Hace un par de semanas, un web católico muy conocido lanzó una recogida de firmas en apoyo de Francisco. A mí todo eso de firmar "a favor" o "en contra de" me resulta muy difícil de asimilar.
Obviamente hay causas y causas: si la causa por la que se está luchando es material, no tengo ningún problema en firmar: "Firma para que el gobierno no siga exprimiendo a los autónomos", venga, firmo, no pasa nada; "firma para que se añadan más horas nocturnas al metro de Valencia", venga, firmo...
Pero ya cosas como "Firma para que el gobierno retire el proyecto de extensión de la ley del aborto"... no, señores, discúlpenme, no firmo; "firma para que el gobierno de Canarias pida disculpas por la ofensa a la Virgen María en los carnavales drag", no señores, no firmo; "firma en defensa de Papa Francisco frente a los cardenales que lo agreden", no señores, no firmo...
Desde luego que me importan mucho más la Virgen, la defensa de la vida y el Papa Francisco que la cuota de los autónomos y el horario del metro... no "mucho más" sino infinitamente más, inconmensurablemente más.
Pero es por ello que no firmo. "Dejadme que sea entregado a las fieras puesto que por ellas puedo llegar a Dios. Soy el trigo de Dios, y soy molido por las dentelladas de las fieras, para que pueda ser hallado pan puro", clamaba san Ignacio de Antioquía antes los cristianos "piadosos" que querían evitarle el sufrimiento del martirio.
¡No hay cruz sin cruz! es una verdad no sólo de Perogrullo, sino del centro de nuestra fe... ¿imaginamos a los apóstoles protegiendo a Jesús para que no lo maten? no lo necesitamos imaginar, tenemos la emblemática escena de Getsemaní, y a Pedro sacando la espada que herirá a Malco.
Si Jesús hubiera aceptado esa defensa, se convertía inmediatamente en sus agresores.
Si aceptamos defender la vida con la lógica de la cantidad de firmas, sometemos la verdadera cuestión a una cuestión numérica, de cantidad de firmas; si aceptamos defender a la Virgen por la cantidad de firmas, aceptamos a lógica de si somos muchos o pocos, como si la ofensa cambiara con eso; si aceptamos defender a Francisco con la lógica de sus agresores, nos convertimos en sus agresores.
A veces web católico-melíferas hablan de la "sonrisa de Papa Francisco", para hablar de una mezcla de cara de tonto con personaje ingenuo apto para gente aniñada. "La sonrisa de Papa Francisco" es muy real, pero no sé si se dan cuenta que se ha intensificado estos días, precisamente cuando el hombre está pasándola -desde el punto de vista humano- peor: el infierno (eclesiástico) ha abierto sus fauces para pillarlo en la fe misma. Él (y los católicos que aun permanecen un poco a su lado, aunque siempre con la sábana que podría desprenderse) siguen fieles al evangelio, haciendo no más (¡ni un milímetro menos!) de lo que pide el Evangelio: apertura, acogida, desclericalización, dessectarización de la fe, quitar barreras humanas ilegítimas entre Dios y el hombre, suspender el juicio sobre los otros, primado de la caridad por sobre la doctrina, y todas las formas que le quieran dar a lo mismo: Dios nos ama por encima de lo que nos reclama, como hace un padre; como hace el Padre incluso si no lo hacen los padres (Salmo 27,10).
¿Cómo sé que el infierno está del lado de sus detractores (a pesar de que citan y citan y citan presuntamente la Tradición) y Dios está fortaleciendo a su testigo? Pues por lo mismo que los cristianos lo hemos sabido siempre: por la violencia y la ferocidad de los agresores, que no se detienen ante nada, mientras que Papa Francisco no ha hecho ni un solo gesto para defenderse, a lo sumo una ironía al fin del pedido de oración de diciembre "Recen por mí... para bien".
"Nadie confíe en sí mismo al hablar; nadie confíe en sus propias fuerzas al sufrir la prueba, ya que, si hablamos con rectitud y prudencia, nuestra sabiduría proviene de Dios y, si sufrimos los males con fortaleza, nuestra paciencia es también don suyo.", dice san Agustín en el sermón sobre san Vicente leído hoy en Oficio de Lecturas... y eso es exactamente lo que podemos ver ante nuestros ojos en Papa Francisco: a un señor de 87 años, con escasísimas fuerzas físicas, sonriendo y tragando un ejército muy bien orquestado de agresiones, desde juzgar su persona y su obra según si es "de izquierda", "peronista", o no sé cuántas estupideces más, hasta que cardenales, escogidos para aconsejar y asistir al Papa, hablen primero con la prensa que con él mismo llamándolo "hereje" o llamando a los fieles y aun a las conferencias episcopales a la desobediencia.
Hay catolicos que ya creen que tienen el derecho de decidir si les gusta obedecer a este Papa o esperar al próximo... da la impresión de que se hubiera abierto una veda: opiniones personales que todos emitíamos en la intimidad de amigos sobre si "te gusta" o no "te gusta" tal Papa (y que es algo completamente legítimo), se han convertido en denostar y recusar abiertamente a un Papa no solo legítimo, sino perfectamente en funciones...
El otro día en un foro donde estaba debatiendo sobre el tema me dijeron que yo era un "francisquista 100%, y que siguiera leyendo las catequesis de los miércoles (porque había puesto ese ejemplo de catequesis popular del Papa)", otro católico, ante mi insistencia en que no denostara de oídas, que al menos leyera los textos cotidianos del Papa un tiempo, y se formara una opinión realmente propia, me dijo simplemente que "no tenía tiempo para perder". Por supuesto, si me mandan a leer a Belén Esteban diré que no tengo tiempo para perder, pero es que Belén Esteban queda fuera de mi mundo, pero si me encargo de críticar activamente a esa señora, sería un acto de sana humanidad que al menos la tratase de escuchar o leer.
De todos modos, más allá de las defensas que cabe hacer, y de agradecer por un Magisterio claro, transparente, perfectamente ortodoxo y mil por cien evangélico, lo más que podemos hacer hoy los católicos por Papa Francisco es rezar mucho por él, que el Señor lo siga fortaleciendo como lo hace en esta tremenda prueba, y con la certeza de que ni un solo sufrimiento injusto se pierde en el mar del sufrimiento humano. Es la garantía sellada en la cruz.