Como el salmo 7, también éste se puede escuchar recitado por Cristo en su injusto proceso, y así nos revela algo de la intimidad humana de Cristo. Y el cristiano perseguido como tal puede unirse a Cristo recitando este salmo de confianza. Los comentaristas antiguos dicen: voz de Jesucristo en la pasión, de la Iglesia en la persecución. Y el verso final lo aplican a la resurrección. [L.Alonso Schökel]
Salmo de súplica individual, estructurado en torno a tres demandas: justicia divina con juramento de inocencia (Sal 17,1-5); liberación de los enemigos (Sal 17,6-12); castigo del enemigo con expresión de confianza (Sal 17,13-15).
El salmo constituye una ardiente petición a Dios de ayuda y de justicia, acompañada de una enérgica confesión de inocencia o "confesión negativa", como las que se encuentran en los salmos 7 y 26.
El salmista, que comienza implorando la justicia divina, posee desde el inicio la certeza de que el Señor atenderá su causa y pronunciará u n veredicto favorable, y ello por varias razones. En primer lugar porque es inocente y el Señor lo sabe (Sal 17,1-5). No miente al proclamarlo: h a superado con éxito el examen y la investigación a la que el mismo Dios lo h a sometido (véase Sal 7,10; 26,2; 139). Los ojos del Señor, siempre vigilantes (véase Sal 11,4-5), pueden dar testimonio de su conducta intachable. El salmista sabe y proclama que lo que le está pasando - sea lo que sea- no es consecuencia de sus propios pecados o de su mal comportamiento: en esto se parece a Job (véase Job 23,10- 12; 27,2-6; 31).
Además está seguro de que el Señor lo atenderá porque -como lo confiesa al principio de la segunda parte (Sal 17,6-7)- conoce bien a Dios y está convencido de que él lo escucha y salva a los que se refugian en él. Esta certeza mueve la conmovedora petición que sigue: guárdame como a la niña de tus ojos, escóndeme a la sombra de tus alas (expresión, esta última, que puede referirse al templo; véase Sal 36,8; 57,2; 61,5; 63,8; 91,4). Tras la petición aparece por fin el motivo de la plegaria: hay unos enemigos que acusan, persiguen, atacan al salmista inocente. La descripción de estos malvados es tópica: oprimen, asedian, son arrogantes y soberbios en sus obras y en sus palabras, no tienen entrañas... Se utiliza la imagen conocida de la fiera al acecho, que ya había aparecido de forma bastante similar en Sal 10,7- 10 (véase Sal 22,14; 35,17; 57,5). Para esos enemigos se pide el castigo inmediato y fulminante que ellos sí h a n merecido por sus maldades. Levántate, dice el salmista a Dios, como para u n juicio o como u n guerrero poderoso que defiende a sus fieles (véase Sal 3,8; 7,7.12-14; 9,20; 10,12).
Sal 17,14b es dudoso y de difícil interpretación. La frase conclusiva del salmo es como un resumen y una reafirmación de las certezas del autor: como hombre justo que es, recibirá su recompensa. Esta consiste en contemplar el rostro de Dios, en saciarse de su presencia (véase Sal 11,7). Todo ello suceder á al despertar. Quizá podríamos escenificar el salmo: u n inocente perseguido h a acudido al templo (a la sombra de tus alas) por la noche (Sal 17,3) para solicitar el veredicto de Dios sobre su caso: es conocida la costumbre antigua de pasar la noche en el templo para recibir u n a revelación divina o alguna gracia especial (véase 1 Re 3,3-15). La noche, el sueño, es también tiempo de examen y de investigación por parte del juez (véase Sal 3,6; 4,5; 16,7). Al amanecer, hora y momento de salvación (véase Sal 30,6; 46,6; 90,14; 101,8; 143,8), se produce el desenlace: el juez pronunciará u n a sentencia de cuyo contenido está seguro de antemano el salmista. A partir de ese momento gozará indefinida y plenamente de la compañía de Dios. [Casa de la Biblia: Comentarios al AT]
Este salmo es muy similar en algunos aspectos al anterior; en ambos se declara que la máxima felicidad consiste en vivir en comunidad espiritual con Dios. Pensamientos también similares los encontramos en los salmos 7 y 11. Sin embargo, en el salmo 17 encontramos más nerviosismo y ansiedad ante la inminencia de peligro. Es la plegaria confiada de un justo que no tiene conciencia de haber ofendido a su Dios, y que, sin embargo, es acosado por la calumnia u hostilidad de gentes impías. Consciente de su inocencia, pide protección a Dios para que le libre de sus injustos agresores. Confiado en la justicia divina, espera y pide el castigo para sus enemigos, mientras que él espera contemplar la faz de Dios, saciándose con los placeres íntimos espirituales que se derivan de su amistad bienhechora.
El título del salmo lo atribuye a David, y, en ese supuesto, los autores antiguos creían que su composición tuvo lugar en los tiempos en que andaba huyendo de Saúl y sus seguidores, que le tendían emboscadas para quitarle la vida. Los peligros de muerte eran muchos, y la fe cálida de David le hacía expresar dramáticamente sus ansiedades y su confianza en el Dios que le había escogido para rey de Israel 2. Sin embargo, no pocos autores modernos, por razones de estilo, creen que el salmo es de la época persa 3. Literariamente es una plegaria, en la que no faltan símiles originales y vigorosos para expresar la ferocidad de sus enemigos y su confianza en Dios, que le ha de «guardar como la pupila de sus ojos» o como una avecilla tímida «a la sombra de sus alas». Rítmicamente es poco regular; sin embargo, se pueden distinguir seis estrofas de tres dísticos, excepto la última, que tiene dos dísticos y un trístico. [M. García Cordero, Biblia comentada de la BAC]