El salmo 122 es la oración de un pueblo que se siente postrado. Se trata de Israel que, retornado de la cautividad de Babilonia, sufre, por una parte, las vejaciones de los pueblos vecinos, que impiden la reconstrucción de la [...]
nación, y, por otra, el abuso de los pudientes del propio pueblo que, aprovechando la situación, oprimen sin piedad a la clase humilde.
Expresemos con las palabras de este salmo nuestra pobreza personal ante Dios. Que nuestros ojos, humildemente levantados a lo alto, esperen de la misericordia de Dios lo que no obtendrán del orgullo de las fuerzas humanas de los poderosos del mundo: Nuestra alma, Señor, está saciada del desprecio de los orgullosos, por eso nuestros ojos están fijos en ti, Señor, y de ti esperamos la misericordia. ¿Es posible para el hombre una actitud más verdadera ante Dios que la de este salmo?
Oración I: Desde la mañana, Señor Jesucristo, hemos querido que nuestros ojos estuviesen levantados hacia ti en todos los momentos de nuestra jornada; ahora, al llegar al umbral de la noche, te suplicamos que los ilumines, por tu misericordia, para que podamos continuar contemplándote en la fe, en medio de la oscuridad de un mundo satisfecho y orgulloso. Tú, que eres la luz del mundo y vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Oración II: A ti levantamos nuestros ojos, Señor que habitas en el cielo; ten piedad de nosotros y fortalece nuestra pequeñez, pues nos sentimos descorazonados ante el desprecio de los orgullosos. Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
[Pedro Farnés]