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Biblia: Los Salmos
Buscador simple (o avanzado)
El buscador «simple» permite buscar con rapidez una expresión entre los campos predefinidos de la base de datos. Por ejemplo, en la biblioteca será en título, autor e info, en el santoral en el nombre de santo, en el devocionario, en el título y el texto de la oración, etc. En cada caso, para saber en qué campos busca el buscador simple, basta con desplegar el buscador avanzado, y se mostrarán los campos predefinidos. Pero si quiere hacer una búsqueda simple debe cerrar ese panel que se despliega, porque al abrirlo pasa automáticamente al modo avanzado.

Además de elegir en qué campos buscar, hay una diferencia fundamental entre la búsqueda simple y la avanzada, que puede dar resultados completamente distintos: la búsqueda simple busca la expresión literal que se haya puesto en el cuadro, mientras que la búsqueda avanzada descompone la expresión y busca cada una de las palabras (de más de tres letras) que contenga. Por supuesto, esto retorna muchos más resultados que en la primera forma. Por ejemplo, si se busca en la misma base de datos la expresión "Iglesia católica" con el buscador simple, encontrará muchos menos resultados que si se lo busca en el avanzado, porque este último dirá todos los registros donde está la palabra Iglesia, más todos los registros donde está la palabra católica, juntos o separados.

Una forma de limitar los resultados es agregarle un signo + adelante de la palabra, por ejemplo "Iglesia +católica", eso significa que buscará los registros donde estén las dos palabras, aunque pueden estar en cualquier orden.
La búsqueda admite el uso de comillas normales para buscar palabras y expresiones literales.
La búsqueda no distingue mayúsculas y minúsculas, y no es sensible a los acentos (en el ejemplo: católica y Catolica dará los mismos resultados).
en la liturgia: Salmo 30
se utiliza en:
- lunes de la segunda semana: Oficio de lecturas
- miércoles: Completas
[1 Del maestro de coro. Salmo. De David.]

2 A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
3 inclina tu oído hacia mí;

ven aprisa a librarme,
4 sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;

por tu nombre dirígeme y guíame:
5 sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.

6 A tus manos encomiendo mi espíritu:
Tú, el Dios leal, me librarás;
7 tú aborreces a los que veneran ídolos inertes,
pero yo confío en el Señor;
8 tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.

Te has fijado en mi aflicción,
velas por mi vida en peligro;
9 no me has entregado en manos del enemigo,
has puesto mis pies en un camino ancho.

10 Piedad, Señor, que estoy en peligro:
se consumen de dolor mis ojos,
mi garganta y mis entrañas.

11 Mi vida se gasta en el dolor;
mis años en los gemidos;
mi vigor decae con las penas,
mis huesos se consumen.

12 Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle y escapan de mí.
13 Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil.

14 Oigo el cuchicheo de la gente,
y todo me da miedo;
se conjuran contra mí
y traman quitarme la vida.

15 Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
16 En tu mano están mis azares:
líbrame de los enemigos que me persiguen;
17 haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.

[18 Señor, que no fracase por haberte invocado;
que fracasen los malvados
y bajen mudos al Abismo;
19 queden mudos los labios mentirosos
que profieren insolencias contra el justo
con soberbia y desprecio.]


20 Qué bondad tan grande, Señor,
reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos.

21 En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas;
los ocultas en tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras.

22 Bendito sea el Señor, que ha hecho por mí
prodigios de misericordia
en la ciudad amurallada.

23 Yo decía en mi ansiedad:
«Me has arrojado de tu vista»;
pero tú escuchaste mi voz suplicante
cuando yo te gritaba.

24 Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios les paga con creces.

25 Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor.

Para el rezo cristiano

Comentario exegético

La primera impresión de este largo salmo es algo confusa. Como si el orante hubiera querido meter todo en su oración. Cuanto sufre y espera, cuanto sabe y ha experimentado del Señor, la actividad de los enemigos; habla de hechos individuales en términos bastante convencionales y se remonta a consideraciones genéricas, casi como máximas; recuerda y promete; se dirige al Señor y habla de él, se cita a sí e interpela a un grupo, quizá de colegas.

Una segunda lectura aclara la impresión. El contexto es la sociedad en que vive y el planteamiento tiene mucho de judicial. Apela a la justicia (2) frente a dos grupos o partes hostiles, inocentes y culpables, que exigen una sentencia de condena y absolución (18). Lo judicial atrae imágenes cinegéticas o militares y otros elementos por asociación. Quizá se imagine el poeta a David: perseguido, refugiado, desanimado, lejos de la presencia del Señor, pensando en una roca, un alcázar, una ciudad amurallada, un templo en medio de ella.

En estas circunstancias la confianza del orante es paradójica: se apoya en su experiencia personal precedente y en lo que sabe de oídas del Señor; lo muestran los verbos en pasado. Pero no falta el recuerdo de una crisis de fe personal (23). A las máximas se remonta el orante generalizando su experiencia o haciéndose eco de una tradición.

31,2a. Se establece el tono de la súplica. "Me acojo": en vez de un espacio protegido militarmente o por la ley de asilo, está una persona como suprema garantía; una persona sentida como espacio acogedor y protector. "Defraudado": es el fracaso de un cálculo o una esperanza. "Nunca": o por siempre; sería la vida malograda o la muerte. La "justicia" es sobre todo judicial.

31,2b-5. Se adensa la súplica en siete imperativos de liberación y cuatro sustantivos que componen un espacio metafórico militar o cinegético. El orante se imagina como animal indefenso, acosado por cazadores que intentan matarlo; salta a una peña, busca una roca, cae en la red; alguien lo saca y conduce a lugar seguro (véase v. 9). Cabe también la imagen militar recordando las aventura de David huido por las montañas: 1 Sm 22,4s; 24,23. El paso de una imagen a otra es fluido, las imágenes pierden precisión. "Por tu nombre": puede ser también título o fama: el orante no alega méritos propios, sino peligros, y la fama o prestigio de Dios. 31,6-9 Los verbos del orante. El hifil de pqd es confiar un depósito a un guardián (Lv 5,21.23). Implica que el guardián es fiel (6b) y que uno se fía de él (7b). El orante deposita, no una propiedad preciosa, sino el "aliento" o vida o espíritu (cfr. Nm 27,16). En fuerte contraste están (a la letra) "quienes guardan soplos vanos" (Jn 2,9). Con los verbos del Señor podemos componer una secuencia: libró - se fijó - se ocupó - no entregó - estableció. Verbos ricos de paralelos. P. ej. "fijarse en la aflicción": Ex 3,7; 4,31; Dt 26,7; "entregaren poder" 1 Sm 23,11 "establecer", con resonancia de nombrar: Sal 18,34; 30,8. El "espacio" se opone a la estrechura (de 8b y 10a). Llamar a los ídolos "soplos" se encuentra en Dt 32,21 y es corriente en Jr. 31.7 "Odias": leo segunda persona como pide el sentido y recomiendan versiones antiguas. 31.8 Demasiado pronto en el salmo se anticipa la celebración; prepara una pausa. 31,10-14 Recomienza la súplica especificando sus desgracias en dos frentes: enfermedad y abandono, hostilidad del enemigo. Combinación frecuente en súplicas de enfermos: Sal 6.

31,10-11 Tres versos hebreos dedicados a dolencias físicas. El autor ha querido enumerar siete unidades sin caer en lo convencional. Léase la serie atendiendo al puesto central: ojos, garganta, vientre, vida, años, vigor, huesos. Vida abarca la totalidad, años conjura la temporalidad sentida. Los cuatro verbos son escogidos y expresivos: la vida es un "gastarse y consumirse". También interesan las causas de las dolencias físicas: son la pena y congoja, como causas internas, espirituales. Manteniendo el texto hebreo de 11, una causa es "mi culpa", tema corriente en estos salmos. Si bien el orante es inocente respecto a los enemigos, se reconoce culpable frente a Dios y puede apelar a su "bondad". 31,12-14 Cinco versos dedicados a las relaciones con otros. Es un círculo de vecinos, conocidos o familiares, gente. Enumera insultos, comentarios, murmuraciones, desvío, abandono, olvido, hostilidad. El orante es objeto de burla, terror, olvido, agresión. La serie no es coherente o lógica. Si lo atacan, no lo han olvidado; si arman una conjuración, no lo consideran un "cacharro inútil". El texto puede escucharse como desahogo exagerado de sentimientos acumulados, de situaciones imaginarias. O lo ponemos a cuenta del autor, que describe con observaciones certeras. 31,12 La "burla" o injuria es término frecuente en Jr. El "espanto", prque el enfermo se considera tocado, herido por Dios y capaz de contagiar su maldición: Job 19; Is 53,3 31,14 El mote se lee en Jr 6,25; 20, 3.4.10; a la letra "terror en torno". 31,15-19. La súplica se bifurca en el v. 18. Tras la enumeración de desgracias sigue lógicamente la petición de auxilio. Y como las desgracias han sido infligidas en parte por otros, pide para sí protección, para los enemigos castigo. 15a es eco de 7b, 16a de 6a. El título "mi Dios" muestra que confianza y fe son equivalentes.

31.16 "Azares". La temporalidad , que se va gastando medida en años (11), ahora se mide en horas o instantes. Toda la vida, desmenuzada y cambiante, mantenida en su cambio y continuidad por Dios.

31.17 "Iluminar el rostro" es mostrarlo benévolo, como el sol un día sereno. La expresión es propia de la bendición (Nm 6,25) y de la súplica: Sal 67,2; 80,4.8.20. Si antes (2) invocaba la justicia, ahora invoca la "lealtad" o misericordia, su correlativa. 31.18 "Mudos": el Abismo es el reino del silencio.

31,20-21 En cuatro versos se remonta el orante a una reflexión general en tono admirativo. Domina el tema de guardar, esconder, ocultar, con el correlativo refugiarse y el sustantivo tienda o choza: datos que convergen hacia el templo. Sólo que personalizados: es el asilo "de tu rostro". La "gran bondad": en términos personales evoca la revelación de Ex 33,19; en términos objetivos son los bienes del templo: Sal 65,5. La bondad de Dios se limita a algunos beneficiarios; pues es claro que uno se refugia perseguido, amenazado por otros: "conjuras y pendencias".

31,22-23 Para el orante la "bondad" del Señor se concretó en una liberación pasada, cuando todavía no había aprendido a confiar plenamente en su Dios, cuando buscaba colmar la lejanía con gritos de socorro (cfr. Sal 22,2). Tal es la fuerza del recuerdo, salto atrás respecto al tiempo del salmo. Alternativa según versiones antiguas: "ha distinguido a un fiel para sí". La "plaza fuerte" es la ciudad del templo.

31,24 De la acción de gracias salta a la parénesis, apoyando la invitación en un enunciado genérico sobre la actividad retributiva de Dios. El salmo concluye con el amor y la esperanza. "Amad al Señor": en esta forma sólo se lee aquí; en formas semejantes, Sal 18,2; 116,1 y el clásico Dt 6,5. "Animosos y valientes" es endíadis conocida, de ordinario referida a una empresa: Dt 31, 7.23; Jos 1,6.7.9.18. La esperanza es dinámica: influye en el talante y la acción.[L. Alonso Schökel: Biblia del peregrino]

De los Santos Padres

Inclina a mí tu oído. Esto lo hizo Dios cuando nos envió a Jesucristo. Nos envió a aquel que, inclinándose, escribió con el dedo en la tierra cuando le presentaron la mujer adúltera para que la castigase. Mas El se inclinó hacia la tierra, es decir, se inclinó Dios hacia el hombre, a quien se dijo: Tierra eres y a la tierra irás. Pero Dios no inclina hacia nosotros sus oídos como si lo hiciera a lugares espaciales o como si se hallara circunscrito por estos particulares miembros corporales. No piense nada de esto la imaginación humana. Dios es la verdad, y la verdad no es cuadrada, ni redonda, ni alargada. En todo lugar está presente si el ojo del corazón está abierto para ella. Sin embargo, inclina Dios su oído hacia nosotros, depositando en nosotros la misericordia. ¿Qué mayor misericordia que darnos a su Unigénito no sólo para vivir con nosotros, sino también para morir por nosotros? Inclina a mí tu oído. [San Agustín]

Catequesis de Juan Pablo II

Catequesis de Benedicto XVI

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