La pregunta es un poco excesivamente amplia, ya que la Biblia es una historia de salvación, por tanto toda ella habla de rebelión, redención y restauración, que son los temas lógicos en una historia así.
No obstante, es interesante tener presente cómo la Biblia presenta estos temas, y tenerlo presente de dos maneras:
-Cómo fueron presentándose estos temas a la conciencia de Israel.
-Cómo quedaron reunidos en la narración, cómo quedaron presentados efectivamente al lector.
La distinción que hago no es ociosa, porque lo primero que uno lee cuando abre la Biblia es la historia de la creación, pero ¿fue eso lo primero que Israel supo de su Dios, que es Creador? La verdad es que no, no es eso lo primero que Israel descubrió sobre Dios, y viene bien tenerlo en cuenta, porque también en nuestra vida lo primero que descubrimos de Dios no es su potencia universal, su carácter de fundamento último de toda la realidad (y por lo tanto de creador), sino que lo primero que se descubre de él es su "estar al lado del hombre", su compañía, su auxilio en las situaciones angustiosas pero cotidianas de la vida.
Esto es también lo primero que descubrió Israel. En las historias patriarcales del Génesis (caps. 12 al 38), muy elevadas religiosamente pero que también nos dejan en la boca el sabor de un costumbrismo oriental muy folclórico (y bien contado), hay entre otros un título muy antiguo de Dios: "El Padrino de Isaac" (Gn 31,42.53), lo usa Jacob para referirse al Dios que lo protege a él y su clan, y no lo deja tirado, por ejemplo frente a la avaricia de su suegro Labán.
La primer redención concreta que experimenta el hombre, y que experimentó Israel, es este rescate de los peligros concretos que acechan al hombre en un entorno muchas veces hostil: es el grito espontaneo dirigido a Dios cuando ya no tenemos a qué otro padrino recurrir. La Biblia habla mucho de esa salvación concreta, sobre todo en los salmos en los que el hombre lamenta su situación y eleva a Dios su angustiosa plegaria. Aquí una lista de los distintos salmos de lamentación personal o comunitaria con los que podemos dirigirnos a Dios en situaciones de angustia, enfermedad, acoso de enemigos, difamaciones, etc: 3, 4, 5, 7, 10, 13, 17, 22, 25, 26, 28, 31, 35, 39, 42-43, 54, 55, 56, 57, 59, 61, 64, 69, 70, 71, 77, 86, 120, 140, 141, 142, 12, 44, 58, 60, 74, 80, 83, 85, 94, 123, 126.
Para este sentimiento de reverencia hacia el "Padrino" del hombre no es necesario meditar en la grandeza de ese Dios, basta que sea grande para mí (nosotros) y se ocupe de mi causa. Por eso Israel no se planteó al principio si había uno o muchos dioses, y si el mundo dependía de su Dios o de otro poder.
Pero más adelante Israel se enteró, no lo descubrió sino que se enteró, por mediación mosaica, de que ese Dios quería algo especial con ese pueblo, establecer un pacto de una nueva clase, no ya como padrino y valedor, sino como conductor de un proyecto del que sin embargo solo poco a poco Israel va a ir llegando a comprender: comienza así la historia de salvación mosaica, con el Éxodo (tanto el libro como el hecho histórico).
Allí sí veremos historias de rebelión y perdón, porque este Dios ahora exige una respuesta nueva de los hombres, no le basta con que el hombre acuda a él en la angustia, sino que exige un servicio, una consagración a él. Por tanto los actos de ruptura de esa consagración al pacto divino son actos de verdadera rebelión religiosa.
Los libros de Éxodo y Números son un muestrario de tales rebeliones y rescates (becerro de oro, Ex 32; aguas de Meribá, Nm 20, son los dos mejores ejemplos, pero hay mucho más), lo mismo (aunque estructurado de otra manera) el libro del Deuteronomio. En ellos se nos pretende inculcar la seriedad del pacto con Dios: cuando Dios llama al hombre a su servicio, le exigirá mucho más que lo que da de sí el hombre "natural". Es un gran honor pertenecer a la familia de Dios, pero también es una tarea que puede sobrepasarnos, si el propio Dios no estuviera allí perdonando y dando nuevos ánimos.
Tampoco en este estadio se plantea Israel la creación del universo, está demasiado ocupado con la creación de la comunidad.
La historia narrada en los libros de los Reinos (1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes) es la de rebeliones y perdones, pero es también la historia de un desgaste en la relación entre Dios y su pueblo. El aspecto de desgaste lo empezamos a leer en los profetas: Amos, Oseas, Miqueas, primera parte de Isaías (hasta cap 39) nos muestra las exigencias de la Alianza, siempre inclumplidas, exigencias que no es cumplir leyes, sino que hacen al corazón: la fidelidad al misterio de Dios, la fidelidad al cuidado del prójimo, a la justicia concreta, etc. Lo resume Miqueas 6,8 con un versículo -a mi juicio- de los más memorables, que deberíamos llevar escrito en la frente:
"Se te ha declarado, hombre, lo que es bueno, lo que Yahveh de ti reclama: tan sólo practicar la justicia, amar la misericordia, y caminar humildemente con tu Dios."
La historia de ese primer pacto llega un punto de ruptura: no solo Dios se aleja del reino de Israel, y el reino cae (año 721, caída de Samaría), sino que declara que está dispuesto también a abandonar a su suerte a Jerusalén, "el monte que Dios escogió para habitar". Los profetas dan el ultimátum: Jeremías y Ezequiel son contemporáneos y portavoces de Dios en los dramáticos momentos que precedieron a la caída de Jerusalén y la ruina de su primer templo (año 585).
Pero ese mismo Dios airado con su pueblo ofrece misteriosamente una nueva alianza, algo que ocurrirá no sabemos aun cómo, pero que pondrá la ley en los corazones de los hombres (Jr 31,15). Todo este vocabulario de la "nueva alianza" fue ampliamente recuperado por el propio Jesús y la Iglesia inicial, pero en principio se refería a la alianza con la Jerusalén destruida del siglo VIaC.
Jerusalén es destruida y sus habitantes principales (sacerdotes, funcionarios, comerciantes) fueron exiliados a Babilonia.
Allí conocieron el esplendor del culto babilónico, y sobre todo el festival anual de la creación del mundo y el triunfo del dios Marduk en la asamblea de los dioses. Es allí cuando toman conciencia del Dios creador del universo: no fueron esos dioses los que crearon el mundo, sino el Dios de Israel, que habla y actúa, aunque ahora permanezca en silencio.
Un poeta-profeta genial, anónimo, al que llamamos Segundo Isaías (II-Is) descubre el vínculo entre creación y salvación: Dios puede salvar porque puede crear, aun desde un pueblo reducido a cenizas puede él recrear su alianza. Este Dios creador es también el Dios dispuesto a un nuevo éxodo, a llamar de nuevo a su pueblo desde la nada en la que está en Babilonia a "abrir una calzada en la estepa" y volver a recrearlo. Los textos de este poeta-profeta los encontramos en el libro de Isaías caps. 40 a 55, y son fundamentales para comprender el vínculo entre la potencia creadora de Dios y su poder liberador.
Es en esos textos en los que va emergiendo la pregunta sobre el sufrimiento inocente: ¿es verdad que el sufrimiento del pueblo de Israel se debe exclusivamente a su infidelidad y rebeldía? ¿no hay más, no hay un plus en ese sufrimiento? II-Is ve proféticamente que el sufrimiento del pueblo forma parte de la potencia recreadora de Dios, si Dios permite ese sufrimiento es porque a través de él rescatará a su pueblo, y aun más: rescatará a todos los hombres. Obviamente los textos donde II-Is poetiza el sufrimiento incocente son centrales para la reflexión sobre la pasión del Inocente por excelencia, Cristo. En particular los llamados "Cuatro cánticos del Siervo Sufriente", que nosotros leemos muchas veces en la liturgia, pero señaladamente en la semana santa. Aquí una lectura de cada uno de ellos.
Cuando los textos bíblicos son recopilados no ya solo como textos sagrados y venerables, sino con la idea de una gran composición sacra, entre los siglos V y IVaC (que por supuesto retoman textos mucho más antiguos), todos estos textos se organizan de una manera distinta a como fueron apareciendo históricamente: abrirá el conjunto el gran poema de la creación (Gn 1), que muestra a ese Dios a la vez trascendente y misteriosamente unido al hombre, del cual proclama que es hecho a imagen de Él mismo. La creación es ya una forma de alianza. Le seguirán textos donde se muestran rebeliones ejemplares (la pareja, la fraternidad, las familias, la ciudad, la soberbia humana no tiene límites, Gn 6,1ss). El Dios creador puede ser también un Dios descreador y destructor (diluvio), pero Israel aprendió de su historia que la voluntad creadora de Dios no tiene vuelta atrás, y siempre se guardó algún resto, alguna semilla, un Noé, un Abraham.
A partir del cap 12 recapitulará la historia de salvación como si solo se refiriera al pueblo de Israel, pero los primeros capítulos ya dejaron claro que el Dios de Israel tiene un proyecto de salvación para todos los hombres, aunque para que eso vuelva a decirse con claridad, habrá que esperar al Nuevo Testamento.
Bueno, como puede verse, estos temas son el entramado y el desarrollo mismo de la Biblia, no es posible separar una u otra parte que hable de ello, porque ese es su tema central. Espero que esta pequeña introducción ponga sobre la vía de esa centralidad.