado netamente sexual, y si el sujeto de esa acción es la divinidad....¡estamos en pleno mito!: Un dios se une a una mujer humana y de esa unión nace un Héroe. Nada nuevo bajo el sol, la tradición grecolatina está llena de esos mitos.
¿Pero es eso el Jesús de nuestra fe? ¿Es semejante a los héroes híbridos, mitad hombre, mitad dioses, de los mitos antiguos?
Saquemos ahora del cajón al Antiguo Testamento: ya en el 2º versículo de la Biblia se celebra al Espíritu volando sobre el caos acuoso que será el lugar del acto creador de Dios... nuestro texto de Lucas comienza a adquirir densidad: ese vientre acuoso es el lugar de la re-creación como el caos acuoso del origen fue el lugar de la primera creación. Vayamos ahora al Éxodo, y sigamos el trayecto de estos peregrinos que en el desierto transportan el Arca y la Tienda del Encuentro: de noche los ilumina un fuego, de día, la nube de Dios los cubre con su sombra, los protege y les señala el camino.
Si vamos a los primeros capítulos del libro de Ezequiel, vemos al pueblo de Jerusalén desconcertado, la ciudad santa tomada, el Templo caído: Dios ya no está. Pero el Profeta, intérprete auténtico de Dios, anuncia: "vi la nube de Dios, que huía del templo e iba a cubrir con su sombra a los exiliados en Babilonia: Dios no está ausente, nos espera allí" (Ez 10, paráfrasis).
Y así podríamos seguir recorriendo y penetrando la densidad de esas dos frases de San Lucas, que en absolutamente nada se parecen a un mito, pero que sin la lente del Antiguo Testamento, puedo malograr y perder por completo.
¡Y ojalá fuera sólo un versículo! Todo, cada palabra, cada frase, cada pensamiento del Nuevo Testamento está tejido con las hebras del Antiguo.
Así como quien niega la humanidad de Jesús, termina perdiendo también su divinidad, así quien rechaza el Antiguo Testamento, termina perdiendo por completo al Nuevo, inventando un evangelio que no es el de Jesús.
El primero que negó formalmente el valor del Antiguo Testamento, fue Marción (85-160), por eso se llama "Marcionismo" a la herejía que opone las dos Revelaciones y niega la Antigua en nombre de la Nueva.
Pero una herejía no es nunca un simple error: es una verdad, creída con exclusión de todas las demás que la complementan y equilibran. La herejía siempre comienza con un núcleo auténtico, con un verdadero valor, sólo que ese valor se hipertrofia, se exclusiviza, y acaba destruyendo la totalidad de la fe.
Marción había leído y meditado muy profundamente a San Pablo, la argumentación de San Pablo en contra de la salvación por la Ley.
Marción quería continuar esa brecha abierta por San Pablo. Pero lo que en San Pablo era un argumento polémico, se convirtió en un silogismo engañoso:
"Si el Antiguo Testamento contiene la Ley,
y la Ley ya no salva,
el Antiguo Testamento no salva...entonces pierde"
Cuando Marción pegó el salto entre "no salva" y "entonces pierde", cercenó la Revelación y perdió el Antiguo pero también el Nuevo Testamento, porque perdió la fe.
Pero San Pablo sigue teniendo razón: la Ley no salva, el Antiguo Testamento no salva. La salvación viene de Dios, en Jesús y no en la Ley, en la plenitud de la Revelación. Sólo que no podemos escuchar esa plenitud si no es en el idioma preparatorio y muy humano del Antiguo Testamento. Así de paradójica es la Revelación de Dios: dos tercios de ella no me salvan, pero sin esos dos tercios, estoy perdido.
Hay dos modos de leer el Antiguo Testamento, un modo que San Pablo llamaría "judaizante" , y un modo cristiano:
El modo judaizante (legítimo para el judío pero no para el cristiano) es dejarse seducir por la seguridad que nos da el cumplimiento de la Ley.
Cuando el joven rico le pregunta a Jesús qué debe hacer para heredar la vida eterna, Jesús -excelente polemista- le sigue el juego: "cumple la ley". La respuesta es capciosa, porque parte de una pregunta mal formulada: lo que el joven rico no entendió, y que Jesús dejó deliberadamente sin señalar calculando el efecto demoledor de su enseñanza, es que no hay nada que podamos hacer por nosotros mismos para salvarnos.
Quien no cumple la Ley se pierde, por desobedecer a Dios. Pero quien la cumple también se pierde, por poner la esperanza en su propia fuerza. Ahora sí se puede entender la radicalidad de la respuesta de Jesús: "ve, vende todo lo que tienes", quítate toda forma de autoafirmación y autosalvación, todo intento de presentarte ante Dios con las manos llenas.
De eso trata el Antiguo Testamento, leído en judaizante: de llenarse las manos de seguridad y buenas obras.
Pero el Antiguo Testamento tiene también una lectura cristiana: Si seguimos el desarrollo de su palabra, veremos que marcha de fracaso en fracaso. No hay forma de asegurarse a Dios. Pero en el momento en que ya estamos a punto de desesperar, de decir como Karamazov, "devuelvo mi billete y me bajo de este mundo", Dios llora con nosotros la tristeza de nuestra libertad desbocada, y entonces, de repente, ya no estamos más solos: el propio Dios nos acompaña con su nube a Babilonia.
El Antiguo Testamento en clave cristiana es una epopeya. La epopeya de Dios enseñando al hombre a destruir toda forma de ídolo, empezando por el gran ídolo de "las buenas obras".
Hasta el siglo XVIII aproximadamente, los cristianos sabíamos relacionarnos con el Antiguo Testamento. Había quienes lo rechazaban, desde luego, pero a nadie le era indiferente. En el siglo XVIII, con el inicio de la Modernidad, se produce un quiebre en nuestra civilización, un quiebre tan profundo que los filósofos y analistas de la cultura siguen tratando de interpretar.
Ese quiebre afectó también a la relación del cristiano con el Antiguo Testamento, y por lo tanto -según hemos visto- con el Nuevo, y con la totalidad de la Fe.
Desde ese momento seguimos sin levantar cabeza, y hemos perdido hasta la capacidad de comprender de qué va el mundo, de compadecerlo y de hablarle al corazón.
No digo que la lectura del Antiguo Testamento vaya a remediar todo eso de un solo golpe, pero su ausencia es un síntoma y estoy seguro que si los cristianos volvemos a escuchar la totalidad de la Revelación, el Espíritu volverá a hablar por nuestra boca. Pero la tarea no es sencilla, e implica sentarse a aprender: aprender a escuchar.
Como en todo aprendizaje, el mejor maestro es el ejemplo, así que tal vez lo mejor sea ver cómo hacían antes para escuchar al Antiguo Testamento sin volverse cristianos "judaizantes".
Si recorremos el arte, las catedrales, la literatura de siglos anteriores, vemos que se apropiaban del Antiguo Testamento de una manera muy especial: buscaban en él poca teología y mucha narración. El Antiguo Testamento, se leía y se entendía a través de "enamorarse" de sus personajes y escenas, sin pretender sacar de ellos un "mensaje" ni una enseñanza.
Contemplemos, por ejemplo, por un minuto el cuadro de Rembrandt sobre Balaam: la burra cayendo al piso y Balaam entre sorprendido y aterrorizado de descubrir al Ángel donde menos lo esperaba. Eso es todo, y ese es el núcleo, la quintaesencia del relato de Números 22.
¿Acaso a Rembrandt le habrá interesado si ese relato era histórico o no era histórico? ¿Acaso interesa en algo detenerse en la cuestión histórica de unos judíos vagando por el desierto hace 3000 años? ¿Tan sabios somos que somos los únicos en darnos cuenta que las burras y las serpientes no hablan?
Creo que allí está le punto en que los antiguos podían comprender el Antiguo Testamento y nosotros no: estamos pasados de historicismo. Tenemos la histeria de la historia: no sabemos leer.
Frente a un relato tan grande como el de Noé, por ejemplo, que comienza con unas palabras tan graves como éstas:
"Viendo YHVH que la maldad del hombre cundía sobre la tierra y que todos los pensamientos que ideaba su corazón eran puro mal continuamente, le pesó haberlos hecho" (Gn 6,5)
Frente a ese exceso, que no alcanza la vida para meditar, y hasta para pelearse con lo que dice, la única idea brillante que nos viene a la mente es: "pero el Diluvio ¿ocurrió?"
Sospecho que tanta inquietud por saber si lo que narra el Antiguo Testamento ocurrió o no ocurrió tiene motivos escondidos:
- Mientras me entretengo en una pregunta sin respuesta, porque a cada argumento se le puede oponer otro, tengo excusa para no leer lo que el texto dice.
- Y si llego a la convicción de que es histórico, que todo lo que allí dice ocurrió tal como lo dice, es tan antiguo me queda tan lejos, que su lectura no es más que un entretenimiento para enterarme de cosas del remoto pasado de un pueblo que no es el mío, y la puedo obviar.
Pero si suspendo la pregunta historicista, si me olvido de ella, es más, incluso si metodológicamente rechazo que todo ello sea una historia y lo leo como una ficción, entonces no tengo más excusa: lo que dice lo tengo que leer tal como lo dice, y me habla a mí.
Sólo si logro volver a apropiarme del Antiguo Testamento como Palabra que se me dirige personalmente a mi, sólo si yo soy ese hombre cuyos pensamientos son un meditar a cada minuto para hacer mal las cosas, sólo luego de eso tendrá, quizás, algún sentido volver, en un descanso, a plantear la pregunta historicista, cuya compleja respuesta no estamos hoy en condiciones de imaginar.
- No pretendamos leerlo todo de un día para el otro.
- La peor manera de leer el Antiguo Testamento es leerlo de principio a fin, porque su "armado histórico" nos puede, a nosotros, desviar.
- No le pidamos ninguna clase de respuesta moral, religiosa, teológica, científica, histórica... leámoslo tal como está, buscando sólo que su modo de hablar se nos pegue, que su extrema pasionalidad comience a inundarnos.
- No juzguemos a los personajes si el texto no los juzga. De todos los moralismos (gratuitos) que decimos sobre la caída de Adán y Eva, el texto de Génesis no trae ninguno.
"Tomó del fruto y comió, y le dio a su marido, quien también comió"
Eso es todo, así de simple y así de tremendo: no le añadamos a eso nuestros juicios y prejuicios.
- Leamos de a textos breves preferentemente repitiendo la misma escena varios días, hasta que nos parezca lo más lógico y natural que una burra hable o que una ballena ande por ahí tragando gente con vestido y todo.
- Descubramos el lado cómico de las escenas. Reírse de una parodia es entenderla, no es blasfemar. Y si diera el caso, que nos reímos de algo que era serio, ya habrá tiempo de corregirlo. No se puede entender, por ejemplo, la hondura de la historia de Jacob, si no se acepta que es el personaje más tramposo de toda la Biblia. Sólo a Dios se le ocurre elegirlo de Patriarca. No pretendamos con nuestros infantiles moralismos corregir las extrañísimas decisiones de Dios.
- Una manera de entrar al Antiguo Testamento es buscar un cuadro clásico con una escena tomada de allí, y leer de la manera indicada el texto de donde el autor partió. Por ejemplo, de "El Baño de Betsabé" de Rembrandt, se puede ir al texto de 1Samuel 11, y de allí volver al cuadro, y de nuevo al texto cientos de veces.
En suma: no muchos textos, sino más ejercitarse en saborear los detalles de cada escena, su "lógica" interna, su contradictoria y profundísima humanidad.
Tomemos la escena de Jueces 11,29-40. No es más de media carilla, con una anécdota muy simple: Jefté es un caudillo de Israel, que, convocado por Dios, va a ir a derrotar a los ammonitas. Le hace una promesa a Dios: "Si me das la victoria, lo primero que cruce la puerta de mi casa cuando vuelva, te lo ofreceré en sacrificio".
Seguramente pensaba que lo iba a salir a recibir su viejo gato, que no valía ya más que para el sacrificio, pero en lugar de eso su hija sale por la puerta tocando las castañuelas a festejar la victoria de papá, y ¡ay! un voto es un voto, y hay que cumplirlo...
Eso es todo, pero puedo leerlo de mil maneras:
- Juzgando a los personajes: ¡Cómo va a comprometerse así!
- Juzgando a Dios: ¡Cómo va a ser tan cruel de aceptar ese sacrificio!
- Juzgando esa época de la Fe: ¡Qué primitivos! ¡Qué mentalidad mágica!
- Juzgando la solidez histórica: ¿Cuándo logró Israel ganarle a los ammonitas? ¿Existieron los ammonitas? ¿Existieron los Jueces?
Todo eso es salirse del texto y no leer. Lo que allí dice es mucho más simple, pero no puede decirse con otras palabras con las que lo dice. Es trágico, es cómico, es teatral y si nos aficionamos al relato es difícil que podamos olvidarlo.
Pero, ¿en qué me sirve la escena de Jefté y su hija para comprender el Nuevo Testamento?
En principio, en nada que esté a la vista, en nada que pueda subrayar y quedarme con eso y tirar el resto. Pero me sirve en sus palabras, en su lógica, en sus giros y expresiones y en la seriedad de su sensibilidad humanísima, sin la cual el Nuevo Testamento no tiene a quien dirigirse.
Como siempre "chapeau".
No conocía a "Marción", y menos claro ésta a su herejia.
Pero siempre tuve en cuenta, que el Nuevo Testamento, no se entiende sin el Antiguo, bueno visto de otro modo, como dice el fallecido Leon Uris, en su novela "Exodo" "para ser cristiano, hay que ser muy judío".
Y es que muchas cosas de nuestra liturgia, y como tú bien dices del N.T. estan tomadas del Antiguo.
Te voy a confesar una cosa; yo siempre he leído el A.T. desde la clave del N.T.
es decir siguiendo el consejo de párroco, y de mi confesor, y metiéndome en el episodio que estoy leyendo, pero llevando conmigo, todo lo que la fe cristiana me ha dado ¿no sé si me explico?, o me hago, un lío.
Es decir para mí, por ejemplo, lo de la burrita de Balam, significa, que cualquiera puede defender la verdad y proclamar la gloria de Dios; hasta yo, puesto que Dios hasta puede hacer si quiere hablar a una burra.
Estos días en España, repite el milagro, ya que estamos de campaña electoral.
Y no. es, que yo, crea que la burra hablara, no para mí es una fábula.
Otros episodios como las matanzas que hizo Josue. Aunque les quite por ejemplo la enseñanza de que debo luchar contra el vicio más pequeño. hacen tambíen que mentalmente le llamé a Josue de todo menos guapo y no digamos de Jafet.
Pero lo que no había hecho nunca es leer el N.T. desde el A.T. si, por supuesto. cuando aparece una profecia, pues consulto la cita. Pero no. como dices tú, y me parece énormemente interesante.
Me gusta el ejemplo que das. Porque a muchas personas. La primera vez. Que les pones un N.T. y se encuentran con el relato de Lucas. porque ya se sabe que en las Misas; a veces no se cae en cuenta de los detalles de las lecturas.
Repito a muchas personas. Les choca.( estoy releyendo por no se cuantas veces la Odisea) y es verdad que si uno. no sabe el significado de las palabras de Lucas. Si como tú bien explicas no se va, al principio, y no ve, al Espirítu aleteando sobre las aguas; para crear el mundo; va entender las cosas mal.
Y no se dará cuenta, de que en la Transfiguración de nuevo va aparecer la Nube.
Por favor Abel. No puedes preparar otro artículo sobre la "Transifiguración".
¿que hacían Moises y Elias alli?, si fue un contacto con el mundo de los muertos. etc.
Gracias de antemano
Me has dejado de una pieza por ser tan "simple" como soy. He leido siempre el A.T. sin preocuparme demasiado de buscarle todos los pies al gato. Nunca he ido a interpretarlo a partir del N.T. Ni tan solo me atrajo nunca aquello de ir buscando interpretaci:ones tentadoras de la realidad histórica que pudiera haber en ciertos pasajes, para demostrarme los valores bíblicos. Lo veía como relatos de familia y de tribu que van tomando el color y el sonido del alma del pueblo, con el paso de los siglos, quizás es esta la manera como yo habría descrito de manera sencilla la imagen que imprimian en mí los libros del AT, y mirándolos en conjunto, he ido encontrando lo admirable de esa presencia siempre implícita y, a veces, explícita de la acción divina en los humanos acontecimientos.
Pero gracias primero a los paralelos que tienen nuestras Biblias, si que aprendí a fijarme en el desarrollo que tenían expresiones o anécdotas del AT en el NT. Como por ejemplo, el relato de la escala de Jacob y la palabra de Jesús a sus primeros discípulos en Juan 1,51 y sus relacionados como Juan 3,13 y otros. La escala del sueño por donde el Cielo y la tierra se comunicaban, por donde los ángeles suben y bajan, Jesús declara que es él mismo. Y aquí adquiere una enorme perspectiva todo el tema de la unión de la divinidad con la humanidad en Jesús, que se puede enriquecer indefinidamente con muchos textos diversos.
Lo que me ha aportado tu artículo, Abel, es que no me había dado cuenta de que sin la escala de Jacob, quizás esta imagen habría sido como un árbol sin raíces! Unas raíces que se hunden no en una anécdota sencilla, sino en lo que ella significa, se hunden en la tierra de toda la humanidad que "sueña" su abertura y conexión con lo Infinito.
El Antiguo Testamento es un libro antiguo, escrito por hombres antiguos y para hombres antiguos. La barbarie, la crueldad y el despostismo manifestados por el dios del antiguo testamento fueron útiles en su momento; pero son cualidades impensables del Dios de vida, amor y misericordia del que habló Jesucristo en el Nuevo Testamento.
Lamentablemente, muchas personas siguen creyendo en el Antiguo Testamento como una revelación divina, y siguen batallando astutamente para defenderlo. Esas personas dicen que negar la autenticidad del AT sería poner en duda la veracidad de la Biblia en su totalidad; pero considero que bien podríamos omitir al AT y aceptarlo como lo que es: un documento histórico, testimonio de la antigua humanidad, sus miedos y visiones.
Yavé es un Dios celoso y vengador.
Se venga contra sus adversarios
y su ira es terrible.
NA 1,2
Por la mujer comenzó el pecado: por su culpa morimos todos.
SIR 25,24
Palabra de Dios?