(VERITAS), 08/04/08 - Manuel Lozano, sacerdote de la Diócesis de Málaga, se hizo misionero porque recibió la llamada de Dios “a salir de mi tierra, de mi patria, de mi familia, a anunciar el Evangelio y trabajar por el Reino en otro lugar más necesitado”. Lo hace en la Misión Diocesana de Caicara del Orinoco (Bolívar, Venezuela), desde hace diez años, ahora acompañado por otros tres sacerdotes diocesanos de Málaga, aunque hubo también un equipo de seglares que colaboró con ellos algún tiempo.
Con motivo de la Jornada de la Misión Diocesana de Málaga, que esta diócesis española celebrará el próximo domingo, 13 de abril, Veritas conversó con este misionero diocesano, que se manifiesta apasionado por su trabajo sacerdotal en una zona “muy amplia y compleja”: urbana, rural, minera y con comunidades indígenas de diversas etnias.
Los misioneros de Málaga en Caicara recorren cientos de kilómetros, “a veces en curiara (canoas) y avioneta”, para atender a sus feligreses. En total, 45.000 kilómetros cuadrados, con alrededor de 200.000 habitantes, con cientos de escuelas, y templos, aunque la ausencia de una capilla no es impedimento para la celebración, que en ese caso “se celebra bajo los árboles o en casas particulares”.
Los misioneros atienden también diversas obras sociales para ayudar a la población más desfavorecida, según Lozano “la educación y formación profesional es una de las necesidades más acuciantes que percibimos, para que puedan salir de la pobreza y marginalidad en la que se encuentra la mayoría de la población, pudiendo afrontar con dignidad los problemas más acuciantes de la sociedad venezolana: delincuencia, inseguridad, desabastecimiento de alimentos y medicinas, repunte de enfermedades endémicas, desempleo, viviendas insalubres, precariedad de servicios básicos, dependencia estatal y politiquera, etc…”
En este contexto, el sacerdote dijo que la situación socio-política que atraviesa Venezuela les afecta “en cuanto le afecta al pueblo, ya que estamos inmersos dentro de esta sociedad, y los dolores y sufrimientos de este pueblo y sus necesidades más acuciantes, ya señaladas, son también nuestros, aunque a ellos, a los pobres, les toca la peor parte, porque nosotros, tenemos siempre el respaldo de nuestra diócesis y el respaldo de nuestra Iglesia”.
Finalmente, el misionero expresó su alegría porque “desde la fundación de la Misión en Caicara del Orinoco en 1986 hasta nuestros días los dos obispos que hemos tenido, monseñor Ramón Buxarrais y monseñor Antonio Dorado, han visitado la Misión Diocesana”.