Las rúbricas acerca de cómo dar la comunión a los fieles suelen referirse en términos muy generales al debido respeto y decoro.
Es en realidad muy difícil referirse a este tema con términos que no sean generales, ya que cualquier precisión que se haga puede devenir con facilidad en un mero legalismo formalista. Lo que es respetuoso y decoroso está muy ligado a las sensibilidades de las distintas comunidades y culturas.
Yendo a este gesto en concreto, no conozco que haya sobre esto ninguna prohibición explícita, pero además, por mucho que lo piense, no veo dónde está lo irrespetuoso o indecoroso de signar con la cruz a los niños que se acercan al altar acompañando a sus padres.
Hermano, en una clase de liturgia, nuestro sacerdote nos dijo que no era necesario signarlos después de comulgar, ya que acabamos de recibir el cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo, y contamos con su presencia en nuestro interior.
Saludos desde Honduras
Con respecto a la respuesta de Santiago Fernández, creo que no ha captado que en la pregunta se plantea si el sacerdote puede signar "a los niños que acompañan al comulgante", no al comulgante mismo. Además, signar con la cruz (tanto a los comulgantes como a sus acompañantes) no es ni necesario ni innecesario. Es un gesto que el sacerdote realiza o no según su voluntad, de la misma forma que puede sonreír o dar una palmadita en la cabeza a los niños, etc.
No podemos juzgar cada gesto que haga el sacerdote, pretendiendo encajarlos en la legalidad de la liturgia. Signar a un niño en la frente no es ni correcto ni incorrecto, como tampoco lo es saludar a una persona o agacharse para dar al comunión a una persona bajita, por poner dos ejemplos. Si pretendemos encajar en la liturgia cada gesto y cada palabra, estaremos haciendo rígida la liturgia, como si todo tuviera que estar regulado. Por ello no podemos perder de vista que el factor humano, los gestos, las actitudes y las palabras del sacerdote, fuera de lo estrictamente formulado en los libros litúrgicos, no deben ser objeto de juicio litúrgico. A no ser, claro está, que esos gestos, actitudes y palabras se salgan de la norma de la buena conducta, el decoro y el respeto.