Un amigo al que quiero mucho me ha hecho dos preguntas sobre la oración. Me las mandó por un mail destinado a mí, no para publicar, pero no me animé a cambiar ni una de sus palabras, porque creo que expresa con mucha precisión algunos sentimientos sobre la oración. Publico la respuesta, que puede ser útil a otros que se cuestionen lo mismo.
1 - “Para que” rezamos?
Cuando rezo por mí, sé para que lo hago : quiero conocer su voluntad, quiero decirle “si, pasa nomas” y quiero saber que “EL está y no se fue”.
Pero no se para que rezo por otro?? Para que Dios lo ayude/cure?-entonces si no rezo no lo ayuda/cura?; para “tirarle de la manga a Dios y que se avive que tal fulano lo necesita”.?? O en realidad es para metérmelo en el corazón y que -no sé cómo- “sienta” que yo lo quiero (hablo del destinatario del rezo).
2 - “Hágase TU voluntad”.
Poner nuestras vidas y nuestra voluntad en manos de Dios es un paso clave en la recuperación de las adicciones. Yo adoro este paso (el tercero de hecho), pero estoy empezando a reconocer que…”ojo..te puede cagar “- y si a mi hija la raptan como a esas 250 pobrecitas en África- sin comerla ni beberla??. Entonces, inconscientemente me “guardo algo y la entrega es incompleta”. Esto hace que no viva feliz, que tenga miedo y que desconfíe de que Dios me cuida.
Yo creo que las dos preguntas son muy fundamentales. Estoy convencido de que la oración es el auténtico lugar religioso del encuentro con Dios. Y la oración personal, el tú a Tú, mucho más que el culto público y colectivo. Con esto quiero decir que la frase «Dios existe» o «Dios no existe» son prácticamente equivalentes, porque en nuestro espíritu, el contenido de la palabra «Dios» es realmente inconcebible. Pero en tanto nos dirigimos a él, para alabarlo, pedirle, e incluso repudiarlo, lo reconocemos «allí fuera», inabarcable, y a la vez a la mano nuestra. No digo nada nuevo con todo esto.
La oración, el diálogo con Dios es el fundamento de toda religión, no sólo de la nuestra. Sin embargo muchas veces se ve a la oración de petición como una especie de «reacción primitiva», algo así como que pedimos cuando nos sentimos sobrepasados, tras lo cual nos olvidamos de Dios. Hay quienes, incluso, dicen directa o indirectamente que la «verdadera» oración sería la de alabanza, ya que expresa el auténtico lugar soberano de Dios, sin pretender «acomodarlo» a nuestras necesidades, ni torcer su voluntad, que, como Dios que es, se cumplirá inexorablemente.
Sin embargo, cuando los discípulos le pidieron al Señor que les enseñara a orar, él les enseñó el Padrenuestro, oración que es a la vez de alabanza y de petición, pero en la que el aspecto de petición ocupa el mayor lugar.
Parece claro que, lo entendamos o no, debemos pedir a Dios en nuestras necesidades, sin embargo la objeción racional sigue en pie: ¿para qué pedirle a un Dios cuyo gobierno del mundo es imposible de torcer?
La teología se enfrentó a este problema desde la antigüedad, y cada uno lo ha resuelto como mejor pudo, como en esta sentencia clásica de san Gregorio Magno: «los hombres al pedir se vuelven merecedores de recibir lo que Dios omnipotente decidió darles desde toda la eternidad» (Diál. I,8). Es una buena manera de expresarlo: con nuestra oración no cambiamos los planes de Dios, pero nos unimos a su voluntad y nos hacemos acreedores de un mérito.
Si entonces yo no rezo por mi amigo enfermo, pero está en los planes de Dios que se cure, ¿se curará igual? y si rezo, pero en los planes de Dios está que no se cure y muera, ¿morirá igual? Conforme a lo que acabamos de leer, sí. La oración, según esta mirada, en definitiva tiene que ver con mi propia salvación, mi mérito o demérito, no con la «cosa objetiva» objeto de la petición.
Te soy sincero, venga de san Gregorio Magno o de Juan de los Palotes, esa mirada me parece de una racionalización fuera de lugar. Además va contra la experiencia elemental de muchos creyentes, que en la oración de petición vemos de verdad realizarse la promesa divina de estar cerca de cada uno en nuestras necesidades, angustias y alegrías. Entiendo que lo que quieren es preservar el misterio divino, no convertirlo en algo tan «a la mano», que sea objeto de las manipulaciones de los hombres, con nuestra habitual tendencia a confundir lo que deseamos con lo que necesitamos, y lo que queremos con lo bueno. Pero queriendo preservar ese misterio, consiguen en realidad, lo contrario: consiguen despojar a la promesa divina del auténtico misterio de haber querido quedar atada a nosotros, y dependiente, en cierto sentido, de la más humilde criatura. Un hombre desechado de todos no puede presentarse al palacio de gobierno y conseguir que le ayuden, pero puede presentarse al trono de Dios y con un simple Padrenuestro alcanzar todo lo necesario en esta vida, y la salvación eterna:
«Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al llama, se le abrirá.» (Mt 7,7-8)
No deberíamos preguntarnos si Dios está atado a nuestra oración, porque afirma estarlo. Tal vez mejor podríamos preguntarnos ¿qué clase de relación entre Dios y el hombre y entre Dios y el mundo supone un Dios que está atado a nuestra oración? ¿cómo debería ser un Dios así? ¡ese es nuestro Dios!
Lo primero es que nos hacemos una representación a la vez abstracta y materialista de la relación de Dios con el mundo. Es abstracta porque le falta lo más esencial de nuestra experiencia, el tiempo, la historia, el cambio; pero es materialista porque lo imaginamos como si fuera un objeto más: el más grande, el más importante, pero un objeto más de cuantos existen, y por tanto él puede «saberlo» todo y «hacerlo» todo, «planificar» como nosotros planificamos, hacemos y sabemos; igual que nosotros, pero más grande.
El problema de este tipo de concepciones es que los que las tienen se conforman fácilmente, creen que por quitar la experiencia del tiempo ya han comprendido a Dios. Para comprender a Dios en sí mismo sería necesario ser Dios, lo que no es posible al hombre aunque se saque de encima las experiencias humanas más elementales: «A Dios nadie le ha visto jamás» (Jn 1,18)
Dios tiene un tiempo: el tiempo de Dios. Al decir de un himno que usa Bach en una cantata, «El tiempo de Dios es el mejor de todos los tiempos». Dios habla de su tiempo en toda la Biblia, nos enseña a esperar en ese tiempo, a aguardar con paciencia. Tener un tiempo significa que Dios también tiene un cambio, porque no hay tiempo si no hay cambio. Dios cambia: se arrepiente de su juicio, se acuerda de sus criaturas, llama desde Egipto a sus hijos, los hace volver.
Los «planes de Dios» no son arquitecturas cerradas, hechos necesarios e inamovibles que nos ocurrirán fuera nuestro y a pesar nuestro. Los planes de Dios están ligados a nosotros, porque se refieren a nosotros.
Dios es, no necesita planes, si tiene planes (¡y afirma tenerlos!) esos planes no se refieren a él sino a nosotros. Esos planes nos incluyen, cuentan con nosotros: si no rezamos por lo que nos enseñó a rezar, el fruto de la oración no se produce: si no rezamos por la paz, la paz no viene, si no rezamos por la curación de nuestros seres queridos, nuestros seres queridos no se curan. Formamos parte del desenvolvimiento del plan de Dios, pero no como engranajes sino como colaboradores.
¿Cómo puedes decir, Abel que Dios cambia?
No sé qué significa ese cambio en el nivel del ser de Dios. Dios es, pero yo no sé lo que significa «ser» aplicado a Dios. Ciertamente no significa un «super-ser», ni un ser «como el mío pero más grande», tampoco significa un «ser absoluto» en el sentido en que ninguna otra cosa pueda ser, porque yo soy, Dios me hizo ser. Así que él es, pero yo también soy, y eso hace que su ser sea completamente distinto a lo concebible por mí.
Sin embargo, en tanto me relaciono con él, lo concibo, y lo concibo necesariamente «al modo del recipiente», como el agua toma la forma de la vasija o del vaso, según donde la pongamos. Dios es como esa agua: quiso ser invocado por nosotros, y acepta ser trasvasado a nuestros moldes mentales, a nuestro lenguaje, así que la proposición: «Dios tiene un tiempo», y la proposición «Dios cambia», tienen pleno valor y plena legitimidad, tan solo con que nos ocupemos de aclarar que el tiempo de Dios no es como nuestro tiempo, ligado al envejecimiento, y el cambio de Dios no es como nuestra experiencia de cambio, siempre ligada a la descomposición.
La primera pregunta, entonces, se responde sola: no sólo podemos rezar con confianza por lo que necesitan los demás... es que debemos hacerlo si es que queremos que ocurra. No es onanista rezar por los demás, no es sólo para adquirir solipsistamente un mérito ante Dios por algo que él haría de todos modos, ni es sólo para que el otro se entere de que lo queremos: no. Estamos realmente pidiendo por el otro, y si es bueno para el otro ser salvado (por ejemplo de una enfermedad), Dios dirigirá su mirada en la dirección en que lo pide nuestra oración.
El mundo no es en este momento propiedad de Dios. Es y no es. Este mundo, creado por Dios, tiene un príncipe («el Príncipe de este mundo») que no es Dios, sólo en el Reino (que no es de este mundo) reina el verdadero Rey, Cristo. Mientras tanto el mundo sigue en poder de las tinieblas, y nos corresponde a nosotros ser la avanzadilla de Dios, los espías de Dios en el mundo, aquellos que le hacen notar -precisamente por medio de la oración- lo que el mundo necesita para ser salvado. El plan de Dios, que se desarrolla en el tiempo de Dios, requiere eso, requiere nuestra avanzadilla: cada vez que rezamos por un enfermo, estamos llamando la atención a Dios sobre alguien que está preso en manos del mal, del Príncipe de este mundo, estamos haciendo la tarea que nos han encomendado: ser los ojos, los oídos, las manos de nuestro Dios, que se encarna nuevamente.
En cuanto a la segunda:
Sí, efectivamente, Dios puede pedir cualquier cosa, inclusive el hijo único de tus entrañas, el que estaba destinado a ser el inicio de una descendencia como las estrellas del cielo. Pedirlo y nosotros tener que creer que eso es la voluntad de Dios, y tener que dárselo. Podrá salvarlo o no, según sea su parecer. A Isaac lo salvó, a Jesús no.
Pero al mismo tiempo, quien provoca el mal, quien secuestra a las 250 jovencitas, quien mata a Jesús, es el mundo, es el mal, es el Príncipe de este mundo. Dios no pide arbitrariedades ni se goza en el mal y la contradicción. Dios no mata. Pero en un mundo sumido en el mal, donde alguien, por un poco de poder (e incluso creyendo hacerle un servicio a su Dios), secuestra a 250 jovencitas, Dios requiere de nuestra oración y de nuestra acción para, en nombre de él, evitarlo, o remediarlo en la medida de lo posible, incluso para aceptar lo irremediable y rezar por el malvado.
No se puede vivir de cara a Dios con miedo a Dios. Dios no merece ese miedo, aunque una predicación irresponsable, más cerca del convalidamiento del poder que de penetrar en la interioridad de Dios, le guste destacar la soberanía arbitraria de Dios, para así poder mantenerse ellos en la cresta de la injusticia.
Dios puede pedirte que llegues a la muerte sin abrir la boca, como le pidió a Jesús. Pero es algo que te pedirá a ti, y te enterarás claramente de lo que te pide. No lo pide en abstracto, no es una divinidad oculta y oscura la que lo pide, no lo pide en general ni como plan (masoquista) de vida. Si te lo llegara a pedir, te enterarías de que el pedido es de él, por la fuerza y la alegría con que tú mismo estarías dispuesto a realizarlo.
Abel
qué bueno lo que escribiste
pero necesito más de una lectura para "saborearlo" a full
Ojala alguien más se prenda y comente
GRACIAS ABEL!!!
Guillo
PS, mira creo tener el conocimiento intuitivo de lo que explicas e inclusive la "buena voluntad" de ponerlos en práctica. de hecho lo veo en los cientos de adictos recuperados que conozco. Pero le "EGO" siempre está al acecho, y estas preguntas son la forma en que re-toma control. Que difícil es "abandonarse" a SU cuidado, pero ahí está el secreto de la felicidad , el poder vivir con “la cabeza en el mismo lugar donde tenes los pies” (en el presente y “Solo por hoy”)
Un hombre desechado de todos no puede presentarse al palacio de gobierno y conseguir que le ayuden, pero puede presentarse al trono de Dios y con un simple Padrenuestro alcanzar todo lo necesario en esta vida, y la salvación eterna:
Si se permite un ejemplo , podría citar el de BILL W, quien nos regaló el programa de 12 pasos de AA, siendo un alcohólico y habiendo llegado a lo más bajo. Este programa, extrapolado a diversas adicciones a salvado la vida de millones de adictos y creo representa – a mi eenteder- unos de los caminos esprituales más ecuménicos que conozco.
con nuestra habitual tendencia a confundir lo que deseamos con lo que necesitamos, y lo que queremos con lo bueno
Qué bueno esto Abel, x eso digo que tus escritos hay que degustarlos con tiempo y palabra por palabra. Los adictos en general, muchas veces pedimos a Dios, por ejemplo, “controlar la bebida”…y nada sucede. Discernimiento de espíritu es lo que nos falta y no sabemos “que” pedir. Entonces le dejamos el comando de nuestra vida y voluntad a Dios (como cada uno lo entienda) y damos comienzo a esa paradoja que “cuanto menos hacemos (y nos metemos), más avanzamos” en la recuperación y en vivir una vida plena.
Me quedo con el Padre Nuestro, pidiendo el pan, el perdón, la fuerza (amor) para evitar que el ego comande (tentaciones) y que no me mande ninguna jodida si es que no va estar conmigo para pasarla juntos (el mal) - te enterarías de que el pedido es de él, por la fuerza y la alegría con que tú mismo estarías dispuesto a realizarlo.
Por hoy, me da miedo pedir más, ya que no se pedir o mejor dicho no se quien pide cuando pido: EGO o yo – la persona .
La avanzad de Dios en este mundo (me encanto Abel como lo pusiste), lo dejo para el Paso 12, donde “servimos” a los demás.
Dialogar, y dialogar Dear Abel Dos preguntas sobre la oración que escribistes el 16 de Junio /151+16/167/198 . Bueno veamos La oración es el autentico lugar religioso del encuentro con dios y la oración personal, el tu a tu, la frase Dios existe, a Dios no existe , son practicamente equivalentes , ´porque en nuestro espíritu el contenido de la palabra Dios es realmente inmesurable . La oración el dialogo con Dios es el fundamento de toda religión . En el padre nuestro que es a la vez alabanza y petición pero que el aspecto de petición ocupa el mayor lugar , con nuestra oración no cambian los planes de Dios pero nos unimos a su voluntad y nos hace acreedores a un mérito .Pedid y se os dará, buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá . Porque todo el que pide recibe, el que busca halla, y al que llama se le abrirá . Mt 7, 7-8 Digo abarcar todo lo plasmado God quien tuviera esa cabecita de Dios jojoj