«Lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres»: esta frase, tomada de la segunda lectura, nos puede orientar en la comprensión de todo el conjunto.
Cuando leemos los «Diez mandamientos» no podemos menos que pensar que nuestro mundo anda bastante descaminado: robo, adulterio, falso testimonio, envidia y codicia de lo ajeno, no sólo son el pan de cada día, sino que incluso forman parte de lo que el mundo presenta como modelo del ser humano exitoso. Ni hablemos del tener como dios únicamente a Dios, de santificar sus fiestas, de repudiar los ídolos.
Los «Diez mandamientos» proponen una vida centrada en Dios, donde Él (y no nuestros deseos, nuestros criterios, o nuestra felicidad) es la medida. Pero además de constatar lo fuera de moda que es ese criterio, también podemos darnos cuenta que en esto de no ponernos a nosotros mismos como criterio sino a otro, empezando por el otro que vemos, y siguiendo por el Otro que no vemos, Moisés y los demás creyentes de su época estaban tan solos como nos sentimos nosotros a veces.
El egoismo humano no es algo moderno, de ahora, inventado por "la decadencia de nuestros tiempos"; es algo que el hombre lleva -que sobrelleva y carga- casi como una marca. Si creemos que con aceptar los Diez Mandamientos y criticar un poco la falta de moral de nuestra época avanzamos algo, estamos bastante descaminados. Es verdad que no debemos ser ingenuos y pueriles sino más bien conscientes de lo que en realidad está diciendo nuestro mundo cuando dice "felicidad". Pero condenar a nuestro mundo -por mucho que se lo merezca- no nos hace ser buenos creyentes a nosotros.
Cuando levantamos el dedo para acusar a los demás, nos ponemos del lado de la lógica de la fuerza, que es la lógica del mundo: al acusar nos acusamos. Mientras que el criterio de Dios parece ser otro, parece ser el de la necedad y la debilidad, según la frase fundamental de la carta a los Corintios. El mundo dice que creer es de necios: pues bien, seamos necios. Necios en Dios, necios en Cristo, sin acusaciones grandilocuentes. Que de lo que se trata no es de quedarnos tranquilos de cuánto sabemos recitar los diez mandamientos y detectar el pecado en el mundo, sino de cuánto somos capaces de transparentar a Dios en nuestra vida.
Jesús mismo nos da un ejemplo supremo en el Evangelio: ¿no había pecados y pecadores tremendos en su época? ¿no lo rodeaban pecados y pecadores de toda clase? sí, pero en vano buscaremos en el Evangelio que Jesús se esté quejando todo el tiempo de la época que le tocó vivir, como parece ser la tónica de muchos cristianos hoy. Lo que sí tiene en claro es que en la Casa del Padre no van los criterios del mundo: la mesa de los cambistas, la venta de las palomas, etc. De eso debemos ocuparnos: de que su Cuerpo, que es la Iglesia, brille resplandeciente, como recién resucitado, porque eso es, en definitiva, el testimonio que convertirá al mundo y le hará desear una más auténtica felicidad.
Por eso estas lecturas en Cuaresma, porque los que tenemos que convertirnos somos nosotros: volver a darnos cuenta de que el cambio ético, el cambio de valores, y el cambio moral empiezan exactamente en nosotros los creyentes. Tal como decía Jesús cuando hablaba del cruce de opiniones, y de los criterios de los fuertes: «entre vosotros no sea así».
Gracias Abel por tu reflexion de este III Domingo de Cuaresma que como siempre las Lecturas están bien centradas y tu las defines muy bien y me gusta que te expreses así:
Lo necio de Dios es más sabio que los hombres y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres, Moisés y los demás creyentes de su época estaban tan solos como a veces nos sentimos .
Volvamos a Dios, reflexionemos en esta Cuaresma Los diez mandamientos que nos propone una vida centrada en Dios donde Él (y no nuestros deseos, criterios, o nuestra felicidad) es la medida .
Cuando acusamos a los demás nos ponemos del lado de la lógica de la fuerza, que es la lógica del mundo, el acusar nos acusa. Seamos necios en Dios, necios en cuanto transparentemos a Dios en nuestras vidas
Debemos ocuparnos de que su Cuerpo que es la igleia brille resplandesiente con nuestra forma de ser con nuestras actitudes nuestra forma de pensar que resucitemos con El Dios te Bendiga Abel .
Gracias!