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El Testigo Fiel
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Mea Maxima Culpa

por Mark Shea
21 de enero de 2021
Un relevante escritor católico de USA se enfrenta a su propia culpa en la construcción del monstruoso catolicismo "MAGA" (siglas del movimiento de Trump), que con la excusa de la defensa del nonato ayudó a instalar división, violencia y desprecio por el auténtico humanismo cristiano. No solo en USA como nación, sino también en la iglesia católica de USA, lo que repercute también en muchos católicos conservadores del resto del mundo.

Este artículo es de original en inglés en el blog del autor. Agradecemos la traducción de Miguel Zalles. El original puede leerse aquí.

He estado rezando por este tema durante algún tiempo, pero los acontecimientos de la semana pasada [el asalto al Capitolio de USA el 6 de enero] finalmente me obligaron a escribir esto.

No es un gran secreto que he estado horrorizado por el surgimiento del cristianismo MAGA (Make America Great Again) y el profundo anticristo que yo creo que es. Ustedes me han oído hablar de esto una y otra vez. Mucho más que el daño que ha hecho a los Estados Unidos, lamento el profundo daño que ha hecho al testimonio de la Iglesia, que es el sacramento principal y que tiene la misión de ayudar al mundo en la salvación de Cristo. Creo que los cristianos en los EE.UU. están en una necesidad desesperada de metanoia, de dar la vuelta y, sobre todo, de asumir la plena responsabilidad de nuestra parte en hacer el equivalente eclesial de sumergir la Eucaristía en la alcantarilla y luego molestarse cuando la gente normal se niega a recibirla de nuestras sucias manos.

Para hacerlo con un mínimo de integridad, sin embargo, requiere hacer lo que Dios nos enseña a hacer cada vez que venimos a adorar: la confesión de nuestros pecados y la admisión de haberlo hecho de pensamiento, de palabras, y tanto de lo hecho como de lo que no he hecho: por mi culpa, mi grandísima culpa.

Esto es difícil de hacer por varias razones. 

Primero es difícil a menudo difícil fijar claramente la diferencia entre pecado e ignorancia. "El corazón es engañoso por encima de todas las cosas, y desesperadamente inicuo: ¿quién lo conocerá?", dice Jeremías. Uno se siente inclinado a quitarse de sí mismo un montón de cosas, en el examen de conciencia, con la excusa de que uno era joven e inmaduro." . Pero hay un pasaje en la novela A Christmas Carol de Dickens que me parece un antídoto contra tal argumento : 

"Si prefieren morir", dijo Scrooge, "es mejor que lo hagan, y disminuyan la población excedentaria. Además, discúlpenme, yo no lo sé".

-Pero podrías saberlo -observó el caballero-. 

Los pecados de los que quiero discutir fueron, sí, en parte debido a la ignorancia. pero podría haberlo sabido de no haber tenido un orgullo que me impidió ver y escuchar a aquellos a mi alrededor que de alguna manera lograron saber lo que yo de alguna manera me las arreglé para no enterarme. Al final, la razón de mi ignorancia fue mi arrogancia. Mea culpa.

En segundo lugar, es difícil discutir esto porque sé que un cierto tipo de personas inevitablemente lo llamará "señalización de la virtud". La señalización de la virtud es a lo que Jesús se refiere cuando habla de hacer cosas buenas para obtener la alabanza de los demás. Él no tiene nada en contra de ser visto haciendo cosas buenas para ganar la alabanza de Dios. De hecho, él nos ordena, diciéndonos que dejemos que nuestra luz brille ante los hombres para que vean nuestras buenas obras y así alaben a nuestro Padre Celestial. Pero cuando lo hacemos simplemente para que otros nos feliciten, entonces ya "recibimos nuestra recompensa" y no recibiremos ningún beneficio espiritual. Dios tendrá que juzgar lo que estoy haciendo aquí, sea lo que sea lo que la gente piense.

En tercer lugar, y muy difícil de averiguarlo, es cómo reparar, que sospecho que es un proyecto de toda la vida y nunca termina a este lado de la tumba. Tengo algunas ideas, pero la primera idea que tengo es escribir esta nota. Después de eso, estoy tocando de oído.

Lo que quiero discutir es simplemente esto: mi parte en la creación del montaje conservador de terror cristiano MAGA que ahora arrasa en todo nuestro país, amenazando la vida y a sus miembros, esparciendo la pandemia, clamando autocompasión, furia contra el Papa, contra la Iglesia, contra sus vecinos, y blandiendo en alto la bandera del no nacido, de Jesús, de las armas, del odio a los gays, "la familia" y la "libertad religiosa", mientras que destruye sin ley a los Estados Unidos y a la Iglesia.

Hago esto porque no puedo hablar con total integridad en su contra hasta que asuma mi parte de responsabilidad en su creación. Eso. Así que aquí va.

Durante los últimos 20 años (hasta 2016) fui una figura pública de menor importancia, pero sin embargo era conocido en los círculos católicos. No me propuse convertirme en una figura. Empecé a escribir sobre la Fe porque la creo y la encuentro fascinante y porque siempre he sentido la obligación de testimoniarlo lo mejor que pueda. Hice el feliz descubrimiento trabajando como asistente rentado del sacerdote primero en la Universidad de Washington y luego en Fred Hutchinson Cancer Research Center, que podía complementar mis ingresos haciendo algo que me encantaba: contarle a la gente sobre cosas interesantes que estaba aprendiendo como un converso relativamente nuevo. Yo había sido recibido en la Iglesia en 1987 y a principios de los años 90 comencé a publicar algunas notas en diferentes formas y lugares sobre varios temas y me alentó saber que era aceptado. Siempre fueron sobre algún aspecto de enseñanza católica que encontré nueva y liberadora y mi motivación era esperar o poder ver que las luces se encienden también para alguien más. Nada me hace más feliz que cuando alguien me escribe o me dice: "¡Nunca lo había visto así antes! ¡Eso es genial!" (En realidad estudié para ser maestro durante un tiempo, pero descubrí que escribir me daba más satisfacción porque mi audiencia se auto-seleccionaba y quería aprender lo que estaba enseñando, a diferencia de los niños obligados por el Estado que luchan torpemente para resistir las clases a cargo de estudiantes a los que enseñé en mi programa de Capacitación para Maestros.)

Así que a principios de los 90, estaba muy contento de trabajar como escritor. Un escritor/profesor/evangelista, no un "apologeta". Algunos me llamaban así, pero yo nunca me llamé así, por varias razones.

La primera es que la apologética es y siempre ha sido la empleada doméstica de la proclamación del evangelio. La evangelización es el anuncio de la buena nueva de Jesucristo. La Apologética es el trabajo de despejar los obstáculos puestos por las objeciones razonables a esa buena noticia. Si no hay ninguna a objeción, no es necesaria la Apologética.

¿Por qué es esto importante? Porque si empiezas con apologética y no con evangelización, tiendes a empezar con una relación de adversario con tu lector en lugar de una relación basada en el amor. Algo que señalé desde el principio fue que la subcultura apologética tendía a atraer a varones jóvenes solteros que buscaban una pelea en lugar de apóstoles alegres que querían gritar buenas noticias al mundo en la madrugada de Pentecostés. Viendo a sus vecinos como amenazas y enemigos a ser derrotados, o de lo contrario como compañeros de lucha en lo que era esencialmente un conflicto con los enemigos, tranquilo ahora, pero eventualmente preparado para agitarse, con vecinos que eran una amenaza latente.

Eso me molestaba. Pero al mismo tiempo, yo mismo lo hice, por mi gran culpa. A menudo tomaba la postura del católico adversario, hablando de la insensatez de los modernos, hablando a la ligera de la estupidez de los liberales o de los protestantes, y burlándome de la ignorancia de aquellos que no veían las verdades sobre las que estaba escribiendo. Fue una estrategia para ayudar a asegurar un sentido de camaradería con el público católico para el que estaba escribiendo, pero también ayudó a fomentar el crecimiento del mayor veneno que ahora está matando a la Iglesia de los Estados Unidos.

Ese veneno es la profunda creencia en nuestra propia marginación, victimización y persecución, detrás de la cual nos escondemos mientras defendemos y avanzamos en nuestra propia persecución a los demás. Los católicos conservadores, con mi ayuda, hablan constantemente como si ya fueran, o estuvieran a punto de serlo, mártires a manos de enemigos liberales sombríos. Les enseñé a pensar de esa manera durante años, porque creía firmemente que pronto llegaría el día en que los liberales sin Dios finalmente ganarían una ventaja definitiva en nuestra cultura y usarían su poder para aplastar a los verdaderos católicos, es decir, aquellos de nosotros que éramos pro-vida y leales al Santo Padre. Todo era muy simple en ese entonces y estaba seguro de que conocía el futuro. Los católicos fieles conservadores en un lado de la guerra cultural que se avecina; gays, libs, relativistas morales, melosas clintonianas por el otro. Daba por sentado que los conservadores serían los mártires y los liberales serían los perseguidores. Y ayudé a inculcar a los católicos conservadores la actitud profunda del desafiante, burlón, mártir, de la víctima que se burló de sus perseguidores liberales mientras trabajaban lentamente hacia el día de nuestro enfrentamiento final. Nunca se me ocurrió verlos como verdaderos católicos. Yo era el verdadero católico[TM], al igual que el resto de mis fieles lectores católicos conservadores.

Mea maxima culpa.

Con esa alegre seguridad de mi heroísmo que pronto será perseguido, estaba mi compromiso monomaníaco con un solo tema público en la amplia doctrina social de la Iglesia: el aborto. Recuerdo haber escrito una pieza en los años 90 jactándome orgullosamente de ser un votante de un solo tema. No escribí mucho sobre cosas políticas. Mi enfoque, como el foco de la mayoría de los conversos del evangelismo en ese momento, estaba en las disputas entre el evangelismo y la fe católica. Esto es bastante típico para los conversos. Quieres que la familia que dejaste atrás entienda por qué te has ocupado de esta extraña nueva familia. Así que pasas mucho tiempo disipando leyendas y mitos urbanos sobre "la adoración a María" y "la salvación por las obras" y traduciendo jerga como "mérito" e "indulgencias" y mostrando por qué la sagrada tradición tiene sentido y la doctrina de la Eucaristía es bíblica. En el camino, se afirma lo que se puede afirmar en común, incluida la oposición al aborto. Pero precisamente por esa razón, tiendes a ser ciego a las cosas que los cristianos estadounidenses blancos conservadores no ven, ni temen, ni desconfían, como ser el racismo, o el desprecio por los pobres, o el nacionalismo belicoso, o la misoginia, o el odio a los gays. Todo lo que yo fui.

El resultado, que sólo me di cuenta plenamente con el surgimiento del monstruoso, racista y mortal movimiento "pro-vida" de MAGA, fue que yo, a través de mi propia y grave culpa, ayudé a inculcar la creencia de que, siempre y cuando se opusiera al aborto, el "juicio prudencial" significaba que podías dejar que prácticamente todo el resto de la enseñanza social de la Iglesia se deslizara e incluso oponerme a ella cuando "ayuda a los liberales". Sólo tardíamente me enfrenté al hecho de que ayudé a condicionar a los católicos a aceptar la idea de que "la oposición al aborto quita los pecados del mundo". Mi enfoque era conseguir todos los patos dogmáticos en fila. ¿Pero esos pequeños lugares donde los conservadores podrían vivir la vida de manera diferente cuando se trata de racismo? ¡Feh! ¿O la enseñanza de la Iglesia sobre la jerga de los años 60 que suena liberal como "pecado estructural" o la "opción preferencial por los pobres" o la "dignidad de las mujeres"? Todo eso de la paz y la justicia era para los tipos Kumbayah [canción afroamericana que es símbolo de la lucha por los derechos civiles].

Así que, por ejemplo, recuerdo con vergüenza pontificando en mi antiguo blog hace unos 15 años sobre cómo, realmente, afrontémoslo, el racismo ha terminado en los Estados Unidos. Los negros que se quejaban de ello eran simplemente "infantilizados" y necesitaban aprender a asumir la responsabilidad de sus problemas y no culpar a los blancos.

También recuerdo haber escrito en una línea similar sobre los gays, pero agregando encima una comparación vergonzosa con nazis, fascistas, etc. La idea de considerarlos como seres humanos hechos a imagen y semejanza de Dios estaba presente en mi mente como una especie de teoría teológica, por supuesto, pero a un nivel práctico vivido la verdad fue que hablé con ellos y sobre ellos como problemas o amenazas primero, no como seres humanos. El primer mensaje que siempre transmití no fue la verdad fundamental de que Dios los amaba y que fueron creados a su imagen y semejanza, sino la verdad fundamental de que quería que vivieran de acuerdo con un código moral que ellos no veían ninguna razón para obedecerlo, hecho por personas en las que no tenían la más mínima razón para confiar, personas que constantemente manifestaban su desprecio incluso por los gays que eran católicos y trataban de obedecer a Jesús. Ayudé a comunicar ese mensaje de desprecio. Mea maxima culpa.

Y mientras yo avanzaba con una lentitud increíble en comprender, todavía poniendo excusas para lo que debería haber visto, ocurrió el cáncer del rápido crecimiento de la ruptura del catolicismo conservador estadounidense con la fe.

Para mi vergüenza, la campana de advertencia no fue el franco apoyo católico a una guerra completamente injusta que no cumplía ningún criterio de la enseñanza de la guerra justa de la Iglesia y que fue condenada por dos papas y todos los obispos del mundo. No. Mis compañeros católicos conservadores americanos dijeron que podías ignorar todo eso porque ese acto de asesinato en masa fue un "juicio prudencial" y yo los apoye por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa.

Sólo cuando surgió el grave e intrínseco mal de la tortura y me sorprendió ver a los católicos conservadores defender primero y luego convertirse en los líderes obstinados y arraigados de la defensa de la tortura que comencé a percibir tenuemente que no todo estaba bien. Seguí pensando que el problema era una mala comunicación hasta que me vi obligado a darme cuenta de que no: les encantaba. Sólo entonces, con la lentitud de un caracol, empecé a pensar que, tal vez, los liberales que mataban a los bebés, a los que estaba seguro amaban el aborto y no sabían nada sobre la Fe, de alguna manera podrían haber acertado aquí, probablemente porque Dios usa paganos ignorantes para humillar a sus santos y enseñarles. ¡Dios, qué idiota soy!

Quizás Ud. podría pensar que yo aprendería la lección un poco antes, con el escándalo de los sacerdotes cuando fueron los liberales sin Dios en la Iglesia, y los medios liberales quienes sacaron a la luz el creciente escándalo en Boston y con Maciel y los Legionarios y el error del Papa Juan Pablo de no haber actuado. Pero no- No pensé con las enseñanzas de la iglesia ni con la Tradición (alias, la mente de Cristo). Pensé con los burócratas, con la mente de la cobertura institucional y, sobre todo, con la mente partidista que pensaba primero, no en las víctimas, sino en la pregunta: ¿Ayuda esto a los liberales o a los conservadores?

Demasiado tarde fui yo para interiorizar la enseñanza de la Santa Iglesia de que "el hombre es la única criatura en la tierra a la que Dios ha deseado por su propio bien" y, por lo tanto, reconocer que ningún mero sistema humano, incluidos los sistemas eclesiales, tiene prioridad sobre la dignidad de las víctimas. Ayudé a promover la idea cancerosa, que aún envenena al catolicismo MAGA, de que el problema eran los gays y los liberales y la solución eran los conservadores heterosexuales. Durante años no se me ocurrió finalmente que el problema eran los abusadores, homosexuales y heterosexuales, y los facilitadores, liberales y conservadores. Mea maxima culpa.

A medida que avanzaban los debates sobre la tortura, me di cuenta por primera vez de algo que me molestaba, pero no podía articular por qué. Los apologistas de la tortura seguían hablando como si oponerse a la tortura fuera, de alguna manera, apoyar al aborto. "¿Por qué debería importarme lo que les pase a los terroristas peludos cuando se abortan un millón de bebés al año?", fue el argumento. Sin embargo, para mí, la oposición a la tortura era un corolario de oposición al aborto. Los argumentos para ambos eran los mismos: hagamos el mal para que el bien salga de él. No podía entender cómo los católicos conservadores no lo veían.

Y, sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, me di cuenta de que cada argumento que hacía para racionalizar los ataques del Partido Republicano contra los pobres, los presos del corredor de la muerte, los refugiados, el trabajador mal pagado, las víctimas de una guerra injusta, los enfermos, los ancianos, y los marginados estaban haciendo lo mismo. El contrato que hicimos fue simple: apoyar al Partido Republicano pase lo que pase porque pronto y muy pronto iban a hacer magia con el aborto. Haz el mal ahora porque el Gran Bien vendría pronto.

Ese fue el argumento esencial de los "cinco no negociables" en que Catholic Answers me enseñó a "centrarme". Y al final, esa negociación faustiana a la que di mi consentimiento en 2004 terminó como terminan todas las negociaciones de Fausto, con el alma esclavizada al mal, a la cual ayudé a los cristianos a esclavizarse. Demasiado tarde me di cuenta de que el objetivo de todo argumento católico conservador contra la enseñanza de la Iglesia no era defender a los no nacidos, sino usarlos como escudos humanos para el objetivo real: la defensa de la guerra y la tortura injustas, el rechazo de la atención médica, la disminución de la ayuda para los pobres, lo que sea. Si la Iglesia lo enseña y el Partido Republicano lo odia, entonces sale el no nacido y sube el grito de que tenemos que centrarnos en el aborto, no en estos males que el Partido Republicano quiere continuar. La apoteosis de esto fue cuando el P. Frank Pavone tomó mi vieja retórica sobre ser un "votante de un solo tema", puso el cadáver de un bebé en el altar mismo de Dios y dio un discurso favorable a Trump de 45 minutos en 2016. Allané el camino para eso a través de mi culpa, por mi culpa, a través de mi gran culpa, con mi orgulloso "Soy un votante de un solo tema" pronunciado dos décadas antes.

Luego vino otra cosa, mi calumnia usual contra los demócratas católicos era que eran cómplices del aborto y que estaban ansiosos por dar su aprobación a los pecadores. Durante años y años hablé casualmente de los demócratas católicos como que esencialmente no les importaba si el no nacido vive o muere. Nunca se me ocurrió tomar en serio la idea de que los Católicos Demócratas realmente se oponían al aborto, pero que estaban tratando de hacer un cálculo prudencial diferente para abordarlo y prevenirlo. Eran liberales. Eran tontos. No conocían la enseñanza de la Iglesia o no les importaba. Solo los fieles católicos conservadores lo hicieron. Teníamos los derechos de autor. Eran amigos del mundo. Nosotros los santos resistentes que enfrentamos la persecución e hicimos lo que era difícil, todo mientras volábamos Irak y, por mi parte, haciendo la vista gorda ante el ritmo de construcción del racismo en los años de Obama. No lo vi en absoluto. No me lo creía cuando los liberales decían que era claro como el agua. Lo descarté con la clásica respuesta aludiendo el "tema racial", jugada para justificar su "condescendencia con el tema del aborto". Seguramente unos cuantos ingenuos se sumaron a la discusión sobre el certificado de nacimiento de Obama. Pero, como dijo mi amigo Scott Eric Alt, pasé esos años como había pasado toda mi vida, sonriendo condescendientemente a los liberales y a la gente de color y diciendo "Eso no es de lo que estamos hablando" cuando advirtieron una y otra vez que los conservadores y los cristianos conservadores teníamos un enorme y evidente problema de racismo. Lo sabía mejor, porque yo era blanco y no tenía problemas de racismo y, seguro, algún idiota podría tenerlos, pero ¿quién sabe mejor sobre el racismo, los negros hipersensibles infantilizados mimados por los liberales o yo? Si necesitara la opinión de gente de color sobre su experiencia en la América blanca, yo mismo se la daría.

¿Puede la boca de un tonto como yo al menos rebuznar las palabras Mea Maxima Culpa? 

Luego vino Trump y la orgiástica efusión de odio racial que fue su apoyo principal y su mensaje a Estados Unidos. Los nazis. El KKK. El muro. Las masacres en las sinagogas y los manifiestos de los locos citándolo literalmente antes de más masacres. Los mítines de Nuremberg y los llamamientos fascistas y elogios de la violencia por parte de Trump. Los muy buenos nazis y los violadores mexicanos y los jueces que no pueden ser justos porque son mexicanos y musulmanes, las prohibiciones de viajar y la condena de los negros "hijos de puta" y las sádicas separaciones familiares junto con mentiras, mentiras, mentiras y excusas por toda esta inmundicia de Pavone y Heilman y Ruse y EWTN y Arroyo. Y pasé de "¡Pero eso no es de lo que se trata!" ante el asombrado pensamiento, "¡Mierda! ¡De eso se trata!" y la comprensión de que cuando las personas a las que has tachado de tontos e ignorantes liberales durante años te miran con una ceja levantada y dicen: "¿Ves?" Tienes una opción. Puedes pretender arrogantemente que tuvieron suerte o puedes repensar tu vida y ver en qué más tenían razón y aprender algo.

Durante los años de Obama me esforcé mucho por fingir que estaba por encima de todo con la herramienta favorita del culto MAGA: la postura de equivalencia moral de "ambos lados". Esta es la pretensión, amada por conservadores piadosos como yo, de que, dado que "Todos han pecado y están separados de la gloria de Dios", se puede defender cada maldad inmunda que cometen los conservadores señalando algún mal cometido o permitido por los liberales. El problema fue que finalmente llegué a ver que el punto final de esta estrategia siempre favorece el mal mayor. Así que "¡Pero el aborto!" es el mantra del conservador que defiende, no el no nacido, sino el mal del Partido Republicano, mientras que no hace nada sobre el aborto. El Partido Republicano, que es 100% responsable de establecer y afianzar nuestro régimen de aborto con Roe y Casey colgando al no nacido frente a nosotros durante años y acusando a los Demócratas. Pero nunca actuaron, excepto para enseñarnos a defender la guerra injusta, la tortura, el racismo y los otros horrores mencionados anteriormente. Consiguieron nuestras almas y no nos dieron nada a cambio.

Y yo ayudé. Participé en esto durante los años de Obama, fingiendo que el espectáculo de los fenómenos del Tea Party y sus extraños racistas, aunque un tanto preocupante, no era nada comparado con Obama, - porque el aborto. Ignorando el hecho de que las políticas reales de Obama eran, de hecho, la reducción de nuestra tasa de aborto, me tragué el anzuelo, con hilo y todo de que "Los demócratas son todos asesinos de bebés", e hice la vista gorda ante el 1/3 de Demócratas que son cristianos cuya ética es consistente con su vida. Mis argumentos de equivalencia moral de ambos lados se negaron a verlo justo cuando se negaron a ver la oleada de racismo en el Partido Republicano. Seguro que hubo un diluvio de memes sobre el hueso en la nariz de Obama y cosas sobre Michelle-la mona. Pero ese fue el trabajo de "locos solitarios". Sólo la gente morena, especialmente los musulmanes, preparaban conspiraciones. Los blancos malos no nos dijeron nada sobre las crecientes redes de terror doméstico blanco. Todos actuaron solos. Sólo los zurdos eran terroristas.

Durante ese tiempo, la gran amenaza era el Gran Gobierno. Obama iba a hacer crecer el Gran Gobierno con su malvado plan para darnos atención médica. Seguro que los obispos estadounidenses habían estado pidiéndola durante un siglo. ¡Pero Gran Gobierno! ¡Liberales! ¡Aborto! ¡La verdadera razón de todo esto era para que los liberales pudieran matarnos con los paneles de la muerte y propagar el aborto! Porque eran el Partido de la Muerte. ¡Creímos en la vida! ¡Yo era pro-vida! ¡Apoyar cosas liberales era apoyar la muerte! Así que fui junto con la trampa conservadora contra el Obamacare y hablé como si esta fuera la clara posición católica. De alguna manera, la oposición al aborto requería dejar morir a los enfermos. Y mientras hubiera un solo aborto en cualquier parte de los Estados Unidos, todo el resto del progreso moral debía ser tomado como rehén de él. Y yo acepté. Yo apoyé. Fui cómplice.

Diez años después, ahora lo veo con tristeza que este fue uno de los muchos ejemplos de cómo este culto político proyecta sobre sus víctimas y enemigos sus propios males. Las personas que hablaron de los Paneles de la Muerte son las mismas personas que ahora dicen que la abuela se contagie nomás el COVID, y si los débiles mueren, es mejor que lo hagan y ayuden a disminuir la población excedentaria. Ayudé a que eso sucediera y lo apoyé, porque era importante proteger al Partido de la Vida para el día en que mágicamente desapareciera el aborto. Una vez más, me puse del lado de la gente que decía: "Hagamos el mal para que el bien salga de él". Lo hice por mi grandísima culpa.

Además, otra cosa en la que tuve mucha participación fue simplemente el hábito de la máquina de ruido del ala derecha de agigantar lo minúsculo. Fui, durante años, parte de la interminable dieta de pánicos du jour de los medios conservadores y del hiperenfoco en la basura tonta y simbólica sólo para mantener a los conservadores nadando en un océano de desprecio trivial por sus enemigos cada vez más deshumanizados. Perdí el tiempo en ponerme nervioso por cualquier mierda que Limbaugh o FOX decía que debíamos burlarnos o preocuparnos a diario. Baloncesto de medianoche. Feminazis. Noticias sobre las personas sin techo. Algún alboroto en algún campus u otro lugar. Una actriz diciendo algo tonto. El gaffe de los 57 estados de Obama. Trajes de bronceado. Saludos de latte. Los correos electrónicos de Hillary. Pantalones de mamá. Golpes de puño terroristas. Los brazos desnudos de Michelle. Ese tipo en pijama hablando de atención médica. Mil otras trivialidades durante 20 años que llenaron las mentes de los conservadores con tonterías agraviadas sobre nada. Lo reenvié. Me reí con ello. Acepté la narrativa del Anillo Interior Conservador que, digan lo que quieran, las liberales eran maniquíes despreciables, no seres humanos y ciertamente no personas de las que podría aprender una o dos cosas.

En la misma línea, no me di cuenta del amor de la derecha por el culto a las armas durante años. Seguí sin pensarlo después de cada matanza con armas de fuego, repitiendo el mantra de que era "demasiado pronto" para hablar de violencia con armas de fuego. Incluso lo hice después de Sandy Hook, Dios me perdone. Creí la mentira de que aquellos que hablaron en contra del culto a las armas estaban "explotando la tragedia" para lo que sea que los liberales explotaran la violencia armada. Fue necesario el horror de Sandy Hook para finalmente darme cuenta de lo que había estado defendiendo. Demasiado tarde me di cuenta de que los "libs" simplemente actuaban como normales y trataban de detener la siguiente matanza. Demasiado tarde me di cuenta de que la respuesta uniforme del culto a las armas a cada matanza no era el de espíritu público: "Querido Dios del cielo, ¿qué podemos hacer para evitar que esto vuelva a suceder?" pero el grito narcisista "¡No me culpes! ¡No toques mi arma! Es demasiado pronto para hablar de esto. ¡MOAR GUNS! [deformación irónica de "more guns", más armas]" Miro mi complacencia durante años en medio de este culto narcisista sociopático y no siento nada más que vergüenza por haber estado de acuerdo con él. 

Lo mismo con mi cobarde capitulación a los conservadores en guerra con toda la comunidad científica, y luego con el Santo Padre, sobre el cambio climático. Durante años, me quedé a punto de desafiarlos por timidez al oponerme al Partido de la Vida y a los Verdaderos Católicos[TM]. Sólo cuando el Papa Francisco habló sobre el tema, finalmente tome fuerzas para hablar. Pero para entonces, el cáncer de la negación de la ciencia y la ignorancia estaba bien establecida, un cáncer que ahora se ha combinado con la narrativa católica conservadora de la persecución imaginaria para convertir a los cristianos MAGA en motores egoístas de la peste por todo Estados Unidos a medida que propagan mentiras y pandemias con sus teorías conspirativas, tonterías, protestas estúpidas violentas y la muerte general del cuerpo, la mente y el espíritu que es el legado del culto MAGA. Ayudé a poner las bases para ello, al ir junto con la basura del Partido Conservador. El Papa Francisco pudo ver el problema. ¿Por qué yo no podría? Porque yo era un cobarde que, como Scrooge, podría haberlo sabido, pero optó por no hacerlo.

Esta pieza es bastante larga porque estaba tratando de ser meticuloso. Espero haberlo mencionado, pero creo que debería añadir un punto más antes de firmar. Es simplemente esto: no los amo, a la gente de MAGA, quiero decir. Eso también es un fracaso y un pecado. Algunos días, simplemente tengo que ir a dar un paseo y desahogar ante Dios acerca de cuánto desprecio siento por ellos. Supongo que ya lo sabe, así que podría ser honesto en lugar de fingir. He ido a confesarme acerca de esto más veces de las que puedo contar. Yo mismo debo perdonarme porque se trata de voluntad no de emociones.

¿Pero el amor? No lo tengo y eso es, en última instancia, mi culpa también. Si fuera un santo, los amaría porque esa es la verdadera medida. Seguro que hay muchas razones para despreciar a esta gente. Pero al final, nada de eso importa realmente. Debería ser como Cristo, pero no lo soy, por mi propia grandísima culpa Y eso también tiene repercusiones porque mi odio autoriza a otras personas a odiarlos también, lo cual no es realmente lo que quiero que sea mi vida. Quiero que se trate del Evangelio y del gozo del discipulado a Cristo. Que me perdone y me ayude a lograrlo algún día, porque nunca lo lograré si no lo hace.

Y espero que todas las víctimas de mis pecados, al menos, no les hagan daño y, en la Providencia de Dios, superen a través de la contemplación de mis fracasos. Mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa. Por estos y todos los pecados de mi vida lo siento de verdad. Dios me conceda una verdadera contrición y un firme propósito de enmienda y me ayude a hacer reparaciones por lo que he hecho.

 

Comentarios
por Héctor Sánchez (i) (136.228.209.---) - viernes , 22-ene-2021, 11:14:48

Gracias por compartir este artículo. Me hizo recordar un libro de entrevista con Monseñor Helder Cámara, "Las coversiones de un Obispo"

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