Superar el clericalismo no es una cuestión interna de la Iglesia sino que el clericalismo tiene fatales consecuencias para el conjunto de la sociedad. Los abusos sexuales y su encubrimiento son la consecuencia más terrible y dramática pero son una parte de los males que extienden “los abusos de conciencia y abusos de autoridad” que dice el Papa Francisco que entraña el clericalismo. En su reciente viaje a Irlanda –la “zona cero” de los abusos-, el Papa ha dicho que hay que realizar una profunda transformación eclesial y social para superar el clericalismo. Pocos días antes, el arzobispo de Dublín, Diarmuid Martin, llamó a “aniquilar todas las estructuras” que provocaron los abusos y su encubrimiento. Al mismo tiempo, el Cardenal de Boston, el franciscano Séan O’Malley, advirtió que la sociedad está “harta” y “no aguanta más” el estado de clericalismo que ha llevado a la peor crisis de la Iglesia católica en los últimos dos siglos. Dada la importancia y alcance de la Iglesia en el mundo, superar el clericalismo es, por tanto, un objetivo de interés público.
El Papa, en su carta a los Obispos de Chile –con motivo también de la gravísima crisis causada por los encubrimientos episcopales de los crímenes sexuales contra menores- planteó los dos puntos de su programa para la regeneración de la Iglesia: una Iglesia profética –como la que luchó contra la dictadura militar de Pinochet, menciona- y la Misión Compartida (con los laicos). La lógica de la Misión Compartida considera que el conjunto del laicado comparte toda la Misión de la Iglesia, tanto en la ejecución como en su discernimiento y las decisiones que apareja.
Un problema importante es que una gran parte de la comunidad católica no se imagina cómo puede ser una Iglesia no clericalista –una diócesis o una parroquia sin clericalismo. El clericalismo está tan interiorizado en las instituciones eclesiales que a muchos les cuesta pensar la alternativa. Están tan resignados a que sea algo imposible de cambiar que la imaginación –y muchas veces la dignidad- está paralizada. El problema es muy amplio y hondo pero quisiera simplemente aportar unas líneas sobre esa alternativa. Y muy especialmente aplicado a la parroquia, que es la más cercana a la vida cotidiana de la gente.
Hace tiempo que otras instituciones eclesiales como muchos colegios, universidades, centros de espiritualidad, ONG y muchas asociaciones laicales no son clericales sino que funcionan desde la lógica de la Misión Compartida. Hay directivos laicos, consejos y patronatos donde los laicos son decisores, elecciones periódicas, transparencia, etc. El resultado global es que la corresponsabilidad laical se ha intensificado en todas esas instituciones y su impacto social, cultural y religioso se ha multiplicado. Pero la parroquia –y las diócesis- permanecen como estructuras más resistentes a la lógica pontificia de la Misión Compartida.
¿Cómo puede ser la Parroquia de la Misión Compartida? En lo fundamental, no es que haya que inventar algo nuevo sino acercarse lo más posible al modo original de proceder de Jesús y sus discípulos. Para superar el clericalismo hay que ser fieles al origen, a la forma de estar Jesús con la gente. Hay profundas cuestiones eclesiológicas implicadas, pero trataré de ser muy práctico y para serlo voy a plantear un decálogo. Este es el decálogo que propongo para superar el clericalismo en cualquier parroquia.
1. Asambleas parroquiales de discernimiento. Quizás lo primero por lo que comienza una parroquia es por reunir al pueblo. Se reúne en las diferentes eucaristías y actividades de la parroquia. Pero debería haber un evento que en muchos lugares se llama asamblea parroquial, en donde están convocados todos los fieles de la parroquia. Esa asamblea no debería ser una actividad más sino que es el principal órgano de la parroquia, en el que se busca la máxima participación posible. Al menos dos veces al año debe haber un día o medio día de convivencia de la asamblea parroquial. Es clave el método que se sigue en esa asamblea. En lo fundamental, es una asamblea de discernimiento –además de que también haya celebraciones- y por tanto es necesario mejorar el método de discernimiento comunitario que se sigue en esas reuniones de la asamblea. Por ejemplo, el centro belga ESDAC ha desarrollado mucho esos métodos para que realmente sean procesos auténticamente espirituales, fraternales y eclesiales. No basta con convocar asambleas sino que tenemos que aprender a ser una comunidad parroquial de discernimiento en esas asambleas.
2. Comité de evaluación parroquial. El plan pastoral de la parroquia debe tener indicadores que permitan su evaluación. El Consejo Pastoral podría proponer a la Asamblea parroquial un pequeño equipo permanente de laicos que realicen una evaluación de la implementación del plan parroquial. El resultado de dicha evaluación tiene que ser público y dar a la Asamblea parroquial la oportunidad de conocerlo bien y valorarlo.
3. Una parroquia que consulta a la gente. Para los sínodos de la familia, el papa Francisco lanzó una consulta global a la Iglesia universal. La lógica de las consultas tiene una larga historia en la Iglesia pero ha sido muy poco practicada. La parroquia debería realizar muchas más consultas. Un asunto importante es cómo se consulta y a quién. Sobre qué y cómo se pregunta es clave. Habría que garantizar que los términos y preguntas de la consulta han sido suficientemente consensuados y que se consulta a todas las personas que deberían tener voz. Para eso es importante que para cada consulta se forme un equipo de laicos que participen en la realización de la consulta, que se garantice la pluralidad e inclusión de los consultados y que los resultados sean públicos.
4. Comité de garantías. Cualquier párroco hará bien en que su parroquia cuente con un pequeño órgano formado por tres personas laicas de probada reputación y sabiduría en la parroquia, que tenga las funciones de recibir peticiones o consultas en caso de conflicto entre el párroco y feligreses. Deben ser personas que conozcan el Derecho Canónico que compete a la vida parroquial y puedan garantizar que no se van a encubrir abusos de conciencia, autoridad ni de otro tipo, así como arbitrariedades. Ese comité de garantías podrá tener interlocución directa con el vicario episcopal.
5. Diferenciar presidir, regir, gobernar y dirigir. El párroco preside y rige una parroquia, pero eso no significa que asuma el ejercicio del gobierno ni la dirección. Unir todas esas funciones en una sola persona crea desbordamiento del párroco, así como activismo y posibles confusiones entre todas esas funciones. Si imaginamos el futuro próximo, nos daremos cuenta que no va a haber suficientes sacerdotes para las parroquias –ya se vive en el rural y en muchas zonas urbanas de los países más secularizados-, lo cual lleva a que el párroco no pueda gobernar y dirigir todas las parroquias. Realiza la función de comunión -cuida que nadie esté excluido en la parroquia y que no haya divisiones, une a todos en la parroquia y les une al conjunto de la diócesis y a la Iglesia universal-, pero quien gobierna es el consejo pastoral de cada parroquia y muchas veces cuenta con un director parroquial. Sucede ya en diócesis que tienen un equipo de laicos que dirigen toda la pastoral –con un director o coordinador al frente. Distinguir y repartir esas funciones de presidencia, gobierno y dirección, es algo fundamental. De ahí sale la siguiente propuesta.
6. Director de pastoral. Las parroquias deberían tener un equipo de dirección de la pastoral, que se ocupara de la implementación práctica del plan apostólico para todo el barrio. Ese equipo debería tener un director o coordinador pastoral. En ese equipo participan los encargados de las diferentes áreas pastorales. Es diferente al Consejo Pastoral, que tiene una labor de gobierno de la parroquia. Y es importante que sean diferentes personas las que pertenecen a uno y otro órgano. Que una parroquia tuviera un director de pastoral nombrado por el consejo pastoral, liberaría al párroco y a los sacerdotes para dedicarse a lo que es esencialmente su ministerio. En muchas parroquias del mundo esa ocupación de director pastoral es un trabajo remunerado, aunque sea parcialmente.
7. Consejo pastoral. El consejo pastoral es una figura central. Representa a la comunidad parroquial mientras no está reunida en asamblea. Es clave que el barrio sienta que esa representación es auténtica, que sienta que están discerniendo por todo el conjunto de fieles. Para eso es crucial no solamente que los miembros del consejo pastoral sean conocidos y reconocidos, sino que se logre que la representación traiga la voz coral de toda la comunidad. Para eso nuestra propuesta es que haya elecciones cada tres años para el consejo pastoral. Ya presentamos el modelo en un post anterior de Entreparentesis con el título “reformar las parroquias para mejorar la ciudadanía”.
8. Parlamento joven. La celebración de parlamentos juveniles con motivo del Sínodo de la Juventud de 2018, ha sido un éxito. ¿Por qué no contar con un parlamento o consejo juvenil permanente en la parroquia? Es un lugar donde no solamente se escucha a un sector prioritario de la parroquia sino que es también una experiencia de formación para ser un miembro activo de la parroquia.
9. Grupos de vida para los curas. ¿Por qué los sacerdotes no tienen un grupo de vida cristiano como todos para compartir su vida, discernir sus elecciones, profundizar en la fraternidad…? Un grupo en el que él no sea el consiliario ni el animador ni el presidente ni el director sino uno más, en el que poder revisar y compartir fraternalmente su vida. ¿Por qué un cura tiene que tener otros curas como compañeros de grupo de vida si es que lo tiene? Sería crucial que cada cura tuviera un grupo de vida en la parroquia (o fuera de ella), donde compartiera con laicos en clave comunitaria. Les daría mucho oxígeno, raigambre, y una profunda perspectiva como parte del Pueblo de Dios.
10. Formación de los curas. Entre las diferentes propuestas, elijo esta por ser fundamental. Los laicos –la diversidad de laicos- debe participar de forma mucho más intensa en la formación de los curas. No solamente como formadores en la enseñanza reglada de los seminarios, sino a través de experiencias prácticas de inserción de los curas en sus pequeñas comunidades parroquiales. Sería clave que los seminaristas conocieran íntima y vivencialmente la pluralidad de comunidades y grupos que hay en las parroquias, atendiendo a diversos aspectos de su formación (por ejemplo, la oración en la vida laical, la comunidad de bienes, la transmisión de la fe, la vida conyugal y familiar, etc.). Esto mismo se podría aplicar a lo que se considera la formación permanente de los sacerdotes.
Habría más propuestas que hacer y hay planteamientos de fondo que preceden a todo esto tan práctico, pero veo motivos para apuntar a los práctico, para que nos movilice hacia algún lugar nuevo y esperanzador. Solo cuatro consideraciones finales.
La mayoría de este decálogo se aplica al ámbito de las decisiones. Muchas veces se dice que la participación laical está en la acción en la sociedad y no en los espacios internos de la Iglesia, pero en realidad de lo que se trata es de hacer que los espacios internos de la Iglesia sean un lugar y motor misionero en pleno contacto con “el exterior”. La Misión Compartida requiere una comunidad compartida de discernimiento y decisión.
También es cierto que el clericalismo está muchas veces sostenido más por laicos que por curas. Hay peligro de que el clericalismo se traslade a agentes laicales que actúen con esas lógicas de poder absoluto. Y es que el clericalismo no tiene que ver sustancialmente con el sacerdocio sino con una posición de poder, tan ajena a la lógica apostólica.
Hay quien teme que la desclericalización de la Iglesia haga peligrar la jerarquía e incluso un sano principio de autoridad, pero de lo que estamos plenamente seguros es que la misión Compartida no lleva sino a reforzar la figura del pastor. En todos los lugares donde se vive esa lógica de Corresponsabilidad, la figura del pastor ha encontrado mucho mayor alcance, presencia, reconocimiento y escucha. Y eso es algo que hace tiempo que se había perdido.
Finalmente, supongo que muchos párrocos firmarían ya ese decálogo pero el problema es que no tienen gente en su parroquia que asuma tantas tareas y servicios, así que tiene que hacer demasiadas cosas que nadie quiere hacer. En todo este asunto del clericalismo no solamente hay concentración del poder en el clero sino ausencia de participación y responsabilidad en los laicos. Pero es cierto que precisamente son los excesos el clericalismo los que han provocado esa apatía, ausencia y pasividad de muchos laicos.
El papa Francisco pide una transformación eclesial y social para superar el clericalismo. Lo que ahora se necesita es que algunas parroquias y diócesis comiencen a innovar y generen modelos de Misión Compartida que permitan que la gente pueda saber al menos hacia dónde ir.
Publicado originalmente en EntreParentesis.org en septiembre de 2018, republicado en ETF con permiso del autor.
Muy interesante y de máxima actualidad el artículo, mucho les agradeceremos dónde poder acceder a mayor información sobre el particular.
Gracias y bendiciones, desde Godoy Cruz, Mendoza, República Argentina.
Me parece precioso este decálogo, pero cómo se hace con un párroco, un vicario, obispos y cardenales clericalistas ... Lo único que te vale es ir a orar al Santísimo que los mueva de su pueblo. Mientras mi parroquia va languideciendo y padeciendo, las inspiraciones del Espiritu Santo languidecen igual y el barrio no disfruta de los servicios que necesita. Todo muy bonito, pero que venga el Papa a decirles a estos señores que cambien, porque nosotros no lo conseguimos