Comencemos por la palabra misma: "embolismo" es la evolución tardolatina del griego "embólimos", que significa "intercalar" (adjetivo, no verbo), algo puesto en medio.
En teoría litúrgica se refiere a toda breve oración intercalada entre dos textos más importantes, o más simplemente a las breves oraciones de transición. Según esto, en el largo formulario de la misa hay más de un embolismo, e incluso en algunos ritos antiguos había colecciones de embolismos para variar en distintas partes de la misa.
Por ejemplo, la breve oración que se intercala entre el Sanctus y el inicio de la consagración en la plegaria eucarística II: "Santo eres en verdad. Señor, fuente de toda santidad..." (comienza la epíclesis), es un embolismo. También la que, un poco más desarrollada, se intercala en la plegaria III ("Santo eres, en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas...").
Ahora bien, este es el concepto de "embolismo"; en la práctica, cuando decimos sin más "embolismo", sin aclarar a cuál nos referimos, estamos aludiendo al clásico embolismo del final del Padrenuestro: "Líbranos, Señor, de todos los males...", que aparece en la liturgia latina ya en el siglo V (aunque con distintas fórmula, claro)
En la liturgia romana anterior hacía la transición entre el Padrenuestro y el rito de la paz (que no era con participación del pueblo como ahora), y era un embolismo bastante más largo, del que hay muchas variantes anteriores al establecimiento del rito tridentino.
En la actualidad, que se ha restaurado el uso de la antiquísima fórmula de glorificación o doxología "tuyo es el reino...", se ha acortado el embolismo, pero sigue existiendo.
El hecho de que no se diga "amén" en el Padrenuestro del rito actual de la misa no se debe a la presencia del embolismo (puede verse que en el rito anterior se decía "amén" y también estaba el embolismo), sino a que al adquirir de nuevo la "doxología", por lógica el "amén" debe reservarse para el final de esta.
En realidad, no se dice “Amén” porque el Padrenuestro aún no ha terminado. Sin embargo, no es la asamblea reunida quien la continúa, sino el sacerdote solo. Y lo hace con lo que llamamos “embolismo”, lo cual es una fórmula que sirve para explicar y desarrollar una oración precedente.
Así, el sacerdote explica, recoge y desarrolla la última petición del Padrenuestro (la de "líbranos del mal"), y la desarrolla y extiende a un deseo de paz diciendo: “líbranos Señor de todos los males y concédenos la paz en nuestros días para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación mientras aguardamos la gloriosa venida de nuestro salvador, Jesucristo”. Entonces el pueblo responde con la antiquísima aclamación, con origen en los primeros siglos de la Iglesia: “Tuyo es el Reino, tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor”.
Después, el sacerdote continúa con el rito de la paz que ya anticipó en el "embolismo" diciendo: "La paz os dejo, mi paz os doy, no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos". Y el pueblo responde: "Amén". Pues bien, con este "Amén" concluye el Padrenuestro, es decir, este es el "Amén" final del Padrenuestro, y por eso, en la celebración eucarística, no hay que decirlo justo después de la oración, sino esperar al final del embolismo. De modo que este "Amén" concluye la fórmula "Padrenuestro + desarrollo de la última petición (líbranos del mal) + deseo de paz". Y nosotros asentimos con nuestro "Amén" a todo este marco o conjunto completo.
Así, la oración del Padrenuestro es la única de la Iglesia que no es un añadido a la liturgia de la Eucaristía, sino que está integrada en ella como parte fundamental, siendo la única oración de la Iglesia de por sí integrada en la liturgia de la Misa.
Por favor, quería preguntar cuantas veces se debe sonar la campanilla durante la consagración?