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El Testigo Fiel
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Lo que celebró Jesús, lo que celebramos sus discípulos

por Lic. Abel Della Costa
Nació en Buenos Aires en 1963. Realizó la licenciatura en teología en Buenos Aires, y completó la especialización en Biblia en Valencia.
Desde 1988 hasta 2003 fue profesor de Antropología Teológica y Antropología Filosófica en en la Universidad Católica Argentina, Facultad de Ciencias Sociales.
En esos mismos años dictó cursos de Biblia en seminarios de teología para laicos, especialmente en el de Nuestra Señora de Guadalupe, de Buenos Aires.
En 2003 fundó el portal El Testigo Fiel.
9 de junio de 2012
Son incontables los aspectos que podríamos trabajar en torno a la historia y el sentido de la Eucaristía, en este artículo quiero centrarme en su peculiar origen en las prácticas de Jesús.

No hay duda que el ágape fraterno que tomó enseguida el nombre de "eucaristía" (acción de gracias), fue y es el centro de la vida cristiana, y, junto con el bautismo, constituye uno de los ritos más atestiguados desde el inicio mismo de la vida de la Iglesia. A esto se añade desde el siglo XIII de nuestra era el surgimiento y expansión (no sin resistencias) del culto eucarístico fuera de la misa, introducido primero en la iglesia de Bélgica -principalmente por santa Juliana de Lieja-, y adoptado para la Iglesia universal en 1264 por el papa Urbano IV, quien además encarga la redacción del oficio completo a santo Tomás de Aquino, gracias a lo cual han llegado a nosotros himnos y poemas eucarísticos tan bellos como el Pange lingua, el Lauda Sion, el Adorote devote y varios más. 

Después de la Reforma, que se había propuesto entre otras cosas, librar a la Iglesia de lo que los reformadores consideraban excrescencias y corrupciones del Evangelio, la Eucaristía y su culto, dentro y fuera de la misa, se reforzó en la Iglesia Católica, haciendo de la "presencia real" el signo distintivo de la catolicidad. Esto -en sí muy valioso- desplazó lamentablemente el acento desde el acto de culto al significado trascendente de la eucaristía, lo que, unido a la siguiente fase de la civilización occidental, que implicó un exacerbamiento del individualismo, llevó a que se oscureciera un poco el aspecto de "ágape fraterno" y en definitiva de auténtica comida que tenían inicialmente las reuniones cristianas.

Recién en el siglo XX fue surgiendo en el catolicismo una revalorización de ese aspecto fraterno unido al alimento (ya en 1903 expresaba el papa san Pío X su preocupación por la falta de participación de la comunidad en los Misterios), tal legítimamente ligado a la Eucaristía como la fe en la presencia real de Cristo en ella. En muchos aspectos la revalorización de esa dimensión de verdadera comida fraterna se hizo -sobre todo en la reforma del culto llevada a cabo en el contexto del Concilio Vaticano II-, en diálogo con lo que se había conservado de auténtico en el culto reformado, lo que levantó injustamente ampollas en algunos sectores católicos que, con completa falta de perspectiva, consideraron esa reforma del culto como una especie de "protestantización" de la iglesia Católica, cuando no implicaba más que reasumir aspectos que estuvieron en la Iglesia durante siglos, y que se habían ido diluyendo por obra de un choque dialéctico explicable, pero tristemente ocurrido.

Está perfectamente atestiguado que la Iglesia primitiva celebraba reuniones fraternas donde el centro era la evocación de las comidas de Jesús con sus discípulos. Muchas veces se sostiene como dato indiscutible que esas reuniones provienen sin más de una reactualización de la Última Cena; sin embargo, no es sólo la Última Cena el origen de nuestras reuniones eucarísticas. En realidad, la reunión eucarística tiene orígenes complejos, ya que Jesús no celebró con sus discípulos sólo esa comida pascual, sino que celebrar banquetes con sus discípulos era un rasgo distintivo de su predicación en torno al inicio del Reinado de Dios en este mundo. De hecho, una de las acusaciones que se le hacen es la de ser un "banqueteador", tanto que no parece tan serio y solemne cono Juan el Bautista (Mt 11,19, Lc 5,33 y otros pasajes).

Esas reuniones no eran casuales ni se les asignó sentido religioso después: está atestiguado en la historia, especialmente a partir de los descubrimientos del Mar Muerto, que en la religiosidad judía de la época de Jesús una de las figuras que se usaba para imaginar el reinado futuro de Dios era la del "banquete escatológico", en el que el pueblo de Israel, por fin reunido y liberado, se sentaría a la mesa con el Mesías. Por ello Jesús, como gesto profético y como realización (incipiente) de la realidad de ese Reino que él mismo predicaba, se reunía regularmente con sus discípulos a comer, y posiblemente a beber vino (que era una bebida que los judíos corrientes reservaban con exclusividad para las fiestas).

En el conjunto de esos banquetes del Reino, la Última Cena tiene de peculiar que Jesús da una lectura nueva, un verdadero viraje, a la comprensión del pan y del vino: no ya pan y vino, sino su propio Cuerpo y su propia Sangre; pero no parece que esa última cena sea ni la única que los primeros cristianos podían recordar, ni el inicio de la reunión cristiana en torno a los alimentos.

Si damos por hecho que la Última Cena tuvo carácter pascual (no todos los exégetas están de acuerdo con ello), sería de esperar que los cristianos de las primeras generaciones sólo la hubieran celebrado memorialmente una vez al año; sin embargo, ya el Nuevo Testamento, y también testimonios fuera de él, muestran que los cristianos se reunían con muchísima mayor frecuencia a celebrar una comida en memorial de las de Jesús, es decir, fundamentalmente, en anticipo y símbolo de la llegada del Reino. Por ejemplo, Hechos 2,42 nos dice que los creyentes en Jesús "acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones." La "comunión" debe entenderse la puesta en común y reparto de los bienes, no tiene el sentido actual de nuestra palabra "comunión", que está reflejado más bien en la expresión "fracción del pan". 

En dos reproches dirigidos a algunos desvergonzados que viven desenfrenadamente "mientras banquetean con vosotros", como dice 2Pedro 2,13, o que "banquetean desvergonzadamente en vuestros ágapes y se apacientan a sí mismos", como dirá Judas 1,40, se da por supuesta la celebración frecuente de ágapes fraternos en la comunidad cristiana, precisamente como un rasgo distintivo de ella.

La polémica de la Carta a los Hebreos 9,10 ("y sólo son prescripciones carnales, que versan sobre comidas y bebidas y sobre abluciones de todo género...") o de la Carta a los Colosenses 2,16 ("Por tanto, que nadie os critique por cuestiones de comida o bebida, o a propósito de fiestas, de novilunios o sábados."), que son dos cartas de muy avanzado el siglo I, posiblemente tienen como contexto que algunos judaizantes, cristianos que no habían conseguido desprenderse de la mentalidad judía (que cada vez era sentida como más distante por la fe cristiana), aprovechaban la existencia central del ágape fraterno para querer interpretar su celebración a la luz de las prácticas judías, que como sabemos estaban muy ligadas a leyes alimentarias.

Ya fuera del Nuevo Testamento, en el escrito anónimo muy temprano (¡final del siglo I!) conocido como Didajé o enseñanza de los Doce Apóstoles, se nos describe así el ágape cristiano:

9:1 Referente a la Eucaristía, da gracias de esta manera. 

9:2 Te damos gracias, Padre nuestro, por la santa viña de David Tu siervo, la que nos diste a conocer a nosotros por medio de Jesús, Tu siervo. A Ti la gloria por los siglos.

9:3 Luego sobre el trozo de pan: Te damos gracias, Padre nuestro,  por la vida y el conocimiento, que nos diste a conocer por medio de Jesús Tu siervo. A Ti la gloria por los siglos. 

9:4 Como este fragmento estaba disperso sobre los montes, y reunido se hizo uno, así sea reunida Tu Iglesia de los confines de la tierra en Tu reino.  Porque Tuya es la gloria y el poder, por Jesucristo, por siempre.

9:5 Que nadie coma ni beba de vuestra comida de acción de gracias, sino los bautizados en el nombre del Señor, pues sobre esto dijo el Señor: No deis lo que es santo a los perros.

En el capítulo 14 dirá:

14:1 En el día del Señor reunios y romped el pan y haced la Eucaristía, después de haber confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro.

Se da entonces por supuesto que la reunión es semanal (en el día del Señor, es decir, el domingo), pero están curiosamente ausentes las palabras consecratorias que nosotros tenemos como esencial de la reunión ecucarística. Esta ausencia es difícil de explicar. Algunos acuden a darlas por supuestas: serían tan conocidas y utilizadas en el ágape que el autor de Didajé no se tomó la molestia de copiarlas; sin embargo, el mismo autor copia entera la versión del Padrenuestro (8,2) que nosotros conocemos por san Mateo, y aclara que se reza tres veces al día... ¡si sería conocida! 

Al mismo tiempo, la celebración anual de la Pascua es algo tan atestiguado como la de los banquetes semanales. Incluso la fecha en que debía celebrarse esa reunión anual, es decir: si debía seguirse la costumbre judía de celebrar la pascual el día 14 después del novilunio de primavera (esto afirmaban los "cuartodecimanos"), cayera en el día de la semana en que cayera, o debía celebrarse siempre al domingo siguiente a ese día (como afirmaban los "dominicales", que fue la práctica que finalmente se impuso y rige), conmovió a la Iglesia y provocó enconadas luchas y condenas mutuas entre los dos partidos durante varios siglos. 

Se celebró entonces desde el principio la Pascua de Jesús, y esa pascua habrá sido -como lo era en el judaísmo- una comida. Y naturalmente, su rito seguiría de cerca el desarrollo de la Última Cena, con las palabras de consagración incluidas. Pero eso no significa que todas las reuniones cristianas de los primeros tiempos hayan sido memorial de la Última Cena. Lo más lógico y razonable es pensar que los cristianos se reunían por distintos motivos, y que la misa tal como la conocemos, es decir, reunión frecuente (diaria) con centro en el memorial de la Última Cena, posiblemente sea el resultado de la confluencia de dos tradiciones celebratorias que coexistieron en los primeros tiempos de la Iglesia: por un lado el ágape fraterno frecuente, posiblemente semanal, sino diario, que evocaría las reuniones de Jesús para anticipar y celebrar la llegada del Reino, y la reunión pascual una vez al año, que fue absorbiendo y concentrando en su ritualidad evocadora de la Última Cena todo el potencial de significación de aquellas otras reuniones.

La comunidad cristiana ya no se reúne litúrgicamente a comer comida en anticipo de la plenitud del Banquete Eterno, y a la vez celebrar el memorial actualizdor del Sacrificio Pascual; sin embargo esos dos aspectos pueden estar perfectamente juntos, porque lo han estado desde el principio de la Iglesia. La Eucaristía no sólo es pasado: es también presente, porque en ella se actualiza el pasado, se vive incruentamente el sacrificio cruento de la Cruz, y es también futuro, porque en ella la plenuitud que espera toda la humanidad, se anticipa para nosotros: comienza ya hoy.

 


 

Bibliografía:

-Para leer sobre el banquete como figura del Reino, Meier: Un judío marginal, tomo II-1, caps 15 y 16 especialmente (el tema recorre todo el volumen)

-Para leer sobre la Última Cena como banquete pascual, las objeciones a esa interpretación y multitud de detalles, el clásico es Joachin Jeremías: La Última Cena, especialmente el cap I

-La Didajé puede consultarse en línea, completa, en este sitio

Comentarios
por Rosy (189.164.232.---) - domingo , 10-jun-2012, 12:56:10

Abel Buena descripcion y narración de la Eucarístia y Bueno conocer y saber que no nomás fue la Cena pascual o la "ultima cena" (el nombre lo dice) se refiere al modo en que mi amado Jesús solía banquetear con sus discipulos y la última cena que celebró tiene de peculir que Jesús da una lectura nueva un verdadero viraje a la comprensión de el pan y del vino: no ya pan y vino ,sino su propio Cuerpo y su propia Sangre; pero no parece que esa última cena sea ni la única que los primeros cristianos podían recordar, ni el inicio de la reunión cristiana en torno a los alimentos .

Que bien hablas y te expreas Abel Dios te Bendiga!

por Jorge (i) (213.37.36.---) - domingo , 17-jun-2012, 8:49:38

Ratzinger, en su libro "La alegría de la Fe" se hace eco del trabajo de Gese acerca de un tipo de banquete sacrificial celebrado en el pueblo judío que podría estar en el origen de la Eucaristía, y que consistía en una acción de gracias con las especies del pan y el vino, que se realizaba como homenaje a Dios por haber salvado a alguien de un peligro mortal (una enfermedad, una persecución, etc) llamado TODA.Según esto, Jesús estaría anticipando su propia resurrección en la Última Cena.

Ejemplos de TODA los tendríamos en los salmos 69, 51, 40, 1-12 y 22.

por Abel (81.203.129.---) - domingo , 17-jun-2012, 11:33:43

Gracias, Jorge, por la referencia. La verdad es que a mí los argumentos de que la última cena no tuvo carácter pascual sino que fue otro tipo de banquete judío no me convencen.
El que la lió es Juan al desplazar la comida pascual al viernes, pero soy de los que afirman que lo hizo él por motivos simbólicos internos a su evangelio (para presentar a Jesús como el Cordero sacrificado), y que los que pusieron la fecha correcta fueron, en esto, los sinópticos. Pero es verdad que las opiniones están divididas. A mí me convencen los argumentos de J.Jeremías sobre el carácter pascual de la Cena.
De todos modos, un banquete de "Todá" puede estar perfectamente en la base de los banquetes que Jesús celebraba con sus discípulos y a los que aludo en el artículo, pero ten presente que el carácter de "baquete de todá" es hipotético, no conocemos muy a fondo la vida cultual en tiempos de Jesús, fuera del culto del templo y de la secta de Qumram, que no siempre puede extrapolarse a otros grupos.

por Jorge (i) (213.37.36.---) - domingo , 17-jun-2012, 12:12:27

Personalmente la idea de que la última cena no fue cena pascual tampoco me convence, pero el hecho de que existiera este tipo de banquete y la posibilidad de que Jesús hubiera tomado elementos de él para los banquetes con los discípulos e incluso para la última cena no dejan de parecerme muy sugerentes.

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