Señor: Tú me hablas a través de los acontecimientos de cada día, trasformas en mensajes la enfermedad, el virus, mi internamiento. Estos sucesos a todos nos hacen pensar en ti. Unos para preguntarte dónde estás ante tanto dolor y tanta muerte y otros para pedirte perdón porque habíamos caído en la rutina y la indiferencia. Te has hecho pensamiento para los más alejados de ti, y te trasformas en encuentro cuando contemplan la fragilidad del ser humano y su impotencia para remediar los males que les aquejan. Para los cercanos a ti nos has hecho valorar el gran don que supone adorarte ante el sagrario, recibirte en la Comunión, participar en la Eucaristía, y considerar el tesoro de los sacramentos.
Tú, Señor, sigues amando al hombre con amor infinito y no te importa paralizar al mundo para que se convierta, que dé un giro a su vida y que priorice tu amor por encima de todo. Pienso Señor, que tanto dolor y tanta muerte ha supuesto para la Trinidad recorrer de nuevo tu camino del Calvario. Acepta, Señor, como ofrenda, el sufrimiento de tantos justos y de tanta gente inocente que acatando tu voluntad sufren los efectos de la pandemia. Que tenga poder redentor la entrega y la dedicación de tanto profesional que, aunque no te conozca, expone su vida por el bien del prójimo.
Señor: mi amor por ti me hacer ver en todo tu providencia entrañable. Sé que eres amor y que me amas infinitamente, por eso, nada de lo que me pasa puede ser indiferente para ti. Cuidas de mí hasta preocuparte por los últimos detalles, nada escapa a tu atención, tienes contados hasta los cabellos de mi cabeza. Sufres porque me ves sufrir en estos momentos de angustia pero me das la fortaleza necesaria para que trasforme mi dolor en oración. Tu providencia hará que del dolor nazcan nuevos frutos, que del grano de trigo caído en tierra germinen plantas más robustas y que en el cielo se alegren porque más de un pecador se va a convertir.
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar.
Señor: Tú que pasaste por la tierra haciendo el bien, sanando enfermos, resucitando a muertos, mira con ojos de misericordia a cuantos son víctimas del virus. El verte crucificado me afirma que tu bondad y tu amor por el hombre supera su pecado y que los méritos de tu cruz ahoga la maldad del mundo. Me diste a la Virgen Maria como madre para que oyeras la plegaria que te presentan estos sus hijos de Eva. Padre Nuestro ten piedad de nosotros y atiende la suplica que te dirigimos por los méritos de tu Hijo Nuestro Señor. Amén.
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar.
Cuadro: J. Bassano: San Roque y la Virgen ayudando a los afectados por la Peste, 1575