En realidad la razón surge de la explicación misma de lo que es la "confirmación de culto": si la Iglesia confirmara el culto de los primeros santos, los más universales y populares, precisamente los mártires, los obispos fundadores, etc. los convertiría en beatos, y ya no podría incluirlos en su calendario universal. Es la propia índole del proceso canónico el que imposibilita la confirmación de culto de los santos más populares, pero de los que normalmente no hay suficiente documentación histórica como para realizar un proceso canónico completo.
Un ejemplo práctico: si la Iglesia confirmara el culto de santa Mónica, aunque siguiera siendo llamada santa, sería en realidad beata, y ya no podría figurar en el calendario litúrgico universal; y como todo lo que sabemos sobre ella es lo poco que proviene de las "Confesiones" de san Agustín, no es suficiente para un proceso de canonización.
De hecho la Iglesia sólo confirma el culto cuando una diócesis o congregación, por algún motivo en especial, lo pide; la sede romana no toma la inciativa prácticamente nunca. Por eso, si se recorre el santoral se verá que los santos de culto confirmado son casi todos entre los siglos X y XVI, y casi todos vinculados a las grandes órdenes religiosas, o a diócesis de gran importancia.
Puede considerarse una cierta confirmación de culto el hecho de que la Iglesia inscriba un santo en su Martirologio, haya o no un proceso canónico de aprobación.