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El Testigo Fiel
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Biblia: Los Salmos


Salmo 18 (17): Acción de gracias después de la victoria
Buscador simple (o avanzado)
El buscador «simple» permite buscar con rapidez una expresión entre los campos predefinidos de la base de datos. Por ejemplo, en la biblioteca será en título, autor e info, en el santoral en el nombre de santo, en el devocionario, en el título y el texto de la oración, etc. En cada caso, para saber en qué campos busca el buscador simple, basta con desplegar el buscador avanzado, y se mostrarán los campos predefinidos. Pero si quiere hacer una búsqueda simple debe cerrar ese panel que se despliega, porque al abrirlo pasa automáticamente al modo avanzado.

Además de elegir en qué campos buscar, hay una diferencia fundamental entre la búsqueda simple y la avanzada, que puede dar resultados completamente distintos: la búsqueda simple busca la expresión literal que se haya puesto en el cuadro, mientras que la búsqueda avanzada descompone la expresión y busca cada una de las palabras (de más de tres letras) que contenga. Por supuesto, esto retorna muchos más resultados que en la primera forma. Por ejemplo, si se busca en la misma base de datos la expresión "Iglesia católica" con el buscador simple, encontrará muchos menos resultados que si se lo busca en el avanzado, porque este último dirá todos los registros donde está la palabra Iglesia, más todos los registros donde está la palabra católica, juntos o separados.

Una forma de limitar los resultados es agregarle un signo + adelante de la palabra, por ejemplo "Iglesia +católica", eso significa que buscará los registros donde estén las dos palabras, aunque pueden estar en cualquier orden.
La búsqueda admite el uso de comillas normales para buscar palabras y expresiones literales.
La búsqueda no distingue mayúsculas y minúsculas, y no es sensible a los acentos (en el ejemplo: católica y Catolica dará los mismos resultados).
en la liturgia: Salmo 17
se utiliza en:
- miércoles de la primera semana: Oficio de lecturas
- jueves de la primera semana: Oficio de lecturas
Sea quien fuere el autor, el yo del poema es David, y el salmo es un himno con acción de gracias y una reflexión. Básicamente el poema se compone de un marco, introducción y conclusión, y un cuerpo, dividido en dos cuadros unidos por una pieza reflexiva. Los dos cuadros del díptico describen o cuentan la liberación de los peligros. El primero es una grandiosa trasposición imaginativa, con rasgos de simbolismo mítico, en un juego de epifanía y teofanía. Los enemigos históricos son epifanía de las fuerzas de la Muerte, la tempestad es epifanía de Dios. El segundo cuadro es menos lineal. Estiliza una narración en situaciones típicas o momentos representativos: persecuciones, batallas, victorias, hasta que el protagonista se establece como rey de su pueblo y soberano de reinos extranjeros. La pieza central es reflexiva: de la experiencia personal el orante se remonta a constantes de la acción y conducta divinas. Otra versión del salmo, con algunas variantes, se lee en 2 Sm 22. [L. Alonso Schökel]
1 [Del maestro de coro. Del siervo de Yahvé, David, que dirigió a Yahvé las palabras de este cántico el día en que Yahvé lo libró de todos sus enemigos y de las manos de Saúl.]

2 Yo te amo, Señor; Tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.
3 Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
4 Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos.

5 Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
6 me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte.

7 En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su templo Él escuchó mi voz,
y mi grito llegó a sus oídos.

8 Entonces tembló y retembló la tierra,
vacilaron los cimientos de los montes,
sacudidos por su cólera;
9 de su nariz se alzaba una humareda,
de su boca un fuego voraz.
y lanzaba carbones ardiendo.

10 Inclinó el cielo y bajó
con nubarrones debajo de sus pies;
11 volaba a caballo de un querubín
cerniéndose sobre las alas del viento,
envuelto en un manto de oscuridad;

12 Como un toldo, lo rodeaban
oscuro aguacero y nubes espesas;
13 al fulgor de su presencia, las nubes
se deshicieron en granizo y centellas;

14 y el Señor tronaba desde el cielo,
el Altísimo hacía oír su voz:
15 disparando sus saetas, los dispersaba,
y sus continuos relámpagos los enloquecían.

16 El fondo del mar apareció,
y se vieron los cimientos del orbe,
cuando tú, Señor, lanzaste un bramido,
con tu nariz resoplando de cólera.

17 Desde el cielo alargó la mano y me agarró,
me sacó de las aguas caudalosas,
18 me libró de un enemigo poderoso,
de adversarios más fuertes que yo.

19 Me acosaban el día funesto,
pero el Señor fue mi apoyo:
20 me sacó a un lugar espacioso,
me libró porque me amaba.

21 El Señor retribuyó mi justicia,
retribuyó la pureza de mis manos,
22 porque seguí los caminos del Señor
y no me rebelé contra mi Dios;
23 porque tuve presentes sus mandamientos
y no me aparté de sus preceptos;

24 le fui enteramente fiel,
guardándome de toda culpa;
25 el Señor retribuyó mi justicia,
la pureza de mis manos en su presencia.

26 Con el fiel, Tú eres fiel;
con el íntegro, Tú eres íntegro;
27 con el sincero, Tú eres sincero;
con el astuto, Tú eres sagaz.
28 Tú salvas al pueblo afligido
y humillas los ojos soberbios.

29 Señor, Tú eres mi lámpara;
Dios mío, Tú alumbras mis tinieblas.
30 Fiado en Ti, me meto en la refriega;
fiado en mi Dios, asalto la muralla.

31 Perfecto es el camino de Dios,
acendrada es la promesa del Señor;
Él es escudo para los que a él se acogen.

32 ¿Quién es dios fuera del Señor?
¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios?
33 Dios me ciñe de valor
y me enseña un camino perfecto;

34 Él me da pies de ciervo,
y me coloca en las alturas;
35 Él adiestra mis manos para la guerra,
y mis brazos para tensar la ballesta.

36 Me dejaste tu escudo protector,
tu diestra me sostuvo,
multiplicaste tus cuidados conmigo.
37 Ensanchaste el camino a mis pasos,
y no flaquearon mis tobillos;

38 yo perseguía al enemigo hasta alcanzarlo,
y no me volvía sin haberlo aniquilado:
39 los derroté, y no pudieron rehacerse,
cayeron bajo mis pies.

40 Me ceñiste de valor para la lucha,
doblegaste a los que me resistían;
41 hiciste volver la espalda a mis enemigos,
rechazaste a mis adversarios.

42 Pedían auxilio, pero nadie los salvaba;
gritaban al Señor, pero no les respondía.
43 Los reduje a polvo, que arrebataba el viento;
los pisoteaba como barro de las calles.

44 Me libraste de las contiendas de mi pueblo,
me hiciste cabeza de naciones,
un pueblo extraño fue mi vasallo.

45 Los extranjeros me adulaban,
me escuchaban y me obedecían.
46 Los extranjeros palidecían
y salían temblando de sus baluartes.

47 Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador:
48 el Dios que me dió el desquite
y me sometió los pueblos;

49 que me libró de mis enemigos,
me levantó sobre los que resistían
y me salvó del hombre cruel.

50 Por eso te daré gracias entre las naciones, Señor,
y tañeré en honor de tu nombre:
51 tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido,
de David y su linaje por siempre.
2-4 Letanía apretada de diez invocaciones referidas a la fortaleza del Señor.
5-6 El peligro extremo, enfáticamente repetido en doble paralelismo. El abismo es la morada de los muertos.
8-16 Teofanía o manifestación de Dios en poder. La tormenta es instrumento de acción de Dios -como el día que cantó Débora, o como la victoria de Josué-; además de instrumento, es manifestación de Dios por vía simbólica. Los elementos antropomórficos están exaltados por la dimensión cósmica de Dios y su distancia celeste.
14 El trueno es la voz de Dios, los relámpagos son sus saetas.
16 La tormenta revela la cólera de Dios frente al agresor injusto.
17-20 La salvación en términos concretos y generales: Dios se acerca, lo acerca el amor.
21-25 El salmista protesta su fidelidad a Dios. Toda su moralidad tiene una referencia directa a Dios, como relación personal: fidelidad, pureza en su presencia.
26-28 Esta relación personal de Dios con el hombre está dicha en cuatro enunciados generales: el antropomorfismo subraya esta relación mutua.
29-31 Volviendo a la experiencia personal, el salmista va a describir ahora su actividad bajo la mano de Dios: predominan los verbos en que Dios es agente, pero también el hombre contribuye a la tarea.
32 Roca es título frecuente que se da a Dios.
44-46 Entre los enemigos, algunos son internos, otros son reyes vecinos a quienes David reduce a vasallos.
47-51 Concluye con invocaciones de himno, subrayando la acción personal de Dios para con David; y añade la acción de gracias, como acto público de reconocimiento.
Los versículos entre [] no se leen en la liturgia

Para el rezo cristiano

David es el ungido o mesias, y como tal, es figura de Cristo. Por este camino puede ser transpuesto el salmo a un sentido cristiano; en la transposición, las descripciones plásticas y vigorosas de violencia material se espiritualizan y adquieren un valor simbólico: Dios siempre es baluarte en nuestra lucha contra el mal.

Comentario exegético

Por tratarse de un salmo excepcionalmente largo, resulta difícil ofrecer una visión detallada de cómo está organizado. A grandes rasgos, podemos distinguir en él cuatro partes: 2-4; 5-28; 29-46, 47-51. La primera es la introducción. El salmista confiesa amar al Señor, pues le escuchó cuando le invocaba. Dios recibe los nombres de «roca», «alcázar», «libertador», «peña», «refugio», «escudo», «fuerza salvadora» y «baluarte». Son términos que sugieren protección, defensa, liberación. La mayoría de ellos están tomados de la vida militar. La segunda parte (5-28) consiste en una larga acción de gracias que muestra cómo el Señor se ha convertido en «roca», «fortaleza», etc., para la persona del rey. El salmo describe una situación de peligro (5-6): «olas mortales», «torrentes destructores», «lazos de muerte», «trampas mortales», la circunstancia a que ha tenido que hacer frente el rey. Todo ello suscitó el clamor dirigido al Señor (7), que responde derrotando a los enemigos del rey (8-28). La tercera parte (29-46) es un himno de alabanza motivado por la intervención del Señor en favor del rey. Es un canto de victoria, pues Dios se ha convertido en lámpara que ilumina la vida y el camino del rey (29), concediéndole la victoria. Con su ayuda, el rey reduce a los enemigos del pueblo de Dios a polvo que se lleva el viento, aplastándolos como se aplasta el barro del camino (43). Es la derrota total de los enemigos. La última parte (47-51) es la conclusión del salmo. Aquí se hace mención de la persona del rey, al que también se llama «ungido» (51), poniendo de relieve que Dios es fiel a David y a sus descendientes que ocupan el trono de Judá.

Los salmos reales tratan de presentar al Señor como aliado del rey, como si la monarquía fuera un elemento esencial de los proyectos de Dios. Al leer este salmo desde esta perspectiva, descubrimos que Dios es el aliado y defensor de su pueblo al conducir al rey a la victoria contra las agresiones de otros pueblos. De hecho, esta era una de las tareas más importantes en la vida de los reyes en tiempos de la monarquía: ir a la guerra para defender al pueblo contra las naciones que amenazaran la soberanía de Israel. Raramente consiguieron alcanzar este objetivo los reyes de Israel y de Judá, convirtiéndose así en los principales responsables de la pérdida de libertad en tiempos del exilio en Babilonia. En contra de esta visión crítica, característica de muchos de los profetas, surgieron los salmos reales, fuertemente teñidos por la ideología defensora de la monarquía. Para estos salmos -pero no sólo para ellos-, el lugar propio de Dios es el templo. Ahí es donde debe quedarse, sin salir para nada. Pero también hay una tradición en el Antiguo Testamento que considera el templo como una especie de lugar de confinamiento divino y como un intento de controlarlo.

Después del exilio en Babilonia, se siguieron rezando estos salmos, alimentando una nueva esperanza en el pueblo: ¿Cuándo surgirá ese mesías victorioso, aliado del Señor?

El Nuevo Testamento afirma que Jesús es el Mesías y que en él quedó sellada para siempre la Alianza entre Dios y la humanidad. Pero Jesús no se presentó como un guerrero victorioso que despedaza a los pueblos y las naciones, reduciéndolos a polvo y aplastándolos como el barro del camino. Todo lo contrario. Al anunciar la proximidad del Reino (véase Mc 1,15), afirmó que su Reino no es de este mundo (Jn 18,36). Esto no quiere decir que el Reino sea algo previsto para los siglos futuros ni que, para entrar en él, tengamos que salir de este mundo y emigrar a otro planeta. Jesús quiere decir simplemente que su Reino no se construye desde los criterios y las relaciones desiguales de este mundo cruel en que vivimos. El Reino es para este mundo, pero sus propuestas son totalmente diferentes de las de los poderosos que dominan y someten a esclavitud.

Dicho de otro modo, Jesús no entiende ni ejerce el poder al estilo de los poderosos de este mundo. Los poderosos, para mantenerse en el poder, matan (esto es lo que Pilato y los líderes político-religiosos de aquella época hicieron con Jesús). Para él, sin embargo, el poder se expresa en el servicio que da la vida. (Bortolini)

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