Lamentación del pueblo en una desgracia nacional: quizá el destierro que se prolonga.
1 ¿Por qué, oh Dios, nos tienes siempre abandonados,
y está ardiendo tu cólera contra las ovejas de tu rebaño?
2 Acuérdate de la comunidad que adquiriste desde antiguo,
de la tribu que rescataste para posesión tuya,
del monte Sión donde pusiste tu morada.
3 Dirige tus pasos a estas ruinas sin remedio;
el enemigo ha arrasado del todo el santurario.
4 Rugían los agresores en medio de tu asamblea,
levantaron sus propios estandartes.
5 En la entrada superior
abatieron a hachazos el entramado;
6 después, con martillos y mazas,
destrozaron todas las esculturas.
7 Prendieron fuego a tu santuario,
derribaron y profanaron la morada de tu nombre.
8 Pensaban: "Acabaremos con ellos",
e incendiaron todos los templos del país.
9 Ya no vemos nuestros signos, ni hay profeta:
nadie entre nosotros sabe hasta cuándo.
10 ¿Hasta cuándo, oh Dios, nos va a afrentar el enemigo?
¿No cesará de despreciar tu nombre el adversario?
11 ¿Por qué retraes tu mano izquierda
y tienes tu derecha escondida en el pecho?
12 Pero tú, Dios mío, eres rey desde siempre,
tú ganaste la victoria en medio de la tierra.
13 Tú hendiste con fuerza el mar,
rompiste la cabeza del dragón marino;
14 tú aplastaste la cabeza del Leviatán,
se la echaste en pasto a las bestias del mar;
15 tú alumbraste manantiales y torrentes,
tú sacaste ríos inagotables.
16 Tuyo es el día, tuya la noche,
tú colocaste la luna y el sol;
17 tú plantaste los linderos del orbe,
tú formaste el verano y el invierno.
18 Tenlo en cuenta, Señor, que el enemigo te ultraja,
que un pueblo insensato desprecia tu nombre;
19 no entregues a los buitres la vida de tu tórtola,
ni olvides sin remedio la vida de los pobres.
20 Piensa en tu alianza: que los rincones del país
están llenos de violencias.
21 Que el humilde no se marche defraudado,
que pobres y afligidos alaben tu nombre.
22 Levántate, oh Dios, defiende tu causa:
recuerda los ultrajes contínuos del insensato;
23 no olvides las voces de tus enemigos,
el tumulto creciente de los rebeldes contra ti.
1-2 Comienza sin introducción en tono agitado de pregunta e imperativo. La suerte del pueblo es la suerte de Dios, porque él lo ha elegido como rebaño, como posesión; lo mismo el monte del templo.
3-7 La viva y rápida descripción parece recordar la destrucción del templo al comienzo del destierro: en medio de la asamblea cúltica, los gritos muestran un furor antirreligioso, que se dirige contra los dioses extranjeros.
9 La desgracia presente se agrava porque falta la comunicación de Dios, que solía hacerse por signos o por oráculo profético.
10-11 Nuevas preguntas introducen la segunda parte,
12-17 que se desarrolla en forma de himno, recordando las hazañas históricas de Dios y sus obras de creación.
13-14 La división del mar Rojo está presentada con la imagen mítica del dragón primordial, que Dios vence y destroza.
15 Otro milagro del desierto, en contraste con el anterior.
16-17 La acción creadora de Dios creando la diversidad y abarcando sus extremos.
18-23 La parte final es una serie alterna de imperativos positivos y negativos manejando todos los argumentos para mover a Dios. Los positivos se refieren más directamente a Dios: «tu nombre, tu alianza, tu causa»; los negativos, más directamente al pueblo escogido y a los enemigos: «tus pobres, el humilde, los rebeldes».